BOLIVIA: Dos semanas sin sobresaltos

El presidente de Bolivia, Carlos Mesa, cumplió este viernes dos semanas de gobierno sin sobresaltos y hasta firmó autógrafos en la calle. Pero su gestión, vigilada por los movimientos sociales que derrocaron a su antecesor, sigue envuelta en la incertidumbre.

Mesa, periodista de 50 años, gobierna sin un partido que lo respalde en el parlamento, pero parece encarnar una imagen de calma en un país con permanentes movilizaciones sociales.

De momento rige una tregua de 90 días con el gobierno, dispuesta por las organizaciones sociales el 17 de este mes.

Ese día, Mesa asumió la presidencia tras la renuncia y huida del país del derechista Gonzalo Sánchez de Lozada, acosado por un movimiento popular contrario a su gestión y en especial a su proyecto de venta del gas boliviano.

El gobierno investigará las responsabilidades por las 70 muertes que dejaron choques entre manifestantes y efectivos policiales y militares.

En sus primeros 14 días, Mesa conformó un gabinete sin representantes de partidos políticos, sino con intelectuales e independientes, entre ellos dos indígenas, en un país con más de 70 por ciento de población aborigen.

Donato Ayma, un aymara del altiplano boliviano, ocupa la cartera de Educación, y Justo Seoane, de las etnias del oriente amazónico, encabeza el Ministerio de Asuntos Indígenas creado por Mesa.

El mandatario, quien era vicepresidente de Sánchez de Lozada, mostró una amplia disposición a acordar con sectores sindicales y organizaciones de la sociedad civil la designación de otras autoridades del poder central y de las prefecturas (gobernaciones) de cada departamento.

Según el sociólogo independiente Fernando Mayorga, vinculado a un centro de estudios de la estatal Universidad de San Simón de Cochabamba, el país vive una suerte de presidencialismo semi- plebiscitario, y a la vez, un parlamento sin oficialismo ni oposición.

”Tenemos un presidente con enorme legitimidad, pero es una legitimidad que depende de la política de las calles y puede prescindir del Congreso (legislativo) porque es obvio que los partidos sólo pueden realizar un seguidismo (sic) al presidente si quieren tener posibilidades de reconstitución”, dijo Mayorga a IPS.

El comentario se refiere a la pérdida de credibilidad de los partidos, deteriorados por acusaciones de corrupción, que desde el 17 de octubre han perdido protagonismo.

La tendencia del actual gobierno es ”escuchar, y dialogar”, porque la política ya no se circunscribe al ámbito gubernamental y ha emigrado del parlamento, se ha instalado en el espacio público y sus medios son las palabras y los argumentos, según Mayorga.

Esa opacidad de los partidos, aún no medido por encuestas, parece alcanzar también al Movimiento Al Socialismo (MAS) del diputado y líder campesino Evo Morales, con la segunda mayor representación parlamentaria y un papel protagónico en los movimientos de septiembre y octubre.

En opinión de Mayorga, el oficio de comunicador de Mesa es favorable para la coyuntura, pues la palabra será crucial en los tres ejes a los que se ha comprometido el gobierno: el referéndum para decidir la suerte del gas, una Asamblea Constituyente que redacte na nueva Constitución y la revisión de la Ley de Hidrocarburos.

Aún no hay plazos para la materialización de estos puntos.

El proyecto de exportación de gas fue una de las principales banderas que la oposición y los sindicatos utilizaron para forzar la renuncia de Sánchez de Lozada, sosteniendo que no era conveniente para Bolivia vender su recurso natural en condiciones de debilidad.

El MAS de Morales, la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos, encabezada por Felipe Quispe, la Central Obrera Boliviana liderada por el sindicalista minero Jaime Solares y la Central Obrera Regional de El Alto, del periodista aymara Roberto de la Cruz, fueron actores centrales de las movilizaciones.

Otra demanda de las organizaciones populares, el establecimiento de una Asamblea Constituyente, está destinada a reformar la Constitución a la que consideran excluyente.

Según los críticos, la carta magna favorece intereses económicos privados, restringe la participación política y no genera condiciones de igualdad entre los ciudadanos.

El propósito del cambio de reglas es promover la modernización del Estado, favorecer una mayor participación ciudadana y redefinir el papel estatal frente a los recursos naturales, entre otros objetivos.

Y la actual Ley de Hidrocarburos, que estableció condiciones para la inversión extranjera en la explotación de riquezas energéticas, es criticada porque deja mayores márgenes de ganancias a las compañías petroleras, en detrimento de los intereses del Estado.

En este contexto, Estados Unidos envió esta semana una advertencia al movimiento civil boliviano.

En Bolivia ”hay gente que no cree en la democracia y no le vamos a permitir tomar el poder porque acabarían con ella”, dijo el enviado especial de la Casa Blanca para Iniciativas del Hemisferio Occidental, Otto Reich, en la Conferencia de las Américas, celebrada esta semana en la meridional ciudad estadounidense de Miami.

”No le estamos diciendo a los bolivianos lo que deben hacer porque ellos tienen el derecho soberano para decidir”, añadió Reich, asesor del presidente George W. Bush para América Latina.

Entretanto, los líderes que salieron fortalecidos tras la dimisión de Sánchez de Lozada han comenzado a dar señales de inquietud.

Quispe dijo esta semana que si Mesa no atiende las 72 peticiones campesinas en el plazo de 90 días, organizará otra revuelta contra el mandatario.

Morales, diputado y líder del segundo partido más votado en las elecciones de 2002, sostuvo que aún no vio ninguna señal gubernamental para cambiar el modelo económico neoliberal que reclama su partido.

”Mesa es nomás la misma chola (mujer de pueblo) con otra pollera, porque no hay señales claras”, dijo Morales utilizando una frase común en Bolivia para describir un cambio que no cambia nada.

Mientras, los viejos actores aliados de Sánchez de Lozada, el ex presidente Jaime Paz Zamora (1989-1993) y el populista Manfred Reyes Villa, desaparecieron virtualmente del escenario público, mientras sus partidos intentan renacer de los escombros de octubre. (

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