El Congreso Nacional Africano (CNA), gobernante en Sudáfrica, pasa por un momento delicado dadas las denuncias de corrupción contra el vicepresidente Jacob Zuma. Pero sea cual sea el resultado, el episodio no afectará el futuro del partido.
Nacido en la provincia de KwaZulu-Natal, Zuma es, al igual que el presidente Thabo Mbeki, un dirigente del CNA exiliado por su militancia contra el apartheid, sistema de segregación racial institucionalizada en perjuicio de la mayoría negra que rigió en Sudáfrica hasta 1994.
Sus historial incluye la participación en la milicia antiapartheid Umkhonto we Sizwe (Lanza del Pueblo) y la jefatura de la unidad de inteligencia del entonces proscripto CNA en Zambia. Tras las elecciones de 1994, se convirtió en un hábil negociador que dirigió la economía de KwaZulu Natal.
También conduce, como vicepresidente, el gubernamental Movimiento de Regeneración Moral, constituido el año pasado para luchar contra la corrupción y la criminalidad.
Zuma es investigado ahora por la policía. Se lo acusa de ofrecer, a cambio de 67.000 dólares, protección a la empresa de armas francesa Thales frente a las investigaciones sobre un contrato entre esa firma y el gobierno por 3.600 millones de dólares.
El CNA se compone de dirigentes conservadores, nacionalistas radicales, comunistas, capitalistas y sindicalistas. Mbeki abrevó en la tradición comunista y ahora abraza la Tercera Vía de otros estadistas como el británico Tony Blair, el alemán Gerhardt Schroeder y el ex presidente estadounidense Bill Clinton.
La Tercera Vía postula, en lo económico, la búsqueda de un equilibrio entre el individualismo económico y la solidaridad social, así como convertir la globalización en un proceso beneficioso para el mundo en desarrollo.
Zuma, un nacionalista radical, no está muy identificado con las ideas de Mbeki, si bien hace gala de su lealtad hacia la figura del líder. El vicepresidente y el ministro de la Presidencia, Essop Pahad, son los portavoces de Mbeki ante el parlamento.
Por otra parte, las versiones sobre una supuesta aspiración de Zuma a la presidencia le parecen inverosímiles a la mayoría de los observadores.
Las actuales tensiones en el CNA no enfrenan a facciones aliadas de o enfrentadas con Zuma, sino que se trata de choques inevitables entre varios grupos de interés que se disputan posiciones e influencia en la organización.
El CNA gobierna con el respaldo de la federación sindical Cosatu y de los comunistas sudafricanos.
Si Zuma resulta absuelto, la Tierra no temblará. Pero si termina condenado, Mbeki deberá afrontar un dilema: desalojar de la vicepresidencia al funcionario a cargo de la regeneración moral de la nación sudafricana o dejar que la ley y la conciencia de su socio sigan su curso.
De cualquier modo, la presidencia tiene las de ganar. El respaldo de la provincia de KwaZulu Natal al gobierno, representada por Zuma, no es esencial para el mantenimiento del CNA en el poder. Mucho más importante es el apoyo masivo de los sindicalistas y el aporte intelectual de los comunistas.
Pero la alianza de gobierno parece destinada a romperse catastróficamente más allá de las elecciones del año próximo, no por la situación de Zuma sino por la afinidad de Mbeki con los empresarios y la economía de mercado.
Sudáfrica es uno de los países con mayor desigualdad entre ricos y pobres, un dato que difícilmente cambie antes de las elecciones.
El destino de Zuma tampoco cambiará significativamente el creciente carácter de partido de clase media del CNA, si bien podría significar el surgimiento de un candidato presidencial más izquierdista y que permitiría conservar la alianza con comunistas y sindicalistas más allá de 2004. (