Raúl Zurita, para muchos el mayor poeta actual de Chile, rompió tres años de silencio editorial con ”INRI”, un testimonio lírico de los dolores que regresan en este país en vísperas del aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
El poeta, Premio Nacional de Literatura de 2000, se hace eco en su último libro de las crecientes cuotas de verdad que han ido surgiendo en este país desde 2001 acerca de los crímenes contra los derechos humanos cometidos durante la dictadura que encabezó el general Augusto Pinochet de 1973 a 1990.
”Sorprendentes carnadas llueven del cielo/ Sorprendentes carnadas sobre el mar/ Abajo el océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro…”, señala uno de los poemas de ”INRI”, que Zurita recitó el 25 de este mes en la presentación de su obra.
Las ”carnadas” que llueven desde el cielo son los cuerpos de los detenidos-desaparecidos que, según revelaciones de las propias Fuerzas Armadas, fueron arrojados a mares, ríos y a cráteres de volcanes.
”INRI es la inscripción de la pasión del sufrimiento y sobre todo el sueño de una resurrección”, dijo el poeta al diario estatal La Nación.
Los paisajes de Chile son a la postre la tumba de estos desaparecidos ”y el amor de los paisajes es lo único que los ha acogido”, agregó Zurita.
Nacido en Santiago de Chile en 1951, Zurita estudió ingeniería civil en Valparaíso y fue preso político tras el golpe de 1973. Torturado en las bodegas del ”Maipo”, un buque de una empresa comercial, se caracterizó durante el régimen de Pinochet por sus acciones artísticas de protesta y denuncia.
En una ”performance” que realizó hacia fines de la década del 70 frente al Museo de Bellas Artes se quemó el rostro con ácido, se masturbó en público e intentó cegarse.
Los estudiosos destacan el carácter mítico de su poesía que adquiere también a menudo tonalidades místicas, en tanto recurre al salmo, la elegía, el versículo, aunque la temática de su creación es más bien ”profana”.
Zurita ha escrito los poemarios ”Purgatorio” (1979), ”Anteparaíso” (1982), ”Canto a su amor desaparecido” (1986), ”El amor de Chile” (1987), ”Selección de poemas” (1990), ”La vida nueva” (1994), ”Poemas militantes” (2000) y ”Sobre el amor y el sufrimiento” (2000).
Con ”INRI” reactualiza la impronta contestataria de su poética, donde recoge la angustia existencial de todo un país que, como en un brusco despertar, tuvo hace dos años de parte de los propios militares la ratificación de que en Chile se había asesinado y desaparecido a presos políticos.
”El poeta estremece desde el principio con su mensaje lacerante que obliga a recorrer la geografía de nuestro país por el camino de la tragedia y el horror de las violaciones a los derechos humanos perpetradas durante la dictadura militar”, dijo la periodista Leyla Ramírez.
En Chile se perpetraron unos 3.000 crímenes contra los derechos humanos, que incluyen a 1.200 víctimas de desapariciones forzadas y 1.800 asesinados por los aparatos represivos del régimen de Pinochet.
Hasta fines de la pasada década, las Fuerzas Armadas negaban validez a las denuncias que las responsabilizaban por las violaciones de los derechos humanos y sobre todo sostenían que ignoraban la suerte de los desaparecidos.
Fue sólo en 1999 que los militares aceptaron compartir una mesa de diálogo con abogados defensores de las familias de las víctimas y otros representantes civiles, para acordar un sistema de información y comenzar a descorrer ese velo de misterio.
En enero de 2001, al culminar un proceso instituido a partir de los acuerdos de la mesa de diálogo, el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía de Carabineros revelaron que los cuerpos de numerosos desaparecidos habían sido arrojados al océano Pacífico desde helicópteros.
Zurita rompió su silencio precisamente para ”sepultar” con su poesía los cuerpos de esas víctimas que continúan insepultos.
”Chile es un país que como sociedad está empezando a tomar conciencia del dolor increíble que se infligió a otros seres, de los crímenes que aquí se cometieron. Pero es un proceso mucho más profundo y mucho más hondo”, señaló el poeta.
”La poesía lo único que puede hacer es enseñarnos a mirar de nuevo los paisajes en donde están esos restos (de los desaparecidos). Tal vez cuando miremos de nuevo, esos cuerpos realmente serán sepultados, porque paisaje y experiencia humana se habrán finalmente reconciliado y serán uno”, agregó.
”La poesía lo que hace es cumplir simbólicamente con el rito del entierro en nombre de una sociedad que no ha podido ni ha querido hacerlo”, explicó el poeta.
Para Zurita, la experiencia de escribir ”INRI” fue muy fuerte, muy dolorosa, pero a la vez un intento de abrir un camino para que los chilenos puedan reconciliarse con su propia historia a fuerza de versos.
”Oí torbellinos de peces devorando las carnes rosa de sorprendentes carnadas/ Oí millones de peces que son tumbas con pedazos de cielo adentro,/ con cientos de palabras que no alcanzan a decirse,/ con cientos de flores de carne roja y pedazos de cielo en los ojos”, dice en su poema El Mar.
Y, en Flores, escribe: ”Está el desierto de Chile/ Hay un barco en medio del desierto y una mujer dejándole flores/ Las piedras gritan/ Nadie, salvo las piedras, son capaces de gritar así/ Las flores también gritan,/ pero solo cuando las dobla el viento”. (