El gobierno de India teme nuevos enfrentamientos entre hindúes y musulmanes a raíz de los atentados con bomba en Mumbai (ex Bombai), la capital financiera de India, que dejaron al menos 50 muertos.
Las autoridades aplicaron estrictas medidas de seguridad en esa ciudad y alertaron a la policía en los aeropuertos, estaciones ferroviarias y sitios religiosos, mientras investigan quiénes estuvieron detrás de las cuatro explosiones registradas el lunes, que dejaron además 150 heridos.
Entre tanto, el estado de Maharashtra, cuya capital es Mumbai, se apresuró a incrementar la seguridad en sus instalaciones vitales y a intensificar la patrulla policial de comunidades consideradas sensibles.
Ninguna organización se responsabilizó por los atentados, pero algunos funcionarios sugirieron que podría tratarse de un grupo islámico respaldado por milicianos de Pakistán, el tradicional rival de India.
India y Pakistán ya pelearon tres guerras abiertas y una no declarada por Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, al igual que la población paquistaní.
Desde 1986, guerrilleros islámicos luchan por la separación de Cachemira. Nueva Delhi acusó a Islamabad de respaldar militar y económicamente a los separatistas y los atentados que cometen, pero el gobierno pakistaní afirma que sólo les brinda apoyo moral y diplomático.
Sin embargo, Nueva Delhi se cuida de diferenciar entre los grupos armados establecidos en territorio pakistaní y sus anfitriones desde que el primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, extendió una mano de paz a Islamabad en abril.
Esta actitud contrasta con la anterior predisposición de India a atribuir todo atentado o acto de sabotaje perpetrado en su territorio a grupos respaldados por Islamabad.
Luego del ataque contra el parlamento indio de diciembre de 2001, por ejemplo, Nueva Delhi no sólo culpó a Pakistán sino que inició un despliegue militar en la frontera que llevó a ambos países al borde de una cuarta guerra, esta vez armados de bombas nucleares.
Ante los últimos atentados en Mumbai, el gobierno de Pakistán se apresuró a condenarlos y a calificarlos de actos de terrorismo.
Una de las bombas explotó en la Puerta de India, un monumento histórico situado frente al mar, y la otra en la próspera feria de Zaveri, conocida por el comercio de oro y diamantes.
Además de Maharashtra, otros estados con importante población musulmana, incluidos el vecino Gujarat, Bengala Occidental, Haryana y Delhi, dispusieron estrictas medidas de seguridad, que incluyen la inspección de vehículos.
Los atentados del lunes recordaron a los habitantes de Mumbai una serie de explosiones que sufrieron en 1993, como parte de una ola de violencia sectaria originada en la demolición de una mezquita del siglo XVI en Adyodhya, en el septentrional estado de Uttar Pradesh, por fundamentalistas hindúes.
Al menos 2.000 personas murieron en los enfrentamientos interreligiosos posteriores a esa demolición.
Los hindúes constituyen 83 por ciento de los 1.000 millones de habitantes de India, y los musulmanes forman la mayor de las minorías religiosas, con 11 por ciento.
Muchos hindúes creen que la mezquita destruida, llamada Babri Masjid, fue construida por musulmanes sobre las ruinas de un templo que marcaba el sitio de nacimiento del dios hindú Rama, hace 10.000 años.
Desde la destrucción de la mezquita, políticos hindúes de India promueven la construcción de un gran templo a Rama en el sitio. Esta campaña ayudó al hinduista Partido Bharatiya Janata (BJP) a llegar al poder en 1998.
Pero la Alta Corte de Uttar Pradesh detuvo los planes de los promotores de la construcción del templo.
El tribunal encargó una investigación al instituto Estudios Arqueológicos de India (ASI), y éste determinó que Babri Majid no estaba construida sobre un templo hindú, sino sobre otra mezquita.
Sin embargo, la Alta Corte todavía no se expidió sobre la propiedad del sitio, y remitió el informe de ASI a otros expertos, que tienen un plazo de seis semanas para analizar y comentar las conclusiones.
Los atentados del lunes coincidieron con la publicación del informe de ASI por el tribunal.
Aunque las conclusiones del estudio no tienen carácter obligatorio, pueden exacerbar el resentimiento entre las dos principales comunidades religiosas de India sobre un asunto que ha sido causa de un profuso derramamiento de sangre.
El incendio por musulmanes de un tren en que regresaban cientos de peregrinos hindúes desde Ayodhya, en febrero de 2002, desató una ola de violencia en el occidental Gujarat en que murieron unos 2.000 musulmanes a manos de fanáticos hindúes. El atentado al tren había dejado 60 pasajeros muertos.
Los ataques contra la minoría islámica en Gujarat también obligaron a 150.000 musulmanes a abandonar sus hogares, en los peores enfrentamientos comunales registrados desde la partición del subcontinente indio en India y Pakistán en 1947, según organizaciones religiosas.
Recientes actos de sabotaje en Mumbai, como la explosión en marzo de una bomba en un tren suburbano, que mató a 12 personas, fueron atribuidos a musulmanes en busca de venganza por las matanzas de Gujarat. (