Cuba espera expandir su industria de derivados de la caña de azúcar mediante la apertura a inversiones extranjeras, y aumentar el valor agregado de sus productos en el deprimido mercado internacional.
La nueva estrategia del gobierno para el sector incluyó el año pasado el cierre definitivo de cerca de la mitad de los 156 ingenios azucareros estatales, para adecuar la oferta a la demanda.
Según autoridades, la transformación de esa emblemática agroindustria debe conllevar su conversión en una empresa moderna, diversificada, de mayor valor agregado, lo cual requiere fuertes inversiones.
Eso permitiría también lograr excedentes de energía eléctrica que puedan ser incorporados a la red nacional. La biomasa cañera representa una relevante fuente energética, ya que los ingenios producen, en promedio, unos 27 kilovatios por tonelada de caña molida durante la temporada de cosecha azucarera.
Según datos oficiales, Cuba dispone de tecnología adecuada para producir 21 tipos diferentes de azúcar, incluida la ecológica, además de alcoholes, ron y otras bebidas alcohólicas, así como decenas de otros derivados.
Sólo el bagazo, residuo que queda de la caña al exprimirla para sacarle su jugo, es fuente de unos 65 productos, y las mieles sirven de materia prima para fabricar alcoholes y alimentos para el ganado, entre otros derivados.
Estamos obligados a buscar posibilidades de financiamiento, comentó el director del gubernamental Instituto Cubano de Investigaciones de Derivados de la Caña de Azúcar, Luis Gálvez.
Hasta el pasado año había en el país alrededor de una decena de empresas mixtas con capitales de España, México, Canadá, Italia y Francia, para explotar el área de los derivados, cuyo peso en la industria azucarera no pasa de ocho por ciento.
Según Gálvez, la puesta en marcha de un programa acelerado para desarrollar estas producciones mediante la introducción de modernas tecnologías permitirá elevar esa participación a 20 o 25 por ciento.
En la reestructuración azucarera se ha privilegiado la industria de derivados, añadió el experto, en conversación con periodistas.
Los planes incluyen rehabilitar casi una veintena de destilerías y construir algunas más para potenciar la producción de alcoholes y bebidas, con destino a mercados de América Latina y Europa.
Un proyecto para producir alcohol combustible, a partir de tecnologías de Brasil y países europeos, podría comenzar a rendir frutos a mediano plazo. No podemos estar fuera de esa tendencia por razones económicas y ecológicas, comentó Gálvez.
Las autoridades esperan que a fines de este año comience la producción de las primeras mezclas para ese combustible automotor, bastante rentable en la mayoría de los países.
El etanol o alcohol carburante es un alcohol libre de agua y de alto octanaje, producido por la fermentación del azúcar. Puede usarse, solo o mezclado con gasolina, para producir un combustible de alta potencia.
Expertos en recursos renovables de energía señalaron a IPS que el combustible automotor con 10 por ciento de etanol emite 30 por ciento menos monóxido de carbono, entre otros beneficios para el ambiente.
Brasil es actualmente el primer productor y exportador mundial de alcohol carburante, con capacidad instalada para producir 600.000 litros diarios.
La industria cubana de derivados del azúcar llegó a sumar producciones por valor de 100 millones de dólares anuales en su periodo de auge, la segunda mitad de los años 80, pero la crisis económica de los años 90, tras la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, frenó el avance de ese sector.
El azúcar es aproximadamente 10 por ciento del contenido de la caña. El resto de esa materia orgánica, tradicionalmente subvalorada en Cuba, es mucho más valiosa que la sacarosa misma, al menos en términos potenciales.
Economistas consultados por IPS consideraron acertada la estrategia de potenciar la diversificación de la industria azucarera, ante la inestabilidad de los precios del dulce en el mercado internacional.
De cumplirse los pronósticos de especialistas, la actual cosecha azucarera podría llegar apenas a 2,1 millones de toneladas, menos que las logradas a mediados de los años 30, debido a las difíciles condiciones en que se ha realizado esta zafra, y hasta es probable que sea menor.
Esa cosecha, iniciada en diciembre, es la primera luego de la reestructuración que redujo de alrededor de 1,5 millones a 800.000 hectáreas el área de siembra de caña con destino industrial.