Quitarse la vida como forma de protesta o atentado parece cada vez más frecuente y conlleva una fuerte repercusión pública. Pero los suicidios sin móviles políticos, mucho más numerosos, permanecen en el silencio.
Fueron 815.000 muertes en 2000 en todo el mundo, más del doble de las 310.000 provocadas por guerras y conflictos, y superando también los 520.000 fallecimientos por homicidio, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Es un problema de salud pública agravado en las últimas décadas por su expansión especialmente entre los jóvenes. Cada suicidio se acompaña de 10 a 20 intentos frustrados que dejan una estela de discapacidad y otras secuelas, advierte la OMS.
El suicidio es más frecuente en los países industrializados. En Canadá y Estados Unidos, de altos ingresos, la tasa de mortalidad por suicido es 11,6 por 100.000 habitantes, contra 5,6 en los de bajos ingresos, que corresponden a América Latina y el Caribe, registra la OMS.
El desarrollo tan anhelado y que justifica esfuerzos generales conduce a la paradoja de más cantidad de personas renunciando a la vida. Japón y los países nórdicos de Europa también presentan elevadas tasas de suicidio.
El aumento de la incidencia en la juventud apunta en la misma dirección.
En Brasil la tasa de suicidios entre personas de 15 a 24 años en 11 capitales estaduales creció 42,8 por ciento entre 1979 y 1998, alcanzando cinco por 100.000 habitantes, reveló un estudio del Centro Latinoamericano de Violencia y Salud (CLAVES). Y el promedio general subió 27,3 por ciento, llegando a 3,98 por 100.000.
La ”disminución de oportunidades y la dificultad de insertarse en la sociedad”, ante el aumento del desempleo, que parece permanente y ”reduce expectativas positivas de futuro”, son el trasfondo favorable para que los jóvenes ”desistan de la vida”, dijo a IPS la especialista Edinilsa Ramos de Souza, quien coordinó la investigación.
Pero los factores que llevan a sacrificar la propia vida son muchos, complejos, y varían en cada caso, advirtió la psicóloga. La desestructuración de la familia, los conflictos, la pérdida de personas queridas, la depresión, las enfermedades graves y el consumo de sustancias psicoactivas son causas mencionadas por varios expertos a IPS.
”La pérdida de prestigio o de imagen social, sobre todo vinculada a valores morales” es otra motivación, agregó Ricardo González, presidente de la Sociedad de Psiquiatría de Cuba, país que presenta una de las mayores tasas de suicidios en América Latina, 13,6 por 100.000 habitantes en 2001.
En los adolescentes, ”la no satisfacción de las expectativas escolares, ya sean personales o de los padres”, juega asimismo su papel, acotó González.
El anuario estadístico de salud apunta que el suicidio y las lesiones autoinfligidas constituyen la tercera causa de muerte entre jóvenes cubanos de diez a 19 años, con una tasa de cuatro por 100.000.
”La adolescencia es un momento difícil, en la que uno está al mando de un cuerpo que no puede manejar, se pasa por crisis de autoridad, sexualidad e identidad y por eso el mayor número de intentos de suicidio está alrededor de los 20 años”, señaló a IPS Javier Auli, director de psiquiatría en niños y adolescentes de la Universidad Javeriana de Bogotá.
Los intentos de suicidio son la primera causa de hospitalización de adolescentes en el hospital universitario San Ignacio, donde trabaja el psiquiatra, y que atiende principalmente a pacientes de clase media.
Los jóvenes de 12 a 18 años ven al suicidio como algo romántico, señaló el psiquiatra venezolano Luis Alfonzo, coordinador del programa de salud mental del Ministerio de Salud. En Venezuela 1.264 personas se mataron en 2000, la mayoría hombres de 25 a 44 años, un índice de cinco por 100.000 habitantes.
No hay aún datos que prueben los efectos de la crisis política que afecta al país desde 2001, pero ya se registra un aumento de las consultas psiquiátricas y de trastornos precursores del suicidio, como depresión, ansiedad, fobias, obsesiones y caída de la libido, o impulso sexual.
”El venezolano vive descontento desde el 'caracazo'”, estallido social que dejó 500 muertos en 1989, y ”el desempleo, la inseguridad y la polarización política reciente afectaron su salud”, comentó la investigadora Mireya Lozada, del Instituto de Psicología de la Universidad Central de Caracas.
Las crisis económicas no agravan inmediatamente el cuadro, observó el cubano González, basado en antecedentes mundiales de disminución de suicidios en tales momentos.
Lo mismo notó en Argentina Nelly Feldman, presidenta de SOS Un Amigo Anónimo, organización no gubernamental que lleva 35 años asistiendo telefónicamente a personas deprimidas y suicidas potenciales, y recibe unas 40 llamadas diarias.
En la grave crisis económica y social que vivió Argentina entre fines de 2001 y principios de 2002 —al igual que en la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña, en 1982 y en otras situaciones graves—, las llamadas de socorro cayeron, y sólo volvieron aumentar cuando el peor momento había pasado.
En esas ocasiones ocurren movilizaciones sociales, ”la gente que está mal se siente más contenida, tiene espacios en donde comunicarse y ve que a muchos otros les pasa lo mismo”, explicó Feldman.
El índice de suicidios permanece estable en Argentina hace más de diez años: 6,7 por 100.000 habitantes, pero las estadísticas oficiales apuntan un aumento en la franja de diez a 19 años, de 4,7 por 100.000 en 1990 a 8,3 en 2000.
La experiencia de Feldman en SOS le permite notar un incremento de la angustia, la depresión y la violencia.
Para algunos jóvenes el suicidio es ”un paso más en una carrera autodestructiva en la que no falta el alcohol, las drogas y sobre todo la falta de expectativas de futuro”, a causa del desempleo y ”muchas injusticias que viene sufriendo la generación de sus padres”, dijo.
El desempleo y el derrumbe económico acompañaron una explosión de suicidios en Uruguay el año pasado, que lo llevó a una de las más altas de América: 20 por cada 100.000 habitantes.
Uruguay, con 3,3 millones de habitantes, tiene desde hace décadas más suicidios que la media mundial. En 2002 se quitaron la vida 683 personas, en 2001 fueron 505 y en 2000, 586, según el Ministerio de Salud Pública.
El suicidio masculino casi cuadruplica al femenino y las franjas de edad más vulnerables son de 20 a 25 años, de 40 a 44 y entre 60 y 64 años, afirma un estudio del psiquiatra Federico Dajas, publicado en la Revista Médica del Uruguay.
Osirene Melo, quien responde llamadas desde hace 10 años en el servicio del Centro de Valorización de la Vida (CVV) de Belém, capital del septentrional estado brasileño de Pará, observó en los jóvenes más atormentados de los últimos años la dificultad común para obtener el primer empleo.
Las llamadas que recibe en su turno, entre las 23.00 y las 7.00 de la mañana, una vez a la semana, dibujan un escenario de problemas ”emocionales y familiares”.
Pero ”noto un incremento de las incertidumbres y de la perplejidad ante la creciente búsqueda de trabajo sin éxito”, destacó.
* Con aportes de Marcela Valente (Argentina), María Isabel García (Colombia), Patricia Grogg (Cuba), Humberto Márquez (Venezuela) y Diana Cariboni (Uruguay).