Los políticos de México acudieron puntuales a clase de mercadotecnia electoral, e hicieron las tareas indicadas por sus maestros y asesores para sacar buena nota en los comicios legislativos del 6 de julio.
Pero la evidencia disponible sugiere que todos reprobarán, para mal de la democracia.
El presidente Vicente Fox, acaudalado ex empresario de Coca- Cola, acabó en 2000 con siete décadas de gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) bajo reiterada sospecha de fraude electoral, y su campaña fue novedosa para el país por estar en manos de expertos en encuestas y asesores de imagen, varios de ellos estadounidenses.
Muchos quieren emular ahora aquel éxito, pero según varios sondeos de opinión, extendidos sentimientos de decepción y desinterés castigarán a todos los candidatos, incluyendo a los del Partido Acción Nacional (PAN) de Fox, y se expresarán en una abstención de más de 50 por ciento, que sería la más alta de la historia en una elección de ese tipo.
Poco más de 65 millones de mexicanos están facultados para elegir este domingo a 500 integrantes de la Cámara de Diputados, que forma el llamado Congreso de la Unión junto con el Senado de 128 miembros, que no se renovará. También se elegirán seis gobernadores estaduales y cuatro poderes legislativos locales.
La mayoría de los estudios sobre intención de voto indican que no ejercerán ese derecho opcional de 32 a 34 millones de ciudadanos.
Si los consultados en esos sondeos formaron muestras representativas, la elección no modificará el escenario político actual, sin mayoría en la Cámara de Diputados para ninguno de los tres grandes partidos del país: el PAN, el PRI y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La misma situación sin mayoría de un partido se presenta en la Cámara de Senadores.
El PAN ganó las elecciones presidenciales con una campaña cuyo lema central fue el cambio. El candidato ofreció reformas para acabar con la corrupción, abrir el sector eléctrico a la inversión privada y flexibilizar las relaciones laborales, entre otras. Pero nada de eso se ha cumplido.
Fox llegó a la presidencia con la promesa de que el producto interno bruto crecería siete por ciento cada año, pero en lo que va de su mandato, disminuyó 0,4 por ciento en 2001 y aumentó menos de uno por ciento en 2002.
Para Jorge Chabat, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), los electores perdieron interés en la política por la falta de acuerdos parlamentarios, pero también por la actitud poco audaz de Fox, quien prefirió mantener una relativa paz con sus opositores en el Congreso, en vez de impulsar los cambios que había prometido.
Sin embargo, las encuestas indican más de 60 por ciento de aprobación al trabajo de Fox, quien mantiene su apego al marketing y tiene mayor aceptación que su partido.
Los mensajes de los partidos en la campaña, repetidos hasta el cansancio en los medios de comunicación, no han entusiasmado a los electores, y hay la percepción de que todo seguirá igual, dijo Chabat a IPS.
El PRI está de tu lado, es el lema usado por ese partido en la campaña, el PAN optó por Quítale el freno al cambio y el PRD sostiene que Es tiempo de la esperanza.
El PAN y el PRI tienen en la actualidad un número similar de diputados, y el PRD ocupa un lejano tercer puesto.
Esta campaña estuvo marcada por la cercanía estrecha de las estrategias partidarias y el marketing político moderno, que antes tenía incidencia marginal.
Los candidatos hicieron cursos de mercadotecnia electoral en universidades, y asistieron a seminarios sobre la materia en las sedes de sus partidos. Además, se generalizó la práctica de contratar a expertos en encuestas y asesores de imagen, varios de ellos estadounidenses.
Por fin una buena parte de los politólogos y los expertos en campañas somos demandados , dijo a IPS una fuente del CIDE, centro académico de prestigio donde se impartieron cursos de marketing electoral con diploma final, promocionados con la frase ¿Quiere ganar (las elecciones) en el 2003?.
Las encuestas entraron al terreno de la política de Estados Unidos en los años 30 y se generalizaron a partir de los años 60. Lo mismo sucedió con el marketing político. Pero en México, ambos factores comenzaron tener relevancia recién en los años 90 y con mayor énfasis en 2000, cuando ganó Fox.
Sin embargo, los electores muestran escaso interés en el despliegue de mensajes sobre encuestas, análisis a grupos de enfoque, mediciones de percepción de imágenes y otros ingredientes de la moderna parafernalia de campaña electoral.
También hay encuestas sobre eso. Una del diario Reforma indicó que apenas a 11 por ciento de los consultados les importaba mucho la elección del domingo, mientras a casi 60 por ciento les importaba poco o nada.
En otra encuesta, del grupo Covarruvias y Asociados, a 51 por ciento de los entrevistados no le importaba la elección, y cuando se indagó sobre las razones de esa respuesta, 40 por ciento de los desinteresados señalaron que los políticos les producían rechazo.
En un sondeo realizado en 2002 por Latinbarómetro, firma radicada en Chile que realiza estudios sobre democracia en América Latina, casi 50 por ciento de los mexicanos consultados dijeron compartir la aseveración No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder, si pudiera resolver los problemas económicos y dar trabajo a todos.
Cuando gobernaba el PRI, el resultado de las elecciones era siempre previsible, pero rodeado de sospechas de fraude. La competencia electoral estaba acotada, y tanto la organización como el contralor de los comicios, hoy en manos de autoridades autónomas, estaban a cargo de la presidencia.
La democracia en México acaba de estrenarse, pero ya corre riesgo de volverse irrelevante, por la ausencia de acuerdos entre los actores y a la falta de avances económicos claros, afirmó el historiador Lorenzo Meyer, del Colegio de México.
Fox tiene buena imagen, pero ha quedado en evidencia que eso no basta para concertar acuerdos con los opositores, impulsar a su partido y consolidar la vocación democrática popular.
La democracia es un sistema político que descansa en la comunicación persuasiva, y el marketing es una herramienta necesaria para lograr esa comunicación, replican expertos en esa materia, ante críticas de diferentes sectores contra las modernas técnicas de campaña política que hoy se usan en el país.
Los candidatos semejan ahora productos comerciales, artículos de desecho, según el escritor Carlos Monsiváis.
¿Qué hicieron mal el gobierno y los partidos, para desencantar a la gente? ¿El marketing electoral fracasó, o es que México entró en un periodo político aburrido y previsible?, son algunas preguntas que se hacen hoy los observadores.
Carlos Marcial, investigador de temas electorales de la Universidad Nacional Autónoma de México, opina que han incidido varios factores, entre ellos el descuido de los candidatos al trato directo con los electores y la falta de acuerdos entre los políticos.
También alegó que la consolidación de una institucionalidad electoral creíble, propia de las democracias modernas, puede restar algo de la pasión de los candidatos y electores.