Angelina Dutra de Oliveira, a los 80 años, aún se asombra de los cambios experimentados en su vida, que muestran lo ocurrido en Brasil en el siglo XX, cuando creció a pasos agigantados en varios aspectos, pese a las últimas dos ”décadas perdidas” en economía.
Nacida en el poblado Sao Domingos de Mariana, en el interior del sudoriental estado de Minas Gerais, recuerda que el caballo y carros tirados por bueyes eran los medios de transporte en su infancia. ”Eran necesarias tres horas a caballo para llegar a la estación del ferrocarril”, narró a IPS.
”Cambió todo, hoy vivimos en ciudades enormes, congestionadas y contaminadas por automóviles”, destacó Dutra de Oliveira, hoy una funcionaria pública jubilada que divide su vida entre Río de Janeiro y Sao Paulo, las dos mayores metrópolis brasileñas donde viven sus hijas.
En el siglo pasado, del que doña Angelina fue testigo en sus últimos tres cuartos, Brasil multiplicó por 100 su producto bruto interno (PBI) y por 10 su población, según ”Estadísticas del siglo XX”, una amplia recopilación de datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).
Es una visión más alentadora que la historia reciente. La economía brasileña creció a un promedio de 4,5 por ciento al año durante el siglo, pese al estancamiento desde 1981. Fue un desempeño similar al de Corea del Sur y muy superior al de países como Japón, China, Argentina, Chile y México.
La industria, impulsora de ese crecimiento, representaba 11,6 por ciento del PBI en 1900, participación que subió a 34,3 por ciento en 1980 y bajó a 27,8 por ciento en 2000.
En cambio la inflación acumuló 1,1 trillones por ciento en los 100 años, obligando a nueve cambios de moneda y agravando la desigualdad en el país. En 1960, el 10 por ciento más rico de la población ganaba 34 veces el ingreso del 10 por ciento más pobre. En 1990 la diferencia se elevó a 60 veces.
Pero el crecimiento económico sin distribución del ingreso ”deformó el país”, sintetizó el economista Celso Furtado, quien recibió el homenaje del IBGE en la divulgación del libro con estos datos.
Quedó para el presente siglo el desafío de redistribuir el ingreso nacional y reducir la desigualdad, coincidieron el ministro de Planificación, Guido Mantega, y el presidente del IBGE, Eduardo Nunes.
También los cambios poblacionales fueron impresionantes. Brasil pasó de 17,4 millones de habitantes en 1900 a 169,6 millones en 2000, convirtiéndose en el quinto país mas poblado del mundo. Hace 50 años era el octavo.
La explosión demográfica coincidió con un brutal éxodo rural en la segunda mitad del siglo. Los habitantes de centros urbanos pasaron de sumar 12,9 millones de personas en 1940, 31,2 por ciento del total del país, a 138 millones en 2000, que equivalía a 81,1 por ciento.
Sin embargo, ese acelerado aumento poblacional es cosa del pasado, pues la natalidad se redujo drásticamente en las dos últimas décadas.
En tanto, el analfabetismo entre los mayores de 15 años cayó de 65 por ciento en 1920 a 13 por ciento en 2000, la expectativa de vida de sólo 33,6 años al comienzo del siglo XX llegó a 68,6 años al finalizar y la mortalidad infantil bajó de 162,4 por 1.000 nacidos vivos a 29,6 por 1.000.
La familia Dutra es un ejemplo de tales cambios. Pronto dejó el poblado rural para vivir en un barrio periférico de Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais.
La madre de Angelina, Maria Fontoura Dutra, que nació en 1900, tuvo 14 hijos, de los cuales murieron cuatro en la primera edad.
Los descendientes de Fontoura Dutra, con excepción de dos más prolíficos, se limitaron a tener dos a cuatro hijos, promedio que bajó un poco más en la generación siguiente, prácticamente sin mortalidad infantil.
Esa numerosa familia ejemplifica también la expansión de una clase media urbana a partir de mediados del siglo XX. Los hijos y nietos de Maria Fontoura Dutra en su mayoría se graduaron en la universidad.
Esa clase media, ampliada por la industrialización, constituyó el mercado inicial que impulsó la producción nacional de bienes de consumo durables, como automóviles, televisores, refrigeradores y computadoras.
Angelina Dutra, Oliveira por el apellido del marido, se hizo funcionaria del naciente sistema de previsión social estatal en 1944, época de pocas mujeres ”trabajando fuera de casa”.
Fue también una de las pioneras en la militancia sindical y política que la llevó a ser una de las singulares abuelas entre los jóvenes exiliados del país en los años 70, por rebelarse contra la dictadura militar que se extendió entre 1964 y 1985.
Su asombro positivo en la evaluación del siglo es por la tecnología, especialmente en comunicaciones. ”En mi trabajo, un pedido tipeado en máquinas horribles, llevaba 15 días para obtener una respuesta que hoy es inmediata, gracias a las computadoras”, destacó.
El aspecto que más la asusta es la violencia urbana, su generalización en las últimas décadas, que refleja ”un relajo en las costumbres y en el respeto a las personas, tanto que parece que la vida nada vale”, apuntó.
Es que el ”impresionante” avance económico y tecnológico del país se acompañó de un deterioro social. ”En mi infancia había una pobreza digna, la gente se movilizaba para ayudar los más pobres en dificultades, pero ahora hay miseria degradante y masiva”, comparó.