El mexicano Vicente Fox llega a la mitad de sus seis años de gobierno con muy poco de su brillo inicial, amenazado por una huelga general y un futuro donde se proyectan lejanas las grandes transformaciones ofrecidas en la campaña electoral.
El otrora arrojado y carismático opositor que logró derrotar al Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el gobierno por 71 años ininterrumpidos, es un hoy un hombre al que sus adversarios acusan de inepto y que aún sigue bregando sin éxito para que el Congreso legislativo apruebe proyectos que, según dice, concretarían sus planes gubernamentales.
Unas 80.000 personas convocadas por movimientos sindicales y partidos de izquierda se manifestaron en las calles de la capital el jueves, cuatro días antes de cumplirse los tres años de mandato de Fox, para rechazar las propuestas de éste dirigidas a reformar el sistema tributario y facilitar la inversión extranjera en el área de generación de electricidad.
Si el presidente insiste en sus propuestas habrá una huelga nacional de trabajadores y de campesinos, advirtieron los líderes de la marcha que señalan a Fox de ôneoliberal y privatizador”.
No obstante esa amenaza, los observadores no encuentran ninguna oportunidad en el futuro de aprobación de esas propuestas en el Congreso, donde no cuenta con mayoría propia y con el cual ha debido lidiar desde el inicio de su gestión el 1 de diciembre de 2000.
Fox asumió la presidencia en medio de grandes expectativas, con la promesa de revolucionar un país que había sido gobernado por un partido, el PRI, que en varios pasajes de la historia no dudó en ejercer la represión y recurrir a los fraudes electorales para mantenerse en el poder.
Crear ôfoxilandia”, palabra acuñada por varios observadores, fue la promesa con el que ganó la presidencia este político, un ex gerente de la empresa Coca Cola aficionado a las lecturas sobre superación personal y al manejo de un rancho familiar en el central estado de Guanajuato.
Todavía mantiene en México una caudal de simpatía que supera 60 por ciento de los consultados, nivel que, aunque menor en 10 puntos al registrado en enero de 2001, aún es envidiable para muchos de sus pares de América Latina.
Sin embargo, en el exterior, donde buscó transformarse en un líder, su imagen cayó en franco deterioro en los últimos meses.
El presidente mexicano pasó entre 2002 y este año del primero a los últimos lugares en las categorías tituladas ”el líder con el efecto más positivo en la democracia” y ôel mejor modelo de liderazgo continental”, según una encuesta realizada entre agosto y octubre en seis países de la región por Zogby Internacional.
ô¿Yo no se qué pasó con Fox? pues antes se lo veía tan valiente, informal y retador, pero hoy se contradice y hasta parece que tiene miedo”, dijo a IPS Josefina Camacho, una profesora de una escuela primaria.
ôFox era bueno como candidato, pero como presidente ha demostrado que es poco experto en política, que no ejerce liderazgo y que maneja con debilidad sus planteamientos”, dijo a IPS el politólogo Jorge Martínez..
Aunque el país muestra hoy estabilidad en su economía y los conflictos sociales no parecen estar en peligro de desbordarse, los viejos modelos de recaudación fiscal y de relaciones laborales, así como la vetusta área de generación de electricidad, se mantienen intactos, precisamente los sectores donde Fox prometió hacer cambios radicales.
Según organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, esa falta de cambios frena seriamente el desarrollo de México.
Además, los también viejos modelos de asociación sindical, campesina y gremial que construyó el PRI para mantenerse en el poder siguen todavía vigentes y el mandatario ha preferido mantener a las organizaciones que las representan como sus interlocutores.
Para el historiador y analista político Federico Reyes, lo que va del gobierno de Fox ôha sido suficiente para demostrar que las buenas intenciones no bastan, tres años han sido suficiente para provocar un gran desánimo”.
ôPocos tienen hoy esperanzas en giros sorprendentes. Ya ni siquiera se le otorga la capacidad de sorprender”, añadió.
Lo que no discuten los opositores y los observadores son las nuevas formas que el mandatario impulsó en la política mexicana y su contraste con el pasado. El modo de conducirse de Fox, del Congreso y del Poder Judicial son muy distintas a las vividas en la era del PRI.
Antes, el mandatario semejaba un rey y el parlamento aprobaba todas sus iniciativas. Mientras, las resoluciones del Poder Judicial ponían en duda su independencia y la mayoría de los medios de comunicación se mantenían alineados al partido en el gobierno.
La separación de los poderes del Estado parece ahora estar asegurada, mientras el Poder Legislativo y los medios de comunicación ejercen sus libertades sin cortapisas, recordó el politólogo Martínez.
ôLo que pasa con el gobierno de Fox es que muchos mexicanos creyeron que con su asunción el país cambiaría y que la democracia era la llave mágica del desarrollo, pero ahora se desencantan al pisar la realidad y ver las limitaciones que tienen su presidente y los políticos”, añadió el experto.
En lo social, hoy más de la mitad de los 100 millones de mexicanos se mantienen pobres y una tercera parte vive en la miseria, mientras que en los político el PRI, que es la más poderosa agrupación por la cantidad de legisladores, vive una profunda crisis interna y una disputa de liderazgos que parecen llevarlo hacia una división.
Según el escritor peruano Mario Vargas Llosa, México pasó en los últimos tres años de la ôdictadura perfecta (la del PRI) a la democracia imperfecta”.
Prácticamente ningún analista mexicano espera que en los tres años que le quedan a Fox de gestión se logren cambios radicales en la conducción política y económica del país, que poco a poco se irá sumiendo en un clima de campaña proselitista de cara a las próximas elecciones presidenciales.
