Shunsuke Yoshioka, escritor de cuentos para niños, cayó en una profunda depresión hace tres años cuando perdió su cargo ejecutivo en una gran compañía de seguros.
Ganaba bien, me enviaban al exterior, vivía holgadamente. Pero luego fui despedido y sentí que ya no valía nada. Cada día era como un agujero negro, explica el japonés de 48 años.
Pero una visita al Centro para Hombres, un grupo de apoyo con sede en la meridional ciudad de Osaka, cambió su vida para siempre.
Una larga reunión con el director me hizo ver que había sacrificado demasiado por mi trabajo, y que por primera vez en la vida, podía sentirme liberado y ser yo mismo, contó.
Ser él mismo significó, entre otras cosas, difundir que la vida de un hombre japonés es mucho más que su trabajo y sus vínculos vitalicios con una empresa, con frecuencia en detrimento de la vida familiar y de la recreación.
La experiencia de Yoshioka lo llevó a incluir ese mensaje en su producción literaria. En sus libros, basados en el tema Lágrimas, dice a sus pequeños lectores que los varones tienen derecho a llorar y que no deben tratar de parecer fuertes todo el tiempo. Sus cuentos se han vuelto inmensamente populares.
Mis libros, coproducidos con mi esposa, rompen con la idea tradicional de que los hombres deben reprimir sus emociones y sólo trabajar duro, explicó.
Paradójicamente, la sociedad japonesa está dominada por los hombres pero éstos se convierten en sus víctimas, añadió el escritor.
El Centro para Hombres, lanzado en 1995, marcó el primer intento masculino por reformar un estilo de vida dependiente del trabajo, mediante la creación de conciencia sobre esa situación y el apoyo psicológico.
Este movimiento ganó influencia en todo el país. Actualmente hay en Japón más de 10 centros que ofrecen servicios de apoyo e intentan promover un estilo de vida más libre para los asediados hombres japoneses, informó Yoshioka.
Esta reacción masculina parte del lado oscuro del milagro económico de Japón, basado en un ejército de asalariados que dedicaban su vida a una empresa y dejaban a sus mujeres al cuidado de la familia. Este sistema cobró muchas víctimas de ambos sexos, explicó Kimiyo Ito, profesor de sociología de la Universidad de Osaka.
Yoshioka recordó que, cuando estaba empleado en la compañía de seguros, no hacía más que trabajar.
Era un 'samurai' que respondía al grupo con lealtad de guerrero. No practicaba ninguna actividad que no tuviera conexión con la compañía, y todos mis amigos eran compañeros de trabajo. En consecuencia, muchas veces debía ocultar mis sentimientos en aras de la armonía grupal, recordó.
Pero romper con la tradición no es fácil en Japón. Yoshioka gana hoy mucho menos que cuando estaba empleado, aunque dice estar feliz.
Asimismo, los hombres que no tienen un empleo regular o se niegan a hacer horas extras para poder estar con su familia, tienen menos posibilidades de ascender en su trabajo.
Es difícil dar la espalda a los beneficios materiales de un trabajo estable, pese al sacrificio que implica, expresó Hiroshi Miyamoto, de 59 años, que trabaja en una empresa automovilística y está ansioso porque llegue su fecha de jubilación, el año próximo.
Sin embargo, no hay duda de que más hombres toman medidas revolucionarias para hacer su vida más interesante.
Los nuevos talleres del Centro para Mujeres, que organiza conferencias y seminarios sobre cuestiones de género, están dirigidos a hombres de edad y ofrecen actividades como cocina, que se han vuelto populares, explicó Shinichi Kato, directora de la institución.
Es difícil hacer que los hombres mayores participen en asuntos como la violencia doméstica o la salud reproductiva. Nuestro objetivo es promover la igualdad de género, dijo Kato.
Otro motivo de los cambios sociales es la creciente independencia de las mujeres, que cada vez más se animan a iniciar los trámites de divorcio, alegando falta de comunicación con sus esposos.
El número de divorcios de parejas que estuvieron casadas más de 20 años fue de 45.436 en 2001, frente a 39.614 el año anterior.
Los japoneses de mediana edad se están percatando de que deben satisfacer las aspiraciones de sus esposas, y esto es todo un logro para una generación de hombres que fue educada únicamente para probar su valor y ganar el pan de su familia.
Es muy difícil para ellos. Para muchos, el ajuste implica cambiar un modo de pensar que nunca antes habían cuestionado, destacó Ito. (