El dueño de seis grandes burdeles de la capital de Tailandia, Chuwit Kamolvisit, reveló ante el público sus actividades ilegales pero, lejos de causar escándalo o de quedar encarcelado, recibió aplausos por desnudar la corrupción policial.
Muchos de los prostíbulos de esta ciudad de seis millones de habitantes, como Emanuelle, Poseidon, Hi-Class y Copa Cabana, ocupan grandes edificios de hasta ocho pisos sobre la céntrica avenida Ratchadaphisek, y están señalados con brillantes marquesinas de neón.
La escena se repite miles de veces cada noche. Filas y filas de pálidas tailandesas en vestidos ceñidos permanecen sentadas detrás de un ventanal, esperando que los clientes las elijan. El servicio se denomina masaje, como en muchos otros lugares del mundo donde la prostitución es ilegal, y suele incluir un baño de espuma antes del acto sexual.
Los prostíbulos de Bangkok, la capital del turismo sexual asiático, concentran desde comienzos de este mes la atención de la prensa nacional porque Chuwit admitió en la prensa haber sobornado a policías para abrir y mantener en actividad sus seis salas de masaje, en las que trabajan 1.000 mujeres.
Las declaraciones de Chuwit, bautizado por la prensa el rey del sexo comercial, ganaron la portada de los periódicos. La cobertura de los acontecimientos es cada vez más surrealista, dada la magnitud de los sobornos que se habrían pagado, tanto en dinero como en servicios y en especie.
Solía comprar cargamentos enteros de relojes Rolex para obsequiarlos a oficiales de policía. Se los llevaba en bolsas negras de plástico, dijo Chuwit en su primera andanada. Luego, estimó que paga sobornos por 287.000 dólares mensuales.
Chuwit aseguró el domingo 20, en lo que se ha convertido en un ciclo de conferencias de prensa diarias, que convidó en sus burdeles a oficiales de la División de Supresión del Delito de la policía. Si hubieran pagado por el servicio, cada factura habría ascendido a casi 500 dólares, informó el diario The Nation.
Pero la policía negó enfáticamente la acusación luego de una investigación interna.
Las denuncias públicas de Chuwit, formuladas a ritmo de montaña rusa, incluyen momentos dramáticos. Un día, afirmó que lo habían secuestrado. La policía lo acusó de inventar el incidente y lo arrestó, pero luego debió liberarlo bajo fianza.
Todo el episodio retrata la actitud de los tailandeses frente a la ley y el orden. La ciudadanía supo que Chuwit cometía delitos al administrar comercio sexual a gran escala, pero eso no causó alarma pública. Tampoco hubo críticas hacia el modo en que aprovechó las lagunas legales para construir su imperio.
La Ley de Prevención y Supresión de la Prostitución, vigente desde 1999, castiga con entre tres y 15 años de prisión y entre 1.4300 y 7.170 dólares de multa a quien posea, supervise o administre un negocio de prostitución o controle a las mujeres que trabajan allí.
Pero en algunos ámbitos Chuwit es considerado un héroe por encabezar una supuesta campaña pública contra la corrupción policial, a pesar de que es acusado de explotar a menores de edad en sus burdeles, entre otras ilegalidades.
Los tailandeses, en general, creen que la corrupción policial está muy extendida en el país, sostuvo el periodista Chang Noi, columnista de asuntos políticos y sociales del diario The Nation. Una encuesta estatal concluyó hace tres años que la policía era el organismo público considerado más corrupto, recordó Chang.
La policía realizó hace unos meses redadas en casinos ilegales. En uno de ellos, los agentes se encontraron con un colega suyo que esgrimía una pistola y que gritó algo así como: '¿Nunca estarán satisfechos? ¡Ya les pagué demasiado!' Entonces, amenazó con dispararles, escribió el periodista.
Las claves del problema son la corrupción y la poco estricta aplicación de la ley, dijo a IPS un abogado que solicitó reserva sobre su identidad.
También ayudan las lagunas normativas. Tener salas de masaje es legal, y los proxenetas aprovechan eso, dijo la coordinadora de la no gubernamental Fundación para las Mujeres de Bangkok, Usa Lerdsrisuntad.
En las redadas policiales, es frecuente que el arrestado sea el encargado de administrar el establecimiento y no su propietario, que puede declararse ignorante de lo que ocurría en el edificio, explicó Lerdsrisuntad en una entrevista.
Ciento cincuenta y siete salas de masaje, 103 de ellas en Bangkok, están registradas ante las autoridades impositivas. Las ubicadas en la avenida Ratchadaphisek cobran entre 47 y 120 dólares por un servicio de 90 minutos. La tarifa en otras de menor categoría es de 38 dólares.
Me gusta 'Emanuelle'. Por 3.000 baht (70 dólares), entras a la hermosa sala VIP. Las mujeres son muy bonitas y dan un servicio asombroso, escribe un hombre que firma ABC en la página web Bangkok Tonight, dedicada a comentarios sobre los establecimientos de comercio sexual en esta ciudad.
Por ahora, a pesar de la polémica, ABC y otros clientes de Emanuelle tienen poco de qué preocuparse. Las puertas de los salones de masaje continúan abiertas, incluso los de Chuwit. (