Malasia se convirtió en una potencia económica en los 22 años de Mahathir Mohamad como primer ministro. El costo, según sus críticos, ha sido el autoritarismo, la existencia de presos políticos y de jueces sometidos al Poder Ejecutivo, la corrupción rampante y el culto a la personalidad.
Los 25 millones de habitantes de este país se preparan para el fin de la era de Mahathir el 31 de octubre. Hace casi un año que el gobernante sorprendió a los malasios con su renuncia, la cual postergó ante pedidos de que permaneciera para asegurar una transición ordenada.
”Mahathir quiso renunciar en la cuesta de la ola, cuando su imagen personal y la economía apuntan hacia arriba. Lo sacudió el fin repentino de la era de (el dictador indonesio Alí Suharto en 1998). Pensó que podía terminar igual y renunció para preservar su legado”, dijo a IPS un académico opositor que pidió anonimato.
Los opositores aseguran que las emotivas manifestaciones de apoyo a Mahathir en sus últimos meses como primer ministro son producto de la manipulación. Pero nadie niega, ni siquiera sus críticos, el impacto de su acción de gobierno en la vida y en la sociedad malasia.
Su nombre está estampado en cada símbolo de modernización en Malasia, desde los edificios más altos del mundo hasta los aeropuertos, las carreteras y las telecomunicaciones, pasando por las armas más avanzadas que el dinero puede comprar.
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Los periódicos se dedican en estos días a publicitar los logros de Mahathir: cómo aumentó la cantidad de universidades públicas de dos en 1981 a 16 ahora, la de médicos de 2.000 a 15.300, la de hospitales de 88 a 374, la de automóviles de 200.000 a 4,5 millones…
”Nadie niega el fenomenal impacto de Mahathir en el desarrollo de la economía y de la infraestructura”, dijo a IPS el presidente del centro académico JUST World Trust de la septentrional ciudad de Penang, Chandra Muzzaffar.
Además, agregó Chandra, el gobernante ”dio voz a los pobres y a los oprimidos al tiempo que ampliaba el comercio y la inversión extranjera”. ”No fue mera retórica: él se aseguró de que Malasia se desarrollara rápidamente y permaneciera estable”, sostuvo.
El mayor logro de Mahathir fue la ubicación de Malasia en el concierto internacional, según el presidente del JUST World Trust. El gobernante malasio combinó principios con pragmatismo para ampliar la cooperación Sur-Sur y la integración de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), explicó.
Además, habló en todos los foros que pudo en defensa de los pueblos oprimidos, desde Palestina hasta Iraq, pasando por Bosnia- Herzegovina.
La celebración del Día de la Independencia, el 31 de agosto, fue una ocasión propicia para brindar una despedida al primer ministro saliente.
Mahathir soltó algunas lágrimas mientras miles de personas desfilaban frente a él, los aviones de combate rugían en formación de batalla y los estudiantes leían poesías en que se comprometían a dar continuidad a su legado.
La carrera política de Mahathir concluye en la cima, pero tuvo tantas altas y bajas como una montaña rusa. Las urnas no siempre le sonrieron, e incluso fue echado de su partido, la Organización Nacional de Malayos Unidos (OMNU), por acusaciones de fanatismo.
Su padre era maestro de escuela. Cursó sus primeros estudios en instituciones inglesas y, luego, solicitó sin éxito una beca del gobierno para estudiar abogacía en Londres. ”El derecho aseguraba entonces una carrera en el Estado o en la política”, dijo el historiador Khoo Kay Kim, de la Universidad Malaya.
Mahathir obtuvo una beca para estudiar medicina en la Universidad Malaya de Singapur, que hasta 1965 fue parte de Malasia.
El primer ministro saliente es el primero en ocupar el cargo sin haber estudiado en escuelas de elite ni complementado su formación en Gran Bretaña. ”Su origen humilde, sus experiencias en tiempos de guerra y sus estudios dentro de Malasia formaron su opinión sobre el colonialismo y de la independencia”, dijo Khoo.
Mahathir ejerció la medicina varios años. Después comenzó su carrera política. En 1964, un año después de la independencia, ingresó en el parlamento. Durante su primer año como legislador, solía enzarzarse en acaloradas discusiones con su par Lee Kuan Yew, quien luego se convertiría en primer ministro de Singapur.
El entonces futuro jefe del gobierno malasio se caracterizaba por su extraversión y por sus propuestas para privilegiar a la etnia malaya —58 por ciento de la población—, pues entendía que el régimen colonial había dejado a la comunidad china (24 por ciento) en una situación ventajosa.
El malestar de la mayoría malaya —predominantemente musulmana— se elevó hasta degenerar en la violencia en 1969, año en que Mahathir perdió su escaño parlamentario en las urnas. Además, fue expulsado de la OMNU. En los tres años siguientes se dedicó a la reflexión.
Muchos lo consideraban un cadáver político cuando publicó el controvertido ensayo ”El dilema malayo”, según el cual la pisoteada etnia mayoritaria en Malasia estaba dominada por la apatía y el fatalismo, lo que le impedía asumir cambios que le permitieran competir con la vibrante comunidad china.
Pero Mahathir advirtió que los malayos necesitarían ayuda, no quitándoles parte de su riqueza a los chinos o a extranjeros sino agrandando la torta económica mediante la apertura a la inversión foránea, de la expansión del comercio y de las oportunidades de negocios.
”Mahathir creó una clase empresarial malaya para que compitiera con la china en un pie de igualdad, pero esa clase resultó demasiado dependiente del gobierno. Sin embargo, sus políticas liberales en materia de educación, inversión y comercio ayudaron a crear una gran clase media malaya y malasia”, sostuvo Chandra.
Mientras desarrollaba su visión al frente del gobierno, Mahathir no toleró la oposición y el disenso. Creía que la libertad social y política debían sacrificarse en aras del éxito económico.
Mahathir afrontó el desafío de la OMNU, su antiguo partido, en 1988, y ganó por un margen muy estrecho. Luego de su triunfo, ordenó el arresto de más de 120 opositores a quienes mantuvo tras las rejas sin juicio.
El gobernante malasio aprovechó los años de auge económico, desde 1989 hasta la crisis financiera mundial iniciada en Asia sudoriental en 1997 para ordenar grandes proyectos: aeropuertos, rascacielos, supercarreteras, pistas de carrera de fórmula uno y desarrollo de un gran centro de infraestructura informática.
También impuso la construcción de una capital administrativa completa a un costo de 4.200 millones de dólares, con un opulento palacio incluido.
A pesar de que atrajo el capital extranjero, Mahathir mantuvo sus críticas hacia la globalización, la codicia del Norte industrializado y el neocolonialismo. Así, se convirtió en un destacado portavoz del Sur en desarrollo.
”Puso a Malasia en el mapa del mundo. Fue el principal vendedor del país y su gerente de marca”, sostuvo Khoo.
La crisis económica de 1997 puso al gobierno en entredicho, a tal punto que el viceprimer ministro Anwar Ibrahim desafió a su viejo aliado. Mahathir replicó acusando a los judíos y a los especuladores por la crisis, a la que atribuyó a intenciones recolonizadoras de Occidente.
Pero también tomó medidas prácticas. En el plano económico, estableció controles al flujo de capitales y congeló la cotización del ringgit, la moneda nacional. En el político, cesó a Anwar — quien terminó en la cárcel, acusado de corrupción y de sodomía— y reprimió manifestaciones con la policía antimotines.
Mahathir casi perdió las elecciones generales de 1999. En una singular vuelta del destino, quienes lo salvaron fueron las comunidades no malayas y no musulmanas, que temían la investidura de un gobierno fundamentalista islámico. El respondió con un poema, titulado ”Los malayos olvidan fácilmente”.
Esa circunstancia mejoró la imagen internacional de Mahathir. Los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos también redundaron en su favor: resurgió como líder moderado del mundo musulmán al condenar el terrorismo y los ataques suicidas, aunque también la mecánica de las guerras lanzadas por Washington.
Como dijo el académico opositor que solicitó anonimato, Mahathir ”se va cuando sabe que su lugar en la historia está asegurado”.