LITERATURA-IBEROAMERICA: Del McOndo chileno al crack mexicano

Los movimientos de literatos de Chile y México constituyen la vanguardia de América Latina desde 1996, según los participantes del encuentro ”Amón Literario”, que se realiza en Costa Rica con la presencia de 35 escritores iberoamericanos.

Chile, con el movimiento ”McOndo”, y México a partir del ”manifiesto del crack” en el que sobresalen Jorge Volpi e Ignacio Padilla, ambos presente en San José, se ubicaron a la cabeza de la nueva literatura latinoamericana hasta el presente.

Esa predominancia chileno-mexicana, los nuevos paradigmas, visiones, distorsiones e imágenes en la nueva narrativa de la región y el compromiso del escritor iberoamericano frente a la sociedad, son algunos de los temas que se discuten en el foro de cuatro días de la capital costarricenes, que finalizará el 10 de este mes.

Amón Literario, que es organizado por el Ministerio de Cultura y el Centro Cultural Español y tiene como objetivo establecer puentes entre los diferentes creadores de Iberoamérica, también incluye exposiciones magistrales y los llamados ”cafés literarios”, donde el público puede interactuar con escritores.

Entre los escritores presentes en San José, además de Volpi y Padilla, se encuentran la española Espido Freire, ganadora del premio Planeta en 1999, el argentino Ricardo Piglia, la salvadoreña Jacinta Escudos y el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa.

En el marco del foro, el crítico de la cubana Casa de las Américas Jorge Fornet apuntó que en los últimos 15 años se puede identificar como año clave para el desarrollo de la literatura contemporánea latinoamericana a 1996, cuando se dan en México y en Chile sendas manifestaciones de grupos literarios.

En México se llamó el ”manifiesto del crack”, que refiere a los orígenes de la literatura de los años 60, más profunda. El segundo es el movimiento chileno McOndo, que reivindica más el universo de la cultura pop y de los medios de comunicación.

Esos ”son las cabezas visibles de una literatura mucho más rica, pero tuvieron especial repercusión fuera del continente, de ahí que sean puntos de referencia muy importantes, señaló Fornet.

Aunque con distinta perspectiva, ambos tienen puntos en común, como el hecho de que parecen los autores haber llegado a un punto de satisfacción, ya no hay grandes interrogantes”, agregó.

Desde su análisis, considera que no es casual que sea en México y Chile donde ocurre esto, pues son los dos polos de América Latina donde se implanto el modelo neoliberal. Resulta una especie de paradoja, puesto que los autores vinculados a estos movimientos son más complacientes, pero renovadores.

”Sin embargo, creo que en literaturas más periféricas, al margen de esos grandes centros editoriales, es donde se produce una mayor confrontación”, añadió el crítico.

Los puntos comunes de la literatura actual de la región son para Fornet la reivindicación del espacio urbano, la tecnología y los medios de comunicación, pero a la vez existe un desencanto en el sentido de que no hay nada, ningún modelo que oponer al actual.

”Pero también existe la novela negra. El argentino Piglia decía que lo que más le interesaba del género negro o del policial es cómo ese género ha ido permeando toda la literatura, y eso es muy claro en novelas como ”Amphytrion”, del mexicano Padilla”, precisó.

Si no existiera el género negro, esa novela no sería posible”, dijo.

Por su parte, el español Eduardo Becerra, director de la serie de la literatura hispanoamericana de la editorial Lengua de Trapo, y especialista en literatura latinoamericana, considera que la actual ”es una narrativa que surge con formatos ya muy codificados, que se reelaboran, se parodian o se respetan, dependiendo de los casos.

Reconoce en los autores contemporáneos un discurso narrativo que, desde el principio, se expone como experiencia individual del mundo. ”Frente a las narrativas de los 60, totales y totalizadoras, está un discurso en primera persona”, afirmó.

También puntualizó la influencia de lo ”massmediático” en sus formas más diversas, como son el cine, la televisión, Internet y toda ”esa subcultura como el folletín, los programas de entretenimiento, los culebrones”.

”Creo que en los códigos de esta subcultura entra la novela de género, como el policial, que ya viene de por sí de la subcultura”, añadió.

Becerra considera que en la literatura latinoamericana actual hay un discurso que actúa fuera de los esquemas identificatorios ”de lo Latinoamericano con mayúsculas, que marcó tanto esta narrativa durante el siglo XX”.

En cuanto a la narrativa contemporánea de España y América Latina, admite ciertas aproximaciones, como resultado de un mundo globalizado. No sólo por la lengua común, sino que incluso en otros idiomas, los autores contemporáneos tienen una experiencia del mundo muy parecida y comparten muchos códigos, manifestó.

Precisamente, Freire es un claro ejemplo de su generación. Esta escritora nacida en el País Vasco, ha publicado cinco novelas y es la escritora más joven en ganar el premio Planeta, otorgado por su novela ”Melocotones helados” en 1999 cuando contaba con 24 años.

Su primera novela ”Irlanda” la escribió a los 16 años y la publicó a los 23 años. Se le suman antologías, varios libros de ensayo sobre temas contemporáneos y volúmenes de cuento y poesía.

Sin tapujos reconoce que Internet es un instrumento esencial en su trabajo. ”No solo leo y me comunico y conozco a otros autores, sino que me gusta publicar en Internet”, precisó.

Esa herramienta ”me vincula con otros autores contemporáneos, algo de escepticismo. El escéptico es un idealista frustrado. No es que no nos interesa cambiar el mundo, es que creemos que no hay forma”, señaló.

En cambio, Padilla, miembro de la generación del crack y ganador de premios como el de Espasa Calpe en 2000), Alfonso Reyes en 1989) y Juan Rulfo de primera novela en 1994, sostiene que su concepto del ”compromiso del autor y de literatura comprometida ha cambiado radicalmente”.

Hace dos años, con los atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos y el nacimiento de su hijo una semana después, su idea de que el único compromiso era con la obra ha cambiado mucho.

”Creo en una literatura comprometida con lo humano y creo que la voz de los autores debe tener un compromiso con lo que está pasando”, dijo el autor de La imposibilidad de los cuervos. (

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