Rebrotes de fiebre amarilla ya causaron la muerte de 84 personas en cinco países de América del Sur, pese la decidida lucha de la ciencia por derrotar a los mosquitos vectores del mal en las selvas y evitar que avancen hacia las ciudades.
Colombia es la más afectada de esas cinco naciones en lo que va de año, con 82 casos y 33 fallecidos, seguido de Brasil con 62 contagios y 23 muertes, Venezuela con 21 y 15, Perú con 15 y nueve, y Bolivia con seis casos y cuatro defunciones, según la Organización Panamericana de Salud (OPS).
”Se trata de brotes recurrentes de fiebre amarilla selvática, propia de las cuencas de los ríos Amazonas, Orinoco, Magdalena y otros sudamericanos, así como de Africa tropical, y que afectan a las personas cuando éstas se introducen en el ciclo entre el arbovirus, el mosquito transmisor y el mono que habitualmente lo recibe”, explicó a IPS el epidemiólogo de OPS Mario Valcárcel.
Por su parte, la ministra venezolana de Salud, María Urbaneja, precisó a IPS que América del Sur ”tiene nichos de fiebre amarilla selvática, transmitida por el mosquito Aedes haemagogus, pero en la región no tenemos fiebre amarilla urbana (transmitida por el mosquito Aedes aegypti, también vector del dengue) desde 1942”.
En Colombia, el Ministerio de Protección Social declaró la emergencia sanitaria en el nororiental departamento de Norte de Santander, principal foco del mayor ataque de fiebre amarilla en los últimos 50 años en el país.
De ese modo se facilitan los trámites administrativos para implementar la campaña de vacunación para 1,9 millones de personas en esa zona fronteriza de Venezuela.
La misma declaración de emergencia sanitaria pidió para Venezuela, el presidente de la Federación Médica de este país, Douglas Natera, pero exigió que abarcase todo el país, no sólo las zonas en riesgo.
Al tiempo de que reclamó la medida, esa Federación Médica de Venezuela, opositora al presidente Hugo Chávez, había iniciado jornadas de vacunación en zonas de clase media del este de Caracas.
Pero Urbaneja rehusó abarcar con ese pedido a todo el país y ordenó suspender las entregas de vacunas para esta campaña selectiva.
”No podemos permitir un uso político de esta situación ni dispersar los esfuerzos. Nuestro deber es concentrarnos en las zonas de alto riesgo y continuar vacunando a los niños de seis a 12 meses de vida”, explicó.
La fiebre amarilla es una enfermedad infecciosa grave, que provoca daños en el hígado y congestiona las mucosas gástricas e intestinal, acompañado de ictericia, lesiones renales, vómitos y alta temperatura corporal.
El agente causante de este mal es el virus ”Charon evegatus” y sólo existe una vacuna preventiva con virus atenuados.
El gobierno venezolano apeló al fondo rotatorio para vacunas de la OPS para comprar en Brasil y Francia hasta seis millones de dosis, por casi cinco millones de dólares, con destino a los habitantes de los municipios de alto riesgo y a quienes deban viajar a esas zonas o al exterior.
Urbaneja añadió que los esfuerzos se concentran ”en siete estados del occidente y sur del país, donde viven 3,2 millones de personas, y en otras dos millones que habitan zonas de riesgo medio, y no donde reside la mayoría (de los 24 millones de venezolanos), que son zonas de bajo riesgo (centro y norte)”.
Valcárcel coincidió con ”lo que hacen gobiernos como los de Venezuela, Colombia y Brasil, pues es lo indicado por la OPS ante estos casos, (que es) concentrar los esfuerzos en las áreas y grupos de población de mayor riesgo”.
Este experto de la oficina de la OPS en Caracas considera que, en orden de importancia, los principales problemas de enfermedades difundidas por los mosquitos en la América tropical son el dengue, la fiebre amarilla y la malaria.
El dengue afecta a miles de personas cada año, contra las pocas docenas o cientos de víctimas de fiebre amarilla, pero con ésta última ”el problema es la elevada relación entre infectados y muertos”, destacó Valcárcel.
El arbovirus (virus transportado por mosquito) que causa la fiebre amarilla afecta en la selva sobre todo a monos (principalmente el araguato (Alouatta seniculus), de cuya sangre lo toma el mosquito que pude picar a los humanos que incursionan en su hábitat.
”Por eso es tan importante seguir lo que se llama el silencio de los bosques, porque cuando mueren los escandalosos araguatos hay una señal de que avanza la fiebre amarilla, y es vital impedir su avance sobre las ciudades”, dijo Valcárcel.
Varios de los síntomas de la fiebre amarilla son comunes a los de la malaria y el dengue, como fiebre alta, escalofríos, dolores musculares y de cabeza, pérdida de apetito, náuseas y vómito. La mayoría de las personas mejoran con líquidos intravenosos y diálisis para la insuficiencia renal.
Muchas de las víctimas mueren porque no llegan a tiempo a centros asistenciales o no acceden a laboratorios donde se diagnostique su mal a tiempo. La medida más eficaz para combatir este flagelo es la vacuna, con efecto de entre 10 años y toda la vida de la persona.
Pero la vacuna debe viajar refrigerada (a cuatro grados) y en el caso de la afectada frontera entre Venezuela y Colombia el transporte y su aplicación tienen un problema adicional, como la presencia de grupos armados ilegales que combaten entre sí y contra las fuerzas de seguridad.
Es una vasta área que trata de controlar el ejército y la policía colombiana y es disputada por las guerrillas izquierdistas, paramilitares de derecha y narcotraficantes.
”Es una frontera muy amplia (de 2.219 kilómetros), con actores de guerra que dificultan el trabajo de vacunación y causan el desplazamiento de personas que huyen del conflicto”, comentó Urbaneja. Seis de las personas muertas en Venezuela procedían de Colombia.
Además de la vacunación, la violencia en la frontera ”dificulta las labores de vigilancia epidemiológica y epizoótica. Hay peligro de que los sanitaristas queden entrampados en esos conflictos armados”, indicó Valcárcel.
La lucha contra el flagelo, añadió el experto, ha comprometido la colaboración de laboratorios de los países afectados y se espera incorporar en breve a Guyana, pues la vigilancia debe abarcar a todos los países de la cuenca amazónica.