A poco más de tres años de que dos actores llevaran a escena en Argentina el drama de una joven hija de desaparecidos durante la dictadura, son 800 los que dan al movimiento Teatro por la Identidad su verdadera trascendencia.
Durante cada ciclo de Teatro por la Identidad se producen siete llamadas de teléfono diarias de promedio a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, la entidad humanitaria fundada hace 27 años por mujeres que buscan reencontrarse -muchas ya lo lograron- con sus nietos secuestrados y dados en adopción de modo ilegal.
La revisión de las normas que alejaron de los tribunales a los responsables de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura (1976-1983) y la consecuente reapertura de los juicios instalaron otra vez en los primeros planos lo ocurrido con niños arrancados a sus padres o nacidos durante el cautiverio de sus padres.
Los integrantes de este movimiento teatral saben que esa nueva situación será un espaldarazo aún mayor para una tarea que, según recuerdan, comenzó en forma solitaria y en un ambiente hostil.
Hasta ahora éramos el brazo artístico de Abuelas de Plaza de Mayo, que es nuestra organización madre, pero ahora somos una institución de hecho y estamos discutiendo la posibilidad de tener una organización legal, explicó a IPS Susana Cart, actriz e integrante de la comisión directiva de Teatro por la Identidad (TxI).
Esta aventura comenzó en 2000, cuando los conocidos actores del cine y la televisión Daniel Fanego y Valentina Bassi presentaron la obra A propósito de la Duda, sin que ninguno de los participantes del proyecto cobrase por su trabajo y tampoco los espectadores pagaran boleta de entrada.
La obra, dirigida por Patricia Zangaro, profundizaba en los problemas de identidad de una joven que había sido adoptada de modo ilegal.
La idea era hacer dos o tres funciones para colaborar en la tarea de Abuelas que buscan a sus nietos desaparecidos. Pero las funciones se mantuvieron todo un año a sala llena y 99 por ciento del público eran menores de 25 años, que en general no son espectadores de teatro y menos los días lunes, relató Cart.
A partir de allí decidieron formar una comisión de 24, en la que participaban actores, directores, dramaturgos, productores, escenógrafos, sonidistas y otras personas de teatro, y que con el tiempo pasó a llamarse Teatro por la Identidad tras lanzar un ciclo en 2001 con ese título.
La primera tarea fue llamar a un concurso para que se presenten textos sobre la apropiación indebida de menores en la dictadura.
Cuando hay un grupo de jóvenes que duda de su identidad, es la identidad de la sociedad la que está en duda, comentó Fanego, uno de los fundadores de TxI.
Fanego consideró que los ciclos ayudan a reivindicar la necesidad de un teatro que sea espacio de resistencia, de reflexión y de transformación.
La comisión recibió más de 150 piezas teatrales y seleccionó 41 de ellas.
Luego se consiguieron 14 teatros para presentar el ciclo en forma simultánea los días lunes, provocando un movimiento de espectadores que según calculan llegaron hasta 35.000. Desde entonces el ciclo se presenta cada año con distintas características.
El año pasado se amplió el tema. De la identidad vinculada a los problemas de apropiación ilegal se pasó a la identidad en general.
Para ello se presentaron unas 20 obras en siete salas a las que concurrieron unos 17.000 espectadores. La idea entonces era expresar que el problema no es sólo de unos jóvenes sino de toda la sociedad, explicó Cart.
Teatro por la Identidad ya salió este año a las localidades de la zona metropolitana de Buenos Aires, para enfrentar hasta ahora a una 8.000 personas. Las presentaciones en la capital son intercaladas por ciclos en ciudades del interior, como la sudoriental Mar del Plata y la central Córdoba,.
Además, se brindan talleres de dramaturgia en los que se sensibiliza a los autores sobre la temática de la identidad y también concursos de textos.
El objetivo se logró casi de inmediato. En los días del ciclo las llamadas de jóvenes a las oficinas de Abuelas se incrementan 80 por ciento, aseguró a IPS Estela Carlotto, presidenta de esta entidad que hasta ahora recuperó 72 de los 500 niños que en 1976 se planteó buscar en el lugar y país que fuera.
Las abuelas reciben las inquietudes de muchos jóvenes que dudan de su identidad y los acompañan en el proceso de averiguar si su historia tiene algún punto de coincidencia con la de sus hijos y nietos desaparecidos. Luego los jóvenes se someten a un análisis genético que corrobora o no su identidad.
Cart explicó que, si bien las abuelas tienen un discurso muy coherente y prestigioso respecto de la búsqueda de sus nietos, el teatro permite una identificación más sentimental. Nosotros hacemos una tarea de agitación, pensamos que eso hace mucho impacto, afirmó la actriz.
Carlotto admitió que, efectivamente, el ciclo da vida a la necesidad de encontrar a nuestros nietos. Ella misma todavía tiene esperanzas de encontrar al suyo entre los jóvenes que llaman a la sede.
La hija de Estela, Laura Carlotto, fue secuestrada en 1976 por fuerzas de seguridad y luego de desesperadas gestiones para recuperarla sólo consiguió que le entregasen el cadáver.
Poco tiempo después, supo por otras prisioneras que su hija había dado a luz un varón al que le puso de nombre Guido, como su padre. El joven tiene hoy 27 años y la presidenta de Abuelas sospecha que puede estar viviendo con una pareja que se lo apropió y le cambió su identidad.
Las abuelas de Plaza de Mayo lograron en la década del 90 sortear las leyes que amparaban a los represores y así llevar ante la justicia a muchos militares por secuestro y desaparición de menores.
Así se pudo determinar que durante la dictadura se desarrolló un plan sistemático de secuestro de niños para ser entregados a parejas de policías y militares u otro destino.
Por eso las abuelas siguen empujando iniciativas como Teatro por la Identidad, para después sentarse junto al teléfono a esperar el ansiado llamado. (
