El acercamiento de Pakistán a Estados Unidos a expensas de vínculos históricos con vecinos como Afganistán, China e Irán responde a una estrategia de carácter militar y no a una visión diplomática de largo plazo, alertaron opositores y expertos.
Las actitudes del gobierno de Pervez Musharraf le dan a India, rival histórico de Pakistán, espacio diplomático para expandir su esfera de influencia en Asia. El acercamiento entre Beijing y Nueva Delhi es una prueba de ello, señalaron analistas.
Un investigador del gubernamental Instituto de Estudios Estratégicos —que pidió reserva de identidad— señaló que India aprovecha el aislamiento regional de Pakistán y está fortaleciendo sus vínculos con Afganistán, China e Irán.
Está cada vez más claro que la política exterior india está ahora dirigida a forjar vínculos estratégicos de largo plazo, y ya no de simple cooperación, señaló el experto.
Las objeciones de la oposición a la política de Musharraf aumentaron luego de que 500 afganos destruyeran en Kabul la embajada de Pakistán el 8 de este mes, en protesta por supuestas incursiones militares pakistaníes en el nordeste afgano en busca de remanentes del derrocado movimiento radical islámico Talibán.
Los manifestantes criticaban a Islamabad por colaborar codo a codo con Washington en su campaña internacional contra el terrorismo.
Pakistán acusó al gobierno del presidente afgano Hamid Karzai de haber instigado la protesta, lo que a su vez motivó una serie de manifestaciones antipakistaníes en varias ciudades fronterizas de Afganistán.
En las semanas siguientes, Islamabad negó las acusaciones de los manifestantes y el gobierno de Karzai pidió disculpas por el incidente, pero eso no cerró el paso a las críticas en Pakistán al viraje de la política exterior adoptada por Musharraf tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.
Estamos cosechando lo que sembramos, dijo a IPS el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, Arasiyab Khattak.
El ataque a la misión diplomática pakistaní en Kabul tiene sus raíces en el odio de varias comunidades étnicas afganas a Pakistán por su inicial respaldo al movimiento Talibán, apenas esa organización islámica tomó el poder en 1996, señaló.
El ataque demostró que estamos siguiendo una política que ignora las repercusiones de nuestras acciones a largo plazo y que carece de una visión equilibrada ante un Afganistán multiétnico, añadió.
Analistas señalan que, para mejorar sus relaciones con los países vecinos y por su propia seguridad, la diplomacia pakistaní no debe ser influenciada por los militares, quienes, por ejemplo, apoyaron a Talibán en 1996 y en 2001 lo abandonaron para inclinarse por Estados Unidos.
El parlamento y los representantes del pueblo, así como expertos independientes, deberían revisar la dirección del país y proponer planes para el futuro, sostuvo el líder del partido Mutahida Majlis-i-Amal, Hafiz Hussain Ahmed.
Analistas señalan que el distanciamiento de Pakistán con sus vecinos comenzó cuando reconoció al régimen de Talibán, en el marco de una política estratégica de carácter militar basada sobre la rivalidad con India.
El respaldo de Islamabad a Talibán causó serios roces con los países de Asia central y en especial con Irán. También dañó su imagen ante Occidente, ante el cual se presentó como un país que auspiciaba el terrorismo y refugiaba a radicales islámicos.
Al mismo tiempo, Pakistán perdió con esta decisión la simpatía de las comunidades uzbekas, hazaras y tajikas en Afganistán, que ahora tienen gran influencia en el gobierno de Karzai.
Analistas y políticos señalan que, desde que Talibán fue derrocado por Estados Unidos en diciembre de 2001, Pakistán ha manejado muy mal su relación con Afganistán.
El presidente Musharraf sigue viendo a Afganistán como uno de sus campamentos de entrenamiento militar, afirmó el portavoz del opositor Partido Popular de Pakistán, Farhatullah Babar.
Cuando la política exterior es diseñada por una sola persona o por el aparato de seguridad del Estado, excluyendo al parlamento y a la cancillería, es de esperar que ocurran incidentes como el de Kabul, añadió.
Todos coinciden en que el gobierno de Musharraf tuvo grandes desafíos en política exterior. Optó por respaldar al gobierno de Estados Unidos por temor a tener el mismo destino que Iraq debido a que posee armas nucleares.
Islamabad prefirió también un bajo perfil ante la ofensiva británico-estadounidense contra el régimen de iraquí Saddam Hussein en marzo, para preservar su buena relación con las potencias occidentales sin provocar la indignación de los demás países árabes.
El hecho de que no expresamos en forma explícita nuestra oposición al ataque estadounidense contra Iraq confirma que nuestras decisiones en política exterior no son independientes, admitió un funcionario de la cancillería, que no quiso dar su nombre.
Islamabad también aceptó el pedido de Washington de que enviara tropas para colaborar en el restablecimiento del orden en Iraq tras la invasión.
Musharraf había ya expresado disposición a enviar tropas cuando visitó a su par George W. Bush el 24 de junio. Desde entonces, los principales partidos pakistaníes exigieron que éste y otros asuntos de política exterior fueran tratados en el parlamento.
No podemos seguir asintiendo a cada una de las órdenes de Estados Unidos. Esto está socavando nuestra soberanía, afirmó un portavoz del partido islámico Jamaat-i-Islami.
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