Activistas sociales de todo el mundo llegaron al balneario mexicano de Cancún para hacer de sus protestas contra la conferencia ministerial de la OMC una fiesta, pero también una pequeña guerra.
Entre gritos y banderas multicolores, cientos de ellos realizaron este sábado la marcha contra la globalización y la militarización.
Fue una actividad más entre decenas de otras que durante la semana incluyeron actos llamativos y pacíficos, pero también algunos violentos.
Mientras recorrían las calles del balneario sobre el mar Caribe, en el edificio donde se realiza desde el miércoles la V Conferencia Ministerial de la OMC (Organización Mundial del Comercio), delegados de 146 países continuaban negociando, bajo estrictas medidas de seguridad, una declaración final que debería suscribirse este domingo.
Un borrador de la declaración fue distribuido a la prensa este sábado, pero al igual que el texto difundido antes de la cita de Cancún, mantenía entre corchetes varios de sus pasajes, indicando la persistencia de desacuerdos.
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Ajenos a las intensas negociaciones concentradas en los subsidios agrícolas, los manifestantes se propusieron llegar a la lujosa zona hotelera de Cancún donde se reúnen los ministros de Comercio, pero las vallas metálicas y los cordones policiales lo impidieron una vez más.
Entre unos 5.000 altermundistas, globalifóbicos o globalicríticos que llegaron a Cancún para participar en foros paralelos, hay campesinos, sindicalistas, jóvenes y muchos delegados de organizaciones no gubernamentales.
Uno de ellos fue el campesino sudcoreano Kyunghai Lee, quien se suicidó de una puñalada el miércoles, en medio del fragor de una protesta.
Como Lee, varios de los manifestantes no asistían por primera vez a una reunión de organismos internacionales con la intención de expresar repudio al modelo de globalización vigente.
Las protestas de los altermundistas, como prefieren que se los llame, se registran desde la tercera conferencia de la OMC, que tuvo lugar en diciembre de 1999 en la noroccidental ciudad estadounidense de Seattle, donde se enfrascaron con la policía en una batalla campal.
Esa cita, que terminó sin acuerdos para lanzar una nueva ronda de liberalización comercial, es considerada el punto de origen del actual movimiento social contra la globalización.
En Cancún, los altermundistas llamaron la atención por las veladas nocturnas en sus campamentos y la vida comunitaria que establecieron, pero sobre todo por sus llamativas manifestaciones y por algunas, pocas, expresiones de violencia.
Lo llamativo: durante la semana varios jóvenes se desnudaron frente la policía, orinaron en las vallas metálicas de seguridad, representaron actos teatrales en la playa y consiguieron filtrarse a la sede de la conferencia para colocar una enorme bandera donde se leía que se vayan todos.
Algunos manifestantes mostraron su lado violento al destruir ventanales de varias tiendas y agredir en multitud a un policía indefenso.
Estamos en guerra contra los países ricos y la transnacionales que imponen sus intereses a todo el país, declaró Carla Hernández, una joven mexicana que participó en las marchas.
Los que más se quejaron fueron los residentes de Cancún, pues no pudieron asistir a sus lugares de trabajo, el tráfico vehicular resultó afectado y la policía adoptó medidas extremas que obligaban a muchos a ser varias veces revisados cuando caminaban por las calles.
Pero para los ministros, las protestas no representaron ningún problema.
Parte del heterogéneo grupo de altermundistas se hospedó en pequeños hoteles alejados del lujo del Cancún, que colinda con las mejores playas, y otro llegó a tiendas de campaña que se levantaron en parques y centros deportivos.
Pero también hubo activistas que llegaron a lujosos hoteles u obtuvieron un adecuado hospedaje gracias a compras con antelación de paquetes turísticos, armados de forma especial para quienes deseaban protestar en Cancún.
Por ejemplo, el grupo Mexico Solidarity Network, de Estados Unidos, logró traer a Cancún a varios jóvenes a través de su plan rumbo a Cancún, que por 300 dólares incluyó siete días de hospedaje, transporte terrestre local y programa educativo.
Y la organización Organic Consumers Association, también de Estados Unidos, ofreció un paquete por valor de 850 dólares, comprendiendo comidas para cinco días, transporte terrestre y asistencia a seminarios.
La organización Global Exchange hizo algo similar al ofertar el paquete reality tour to Cancún (viaje verdad a Cancún) que por 1.128 dólares incluyó pasaje en avión, hospedaje y material de lectura.