Cuando el gobierno de Sri Lanka y los rebeldes tamiles pactaron un cese del fuego en febrero de 2001, decenas de empresarios del sur se trasladaron a la septentrional ciudad de Jaffna en busca de oportunidades comerciales, para esperanza de los residentes locales.
Los empresarios llegaron en grandes números a esa zona habitada por la minoría étnica tamil y devastada por la guerra, prometiendo emprendimientos industriales y empleos.
"Por algunas semanas, hubo un tráfico inusualmente intenso", recordó el propietario de un pequeño comercio sobre la ruta entre el centro de Jaffna y el aeropuerto militar de la ciudad.
Un año y medio después, no sólo se acabó la euforia, sino también la esperanza de prosperidad económica y paz permanente, dado que las conversaciones de paz entre los rebeldes y el gobierno están suspendidas desde abril.
La septentrional península de Jaffna es la zona de Sri Lanka más afectada por el conflicto de 20 años entre los insurgentes Tigres de Liberación de Tamil-Eelam y Colombo. La zona no ha recibido ningún beneficio tangible en inversiones privadas ni públicas procedentes del sur, de mayoría cingalesa.
Pese a las numerosas visitas de empresarios y miembros de cámaras de industrias del sur desde el inicio de las últimas conversaciones de paz, en septiembre de 2002, todavía no se estableció ni una sola industria en la zona, lamentó Markadu Ramadasan, presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Yarlpanam, en Jaffna.
Apenas tres pequeñas industrias se establecieron en la ciudad de Jaffna, todas pertenecientes a empresarios locales, señaló el periodista S. Kuganathan.
Kuganathan recordó que entre 200 y 300 empresarios llegaron del sur y sembraron esperanzas de nuevas industrias. "Ahora, la gente está tan preocupada que teme un retorno a la guerra", dijo.
La península de Jaffna, con cerca de medio millón de habitantes, necesita desesperadamente revivir su sector industrial, alguna vez próspero, y crear empleos.
La única señal visible de actividad en Jaffna es el comercio de artículos de consumo masivo llevados por empresas de Colombo, como Coca-Cola, alimentos procesados, prendas de vestir, refrigeradores, lavadoras, cocinas, televisores, radios y videograbadores.
La demanda de teléfonos móviles registró un aumento astronómico, y los supermercados pertenecientes a firmas con sede en Colombo también se multiplicaron rápidamente.
Sin embargo, el aumento del nivel de consumo debido a las remesas de tamiles radicados en el exterior no ha logrado recuperar la economía del norte y este de la isla, dañada por la guerra.
"Hubo un aumento del comercio, pero no inversiones reales que puedan crear industrias y generar empleo", señaló Kethesh Loganathan, director de la división de análisis de guerra y paz del Centro de Políticas Alternativas, un equipo de expertos con sede en Colombo.
Los fuertes impuestos revolucionarios, sumados a los del gobierno, también desalientan las inversiones. Lo que más molesta a los residentes de Jaffna es que las industrias del sur del país, pertenecientes casi todas a la mayoría cingalesa, dieron falsas esperanzas a la región tamil.
"Por primera vez en 20 años, vimos un rayo de luz entre las nubes. Creímos que el desarrollo llegaría rápidamente, pero no fue así", comentó un funcionario público jubilado, que solicitó reserva.
El 25 de julio se cumplió el vigésimo aniversario del comienzo de una masacre de 400 tamiles en Colombo y sus alrededores, un acontecimiento que cambió el curso de la historia nacional.
A medida que crecía la rebelión, Jaffna, alguna vez el bastión de los Tigres de Tamil, se transformó en escenario de sangrientas batallas entre los rebeldes y las tropas del gobierno.
La economía de la península, que antes representaba una parte importante del producto interno bruto, se arruinó a causa de la guerra.
La región tenía grandes industrias que producían cemento, textiles, soda cáustica, vidrio, aluminio y hielo, además de pequeñas y medianas industrias, pero la guerra provocó la ruina de todas.
Alguna vez, la región abasteció 40 por ciento de la demanda de pescado del sur, y también proveyó de arroz, verduras y mangos en grandes cantidades al resto de la isla.
La agricultura y la pesca se recuperaron en cierto grado el año pasado, pero esos sectores, los únicos activos en los últimos meses, recibieron escasa atención en una conferencia de donantes realizada en junio en Tokio, que prometió 3.000 millones de dólares para la región.
"La conferencia se concentró en la infraestructura y en grandes inversiones para generar empleo y aliviar la pobreza, pero prestó poca atención a los medios de vida tradicionales", lamentó Nimalka Fernando, una activista de los derechos humanos de Colombo.
Jaffna no es la única región de Sri Lanka que sufre la falta de inversiones. El primer ministro Ranil Wickremesinghe criticó en julio a la comunidad empresarial por no invertir lo suficiente pese a generosos incentivos fiscales.
La incertidumbre política es la causa de la renuencia de los inversores, y esta situación empeoró con la suspensión de las conversaciones de paz.
Pero Ramadasan rechazó ese argumento y señaló que el riesgo forma parte de la estrategia empresarial. "Los empresarios siempre asumen riesgos. No queremos grandes inversiones, sólo apoyo del sur para revivir las pequeñas y medianas industrias", dijo.
Lo que se precisan son inversiones conjuntas entre cingaleses y tamiles, opinó Loganathan.
"Esto aseguraría la continuidad de las inversiones, aun si se reanudara el conflicto", dijo.