El asesinato esta semana en Pakistán del legislador islámico y líder religioso sunita Azam Tariq, hombre clave en la política de esta nación musulmana, despertó temor a que surja una nueva ola de ataques contra la minoría chiita.
Los partidos políticos chiitas condenaron el asesinato del maulana (líder religioso, en árabe nuestro maestro) Azam Tariq, perpetrado el lunes, pero están seguros de que esto no será suficiente para calmar las sospechas que caen contra ellos.
Y tienen razones para creer que sufrirán represalias, en un país donde la violencia entre sunitas y chiitas, las dos sectas del Islam, ha dejado a cientos de muertos y miles de heridos en las últimas dos décadas.
Sólo en este año, más de 150 personas murieron en incidentes de violencia sectaria en distintas partes del país.
El presidente del Movimiento para la Aplicación de la Sharia en Pakistán, Agha Syed Hamid Ali Shah Moosavi, calificó de acto terrorista el asesinato del maulana.
El que crea disenso entre las comunidades chiitas y sunitas no es amigo de nadie, sino enemigo de la humanidad. Un terrorista no tiene religión, fe ni Estado. Es sólo un terrorista, y por eso debemos tratarlo de esa manera, dijo Moosvi.
El líder chiita consideró que el crimen fue una detestable conspiración para desencadenar una nueva ola de violencia entre las dos sectas.
Mientras, el activista político chiita Babar Alí señaló que el asesinato de Azam Tariq es una mala noticia para los chiitas, y adviritó que provocará un nuevo derramamiento de sangre.
El asesinato del maulana desató la ira de los extremistas de derecha sunitas, que acusan a los chiitas de haber organizado el asesinato y anuncian represalias.
Vamos a tomar nuestra venganza, amenazó el joven Yasir Abbasi, quien llegó a Islamabad desde la localidad de Murree, a 50 kilómetros de la capital, para asistir al funeral de Azam Tauriq el martes por la mañana en la localidad de Jhang, de la central provincia de Punjab.
La primera reacción violenta se produjo luego del funeral, cuando una multitud incendió un cine, destruyó varios autos y dañó varios comercios entonando consignas contra los chiitas. Los manifestantes también incendiaron una mezquita chiita ubicada cerca de la casa de su líder muerto, en Jhang.
En varias ciudades pakistaníes se produjeron incidentes similares, y en algunos casos hubo enfrentamientos con la policía.
El gobierno, desconcertado por el asesinato, aumentó la vigilancia militar en sitios religiosos.
La verdadera amenaza es de los terroristas que pertenecen a grupos extremistas sunitas y chiitas, cuyo paradero desconocemos. Son más de 100, dijo un portavoz gubernamental que pidió no ser nombrado.
El asesinato del maulana y los resentimientos por los acontecimientos en Afganistán e Irán están dejando perplejos a las agencias de seguridad. Nos estamos concentrando en prevenir, pero no podemos ser infalibles, dijo la misma fuente.
Funcionarios del Ministerio del Interior consideran que el crimen del lunes era algo esperable luego del asesinato de más de 65 chiitas en dos incidentes separados este verano boreal en la sudoccidental ciudad de Quetta.
Las muertes en Quetta fueron claras señales de que los grupos religiosos extremistas se están reagrupando, pero el gobierno consideró que fueron parte de una conspiración externa para desestabilizar el país.
La historia de diferencias entre sunitas y chiitas tiene 14 siglos, pero actualmente se apoya en razones políticas más que en motivos religiosos.
Tras la muerte de Mahoma, el profeta de los musulmanes, estos se dividieron entre los seguidores del califa Abu Bakr y los de Alí ibn Abi Talib, yerno de Mahoma. La división se formalizó con la muerte en el año 661 del imán Alí, y su reemplazo por su rival Muawiya.
Quienes reivindicaban los derechos al poder religioso y político de los descendientes de Alí fueron conocidos como chiitas, en contraposición a los sunitas, que admitían la tradición y el derecho a la libre sucesión, no hereditaria.
El cisma se mantuvo en las generaciones siguientes. Muawiya fue sucedido por su hijo Yazid. El hijo de Alí, Hussein, desafió a Yazid, y eso condujo a una batalla entre los seguidores de ambos.
Hussein y los suyos fueron masacrados en Karbala, actual territorio iraquí, en 680. Este acontecimiento convirtió a la ciudad en uno de los lugares más sagrados para los chiitas, y a Iraq en tierra santa para este grupo musulmán.
Los chiitas creen que un imán llegará a la tierra a salvarlos de la opresión en que han vivido desde entonces.
El asesinato del mulana dejó al gobierno pakistaní en una situación incómoda. El ministro de Vivienda, Faisal Saleh Hayat, es chiita y del Partido Popular de Pakistán, integrado por varios señores de la guerra chiitas contra los que el partido Sipaha I Sahaba Pakistán, de Azaq Tariq, lanzó una campaña en los años 80.
El maulana era el único fundador vivo del partido Sipaha. Los otros tres habían sido también asesinados.
El maulana fue enviado a prisión en 2001 luego de que el gobierno de Pervez Musharraf lo acusara de terrorista. Pero lo dejó en libertad al año siguiente y le permitió participar en las últimas elecciones, en las que ganó una banca en la Asamblea Nacional representando a la localidad de Jhang.
El maulana era reconocido aun por muchos opositores como un legislador que contribuyó con los esfuerzos para la consolidación de la democracia en Pakistán.
La muerte de Azam Tariq no pondrá fin la ola de muerte y de violencia sectaria, sino que contribuirá a ella, señaló en su editorial de este jueves el diario pakistaní en inglés The Daily Times.
Es muy probable que un nuevo ciclo de violencia ya esté comenzando, adviritó el periódico. (END/IPS/tra-eng/mr/js/rp- mj/ip cr/03) = 10091617 MVD013 = 10091919 ORP013 NNNN