La popularidad del presidente de Argentina, Néstor Kirchner, que logró aumentar de modo superlativo en sólo 100 días de gobierno, puede caer abruptamente si demora en atacar problemas acuciantes como el alto desempleo y la pobreza extrema.
El economista y asesor del gobierno Eduardo Curia admitió que la pobreza y la caída del empleo son los retos más grandes de esta administración y que para ver resultados en este campo habrá que esperar a que se alcance un acuerdo plausible con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A pesar de ello, Jorge Ceballos, líder de la organización de desempleados Barrios de Pie, entiende que el gobierno de Kirchner consiguió diferenciarse de sus antecesores, aunque aún no se registren cambios de fondo en los indicadores sociales.
Hay signos positivos de un claro enfrentamiento con las corporaciones y contra el modelo neoliberal, dijo este dirigente de uno de los sectores más afectados por la crisis, que los llevó a protestar con cortes de calles y rutas y por lo cual también se los conoce como piqueteros.
El colapso económico de diciembre de 2001, que arrasó con el gobierno de Fernando de la Rúa a la mitad de su mandato de cuatro años, llevó la pobreza a 54,7 por ciento de los 37 millones de argentinos.
También entonces se disparó el desempleo que, luego de pasar 21 por ciento de la población económicamente activa, se sitúa hoy en 15,6 por ciento, mientras que otro 19,8 por ciento trabaja en la economía informal o afronta distintas dificultares laborales.
Kirchner llegó al gobierno el 25 de mayo con apenas 22 por ciento de los votos válidos, pero su imagen positiva creció hasta 90,9 por ciento y su gestión superó las expectativas de 81,4 por ciento de los consultados, mientras que adhirieron a ella 71,4 por ciento, según la firma consultora Equis.
Uno de los atractivos es su estilo presidencial, atípico, de irrumpir donde nadie lo espera, como ocurrió semanas atrás en un geriátrico derruido, o mezclarse entre la gente, una actitud que desquicia a sus custodios y que le costó dos marcas en la frente por golpes involuntarios de cámaras de fotógrafos.
Así, el optimismo creció ante la perspectiva de mejoras socio- económicas, luego de tomar rápidas e inesperadas medidas para facilitar el juzgamiento de quienes violaron los derechos humanos en la dictadura (1976-1983), atacar la corrupción y remover las direcciones de las fuerzas de seguridad, entre otras acciones.
Una medición al respecto realizada este mes por la consultora Ibope indicó que el optimismo de los encuestados llegó a 20 en una escala de 0 a 100 puntos, muy lejos de los indicadores negativos de tres puntos en 2001 y de hasta de 16 el año pasado.
A ello también contribuye que los líderes políticos, sindicales y sociales otrora más críticos con sus antecesores elogian hoy sin tapujos la forma directa que mostró Kirchner en sus primeras medidas de gobierno.
Tal es el caso de la presidenta de la asociación humanitaria Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, o de Víctor de Genaro, el secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), la organización de sindicatos más contestataria de las dos existentes en el país.
Bonafini destacó los gestos del mandatario en favor de la justicia, respecto de la represión ilegal, y De Genaro el hecho de que por primera vez un presidente se interese por escuchar las propuestas diseñadas por la CTA para hacer crecer la economía a través de la mejor distribución del ingreso.
Kirchner obtuvo el mayor apoyo a través de mostrar una gestión abierta y eficiente para solucionar problemas, económicamente independiente de los organismos multilaterales de crédito y las grandes empresas, y decidida a terminar con la corrupción y con la impunidad de militares que violaron los derechos humanos.
No obstante, los planes socioeconómicos del gobierno no permiten hasta ahora vislumbrar resultados igual de contundentes.
La misma encuesta de Equis señala que 67,3 por ciento de los consultados no observa medidas destinadas a luchar contra el desempleo y 78,3 por ciento sigue esperando una política para abatir la pobreza.
Para el economista Curia, el acuerdo que negocia el gobierno con el FMI resultará clave para salir de una fase de desaceleración económica.
La discusión pasa por el modo que afrontará Argentina los próximos vencimientos de deuda o si está en condiciones de refinanciarla, y el nivel de superávit fiscal que está dispuesta a comprometer, entre otros asuntos.
El gobierno se manifestó decidido a no usar las reservas monetarias para pagar los vencimientos del 9 de este mes y reclama renegociar los plazos de pago.
Asimismo, se compromete a alcanzar un superávit fiscal de tres por ciento del producto interno bruto, por debajo de las expectativas del FMI.
Si Argentina consigue un acuerdo plausible en el corto plazo se puede tener una expansión interesante y al final de la gestión se podrá aspirar a un desempleo todavía alto, pero de un dígito, vaticinó Curia en referencia a poder bajar la desocupación por debajo de 10 por ciento de los activos.
Pero reconoció que Kirchner acciona en otros ámbitos para mantener su popularidad.
Luis Szklar es un pequeño empresario votante de Kirchner que se manifiesta satisfecho con la política de derechos humanos y espera una reactivación genuina de la economía.
Hay que tener paciencia, ir resolviendo los problemas centrales y paralelamente implementar políticas activas para las pequeñas y medianas empresas, que son el motor del empleo, comentó Szklar a IPS.
Las proyecciones oficiales, confirmadas por consultores privados, prevén el crecimiento en torno a seis por ciento para este año, muy lejos ya de la caída de 20 puntos porcentuales acumulado en los últimos cuatro años.
Esa reactivación es considerada por algunos economistas críticos como el rebote normal que sigue a una caída muy fuerte como la registrada en este país.
Así opinó el economista Carlos Melconián, quien fuera candidato a ministro de Economía si hubiera ganado las últimas elecciones el ex presidente Carlos Menem (1989-1999).
Melconián consideró que ese rebote debe ser aprovechado para acordar con el FMI, compensar a los bancos por la última crisis financiera, aumentar las tarifas de servicios públicos y tender así a recrear un clima que atraiga nuevas inversiones para dar mayor impulso a la economía.
Pero Szklar cree que esas inversiones, en caso que llegaran, no van a producir la reactivación y el crecimiento que esperan los pequeños empresarios.
Sólo van hacer los mismos negocios que enriquecieron a grandes empresas, bancos y (empresas de servicios públicos) privatizadas en los años 90. Los mismos negocios para los mismos sectores, cuestionó el empresario.
El sociólogo Atilio Borón, profesor de Teoría Política de la estatal Universidad de Buenos Aires, señaló a IPS que, si el presidente quiere consolidar la popularidad que tiene, deberá desoír las recomendaciones del FMI y elaborar una estrategia de crecimiento con distribución del ingreso.
Hasta ahora hubo pasos en esa dirección, un mensaje que indica que se está cambiando el rumbo -neoliberal- que tuvo la economía en los últimos años. El ritmo de ese cambio puede ser más lento o más acelerado, pero lo importante es la dirección del cambio para después ir profundizándolo, opinó. (