Durante siete años, una caja de cartón fue el hogar de Uchida, un japonés de 56 años. Ahora reside en un apartamento de un dormitorio, y el asentamiento ilegal en que vivía junto al río Sumida, en el centro de Tokio, parece algo muy distante.
No fue un programa de rehabilitación lo que cambió la vida de Uchida, sino una enfermedad.
El ex obrero de la construcción cayó enfermo el pasado invierno y debió ser internado. Entonces, las autoridades finalmente me ofrecieron ayuda social, relató.
Fue la primera reconexión con una sociedad que se había ocupado muy poco de él en años.
Pasaba de un día al otro sin esperanza. No hice los trámites para obtener asistencia del gobierno porque el proceso es muy engorroso, y no podía pedir ayuda a mis familiares porque también estaban luchando por sobrevivir, relató.
Uchida llegó a Tokio en 1996 luego de perder su empleo y dejar a su esposa, y desde entonces sobrevivió hurgando en la basura en busca de material reciclable, al igual que muchos de sus vecinos de las orillas del Sumida.
Sin domicilio, ayuda estatal ni relación con una estructura social que deja poco espacio a los desempleados y sin techo, Uchida se sumó a un creciente número de personas olvidadas y estigmatizadas en el Japón moderno.
Japón tiene muchas carencias en cuanto a la protección de los pobres porque la sociedad no está acostumbrada a ello, comentó el profesor Kunijiro Tashiro, experto en políticas de bienestar social de la Universidad Rissho, de Tokio.
Sin embargo, la cantidad de personas que necesitan ayuda estatal está en aumento.
Al final del año fiscal finalizado en marzo de 2003, el Estado mantenía a 903.000 hogares por mes, el mayor número desde el fin de la segunda guerra mundial, según el Ministerio de Salud, Bienestar Social y Trabajo.
En 2001, la cantidad de hogares asistidos por el gobierno ascendía a 805.169, 37 por ciento más que en 1995.
Tashiro explicó que el abandono de los pobres en Japón, la segunda economía del mundo, es el resultado de décadas de ignorancia de la responsabilidad del Estado de garantizar a sus ciudadanos un nivel de vida digno.
La ayuda social del Estado tiende a estimular la autodependencia en lugar de tomar en cuenta las crisis individuales, dijo Tashiro.
Además, ciertos estereotipos arraigados en la sociedad sobre los pobres —por ejemplo que son haraganes y de segunda clase— continúan obrando contra el desarrollo de una política humanitaria de bienestar social.
Esta actitud se refleja en el magro uno por ciento del presupuesto nacional destinado a la asistencia social, muy por debajo del porcentaje de otros países industrializados.
La Ley de Protección de la Vida Cotidiana, de 1950, establece que la red de seguridad del gobierno debe mantener un nivel de vida mínimo, pero la realidad del siglo XXI está alejada del espíritu de la ley.
La ayuda no llega a 2.000 dólares por mes para las familias de cuatro miembros, cifra que en Japón no alcanza para cubrir las necesidades básicas. Sólo el alquiler de un apartamento de dos dormitorios, aun en las afueras de Tokio, cuesta unos 1.000 dólares.
Las decisiones sobre asignación de fondos toman en cuenta si los solicitantes son incapaces de autosustentarse, si tienen hijos a su cargo y si cuentan con apoyo familiar. La ayuda se destina a vivienda y asistencia médica, y los gobiernos municipales cubren 25 por ciento del costo.
Pero el sistema está lejos de ser el adecuado, porque la mayoría de los receptores no logran llegar a fin de mes con los fondos que obtienen del Estado.
Shinchi Yamamoto, funcionario de bienestar social del distrito de Kawasaki, reconoció que la ayuda es insuficiente. Los pagos no alcanzan para que una familia mantenga un nivel de vida digno, pero recibimos órdenes del gobierno central, no podemos hacer más, declaró.
También la cobertura es insuficiente, debido al creciente número de desempleados. En mayo de este año, el índice de desempleo trepó a un porcentaje casi récord de 5,4 por ciento.
La larga recesión económica ha hecho aumentar el número de pobres, señaló Jiro Watanabe, funcionario del Ministerio de Salud, Bienestar Social y Trabajo.
Más de la mitad de los receptores de la ayuda estatal dijeron que la causa de su solicitud fueron recortes de salarios o pensiones.
Pero lo más preocupante es la cantidad de personas necesitadas que no reciben ayuda social.
Las autoridades no asisten a muchos pobres que pagaron puntualmente sus impuestos hasta que se arruinaron, afirmó Takumi Sakai, un voluntario de la Asociación Onigiri, que ayuda a personas sin techo a sortear el laberinto burocrático.
Rechazan solicitudes con el argumento de que los solicitantes no han hecho esfuerzo suficiente para encontrar un empleo, lamentó Onigiri.
En marzo, una mujer de 65 años fue detenida por estrangular a su hermano discapacitado, un año menor. Investigaciones posteriores revelaron que la mujer, desempleada, había cuidado de su hermano durante 24 años sin ayuda alguna. (