El movimiento de resistencia contra la tala de bosques en el nororiental departamento de Olancho, Honduras, muestra signos de una nueva cultura, declaró a Tierramérica el sacerdote ecologista Andrés Tamayo, oriundo de El Salvador.
Hastiados de que la deforestación convierta en desiertos los suelos locales, los habitantes de esa entidad —la segunda más grande del país— han respondido al llamado del religioso católico a combatir la deforestación.
Tamayo, de 46 años, afirma haber sido amenazado de muerte y lideró a fines de junio una marcha de cinco días hasta la capital, Tegucigalpa.
Y miles de vecinos de varias comunidades del valle de Azacualpa, en la occidental región de Santa Bárbara, siguieron a principios de julio el ejemplo de los olanchanos, al protestar contra la depredación de los bosques locales.
Ese incipiente movimiento en defensa de los recursos forestales está encabezado por el también sacerdote católico Marco Aurelio Lorenzo y exige una veda parcial del corte de madera y protección a las principales cuencas hidrográficas de la zona.
Tamayo dijo que emprendió una guerra sin tregua contra el deterioro ambiental al observar las carencias de agua de un pueblo a causa de la devastación de los bosques.
Al menos la mitad de 2,5 millones de hectáreas boscosas de Olancho fue depredada, según la estatal Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal (Cohdefor), en este país de más de 11 millones de hectáreas de bosques.
El avance agrícola, ganadero e industrial es una de las principales causas de la reducción de áreas boscosas. Pero también el negocio ilegal de la madera.
En la poco transitada carretera a Olancho se aprecian a plena luz del día entre 15 y 20 carros cargando frondosos árboles. Tamayo afirma que el tráfico mayor es de noche y ambientalistas atribuyen a la explotación de los bosques la transformación de los suelos olanchanos en una desértica y árida sierra.
Soy sólo una voz y no el centro de la noticia. Sí temo a la muerte, pero no cejaré en la lucha que me he propuesto: salvar de la destrucción forestal el departamento de Olancho, aun cuando parezca romántico hablar del medio ambiente y de la muerte de los pájaros,
Los pobladores exigen que el Estado decrete una veda urgente en el corte comercial de madera en Olancho y en áreas protegidas aledañas para definir una política forestal sostenible.
Con el reclamo también de una supervisión social al manejo de bosques y una inspección técnica que revele los sitios explotados y la extracción de recursos naturales, la Marcha por la vida partió de la región de Salamá, la comunidad de Tamayo, y avanzó 280 kilómetros hasta Tegucigalpa, recibiendo a su paso agua, alimentos, abrigos y solidaridad de la población.
Pero los manifestantes no fueron atendidos por el presidente hondureño, Ricardo Maduro.
Tamayo dijo sentirse decepcionado por la negativa del jefe del Ejecutivo en recibirlos, pero fortalecido porque hemos desarrollado una nueva pedagogía popular en donde el calor de la gente indica que nuestra lucha tiene vigencia.
Ordené una protección eficaz y especializada para el sacerdote las 24 horas del día. Yo defiendo la vida y creo que su causa es justa, por eso no quiero que mi gobierno y el Estado de Honduras se manchen con una muerte injusta, dijo por su parte Maduro a Tierramérica.
Fernando Lardizábal, presidente de la Asociación de Madereros de Honduras, asegura que ese gremio se opone a una veda en la zona porque acarrearía enormes pérdidas y tendríamos que despedir personal.
El empresario rechazó que los madereros estén detrás de las amenazas contra la vida de Tamayo, a quien recomendó que predique el evangelio y a nosotros que nos deje trabajar.
Desde que Tamayo llegó a Honduras, 20 años atrás, trabaja en las comunidades más lejanas de Olancho, cuya rica historia forestal y cultural encierra luchas mortales por tierras y bosques.
Los ecologistas Carlos Luna y Carlos Flores fueron asesinados en 1998 y 2000, respectivamente. Esas muertes, sumadas a las de los ambientalistas Janeth Kawas, en 1995, y Carlos Escaleras, en 1997 —en la costa septentrional— jamás fueron aclaradas por la justicia.
Hace cuatro años Tamayo y los ecologistas sumaron el respaldo de Bertha Oliva, del Comité de Familiares Detenidos-Desaparecidos en Honduras (Cofadeh).
Oliva se declaró desconcertada ante el rechazo de Maduro a atender a los manifestantes. Traíamos en bandeja de plata una oportunidad para iniciar un debate serio sobre el problema forestal en Honduras, argumentó a Tierramérica.
Según ella, de casi 100 aserradores que existen en el país, 51 operaron en Olancho y ahora sólo 18 están activos, pues las ganancias del negocio maderero han menguado.
La ley permite extraer 1,2 millones de metros cúbicos de madera anuales. Pero la cantidad es mayor porque no existe control del corte ilegal de madera. Las pérdidas son cuantiosas aunque no hay cifras exactas para medirlas, sostuvo el gerente de la Cohdefor, Gustavo Morales.
*Publicado originalmente el 19 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (