Con su huelga de hambre, la líder prodemocrática birmana Aung San Suu Kyi empujó a los gobiernos del sudeste asiático a un rincón incómodo, pues ahora se verán obligados a decidir si apoyan ese acto de coraje o una oprobiosa dictadura militar.
La respuesta será analizada de cerca, luego del gran cambio de la política respecto de Rangún que significó la conferencia en junio de los cancilleres de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), bloque de 10 países, entre ellos Birmania.
En la reunión celebrada en Phnom Penh, la mayoría de los ministros de ASEAN exigieron al régimen birmano la liberación de Suu Kyi, arrestada desde mayo, y la reanudación del diálogo político entre el gobierno y la oposición.
El bloque decidió así un cambio en su política tradicional de evitar interferencias en asuntos internos y procurar un compromiso constructivo con Birmania. Luego, en julio, el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohammad, emitió una fuerte declaración de condena.
Suu Kyi y altos dirigentes de su partido, la Liga Nacional para la Democracia, fueron puestos en custodia militar el 30 de mayo, luego de ser atacados en una localidad al norte de Rangún por personas vinculadas con la dictadura.
El episodio se registró 19 meses después de la liberación de la líder de su anterior arresto domiciliario.
Pero la huelga de hambre de Suu Kyi, de la que dio cuenta el gobierno de Estados Unidos el 31 de agosto, todavía no generó en ASEAN la solidaridad que el bloque había mostrado hacia la líder opositora hace algunos meses.
Por el contrario, el gobierno en la vecina Tailandia despreció la última protesta no violenta de Suu Kyi.
El primer ministro tailandés, Thaksin Shinawatra, dijo el martes que el gobierno birmano está ahora más abierto a la participación de distintos grupos políticos y que si Suu Kyi se muestra obstinada, será peor para ella.
El primer ministro dijo que el régimen (birmano) ha demostrado su sincera disposición a abrirse y que se le debería dar tiempo y apoyo, señaló el diario de lengua tailandesa Matichon, citando a Thaksin.
Activistas políticos birmanos en el exilio están disgustados por la actitud de ASEAN frente a la huelga de hambre de Suu Kyi, que Rangún negó.
Eramos optimistas en junio, por la presión que los cancilleres de ASEAN ejercieron sobre Birmania y las declaraciones posteriores. Pero ahora sospechamos que no fueron sinceros, manifestó Soe Aung, director de asuntos externos de la Red para la Democracia y el Desarrollo, un grupo de exiliados birmanos con sede en Tailandia.
Estamos absolutamente decepcionados, dijo Aung a IPS.
La falta de apoyo inmediato de ASEAN hacia Suu Kyi revela que, aparentemente, el grupo regional coloca sus propios intereses económicos por encima del sufrimiento del pueblo birmano, añadió.
Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exhortó a la junta militar birmana a liberar a Suu Kyi y a otros miembros de la oposición detenidos.
Aunque las restricciones de información impiden confirmarla (la huelga de hambre), el relator especial permanece sumamente preocupado por la detención de Aung San Suu Kyi en un lugar no revelado y por las consecuencias de la detención sobre su salud, declaró el martes Paulo Pinheiro, relator especial de la ONU sobre derechos humanos en Birmania.
El gobierno militar es responsable por la protección y seguridad de la líder, recalcó Pinheiro.
Mientras, organizaciones de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional también manifestaron preocupación.
Según Amnistía, con sede en Londres, el clima político en Birmania se ha deteriorado desde el último arresto de Suu Kyi.
Ha trascendido que los detenidos el 30 de mayo han sido maltratados en prisión y que muchos padecen enfermedades exacerbadas por su actual situación, afirmó la organización, y agregó que más activistas políticos están siendo arrestados.
La Liga Nacional para la Democracia de Suu Kyi obtuvo una arrolladora victoria en los comicios de mayo de 1990, pero el gobierno de entonces desconoció el resultado electoral, prohibió las actividades de la oposición y encarceló o desterró a sus líderes.
Suu Kyi, hija del héroe anticolonialista Aung San, fue condenada a prisión domiciliaria e incomunicada. Desde entonces fue liberada y detenida innumerables veces.
Según informes, la junta mantiene más de 1.300 presos políticos, incluso parlamentarios elegidos.
A esto se agregan denuncias comprobadas de trabajos forzados, desplazamiento forzoso de minorías étnicas y violaciones sistemáticas de mujeres y niñas por militares birmanos. En el ejército, de 350.000 efectivos, se incluyen 70.000 niños soldados.
En consecuencia, observadores de Birmania consideraron una farsa las declaraciones realizadas el sábado por el nuevo primer ministro birmano, general Khin Nyunt, en el sentido de que Rangún retomaría el camino de las reformas políticas y la reconciliación.
No es más que propaganda. La llamada 'hoja de ruta' (de los militares) para pacificar Birmania es repugnante, declaró a IPS Asda Jayanama, un antiguo diplomático tailandés en Rangún.
Los líderes de ASEAN tampoco se dejaron impresionar por las promesas de los militares birmanos, a juzgar por el endurecimiento de su actitud hacia Rangún desde junio.
Pero queda por ver hasta qué punto ASEAN está dispuesta a presionar al gobierno birmano, advirtieron exiliados y activistas. (