Más de 11.000 soldados de Francia que participan en misiones de paz en varios países africanos exponen la intención del gobierno de Jacques Chirac de ampliar su influencia en el continente.
Francia envió este mes un millar de soldados a Bunia, en el nordeste de República Democrática de Congo (RDC), para reforzar la misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En Costa de Marfil, país asolado por la guerra desde septiembre de 2002, la presencia de unos 4.000 soldados franceses ha impedido que rebeldes y fuerzas del gobierno traspasen la línea que los separa.
Unos 300 soldados franceses están desplegados en República Centroafricana desde marzo, luego del golpe de Estado militar que derrocó al presidente Angel Felix Patassé. El objetivo oficial de las tropas francesas es evacuar a los extranjeros en caso de una crisis.
Las fuerzas francesas intervinieron en Liberia a mediados de este mes para evacuar a unos 600 ciudadanos de Occidente atrapados en Monrovia, donde se registraron choques entre rebeldes y fuerzas del gobierno.
Tales operaciones parecen marcar el fin de la política denominada ni-ni —ni indiferencia ni injerencia— que caracterizó el vínculo de Francia con Africa desde 1994.
París fue acusado de ayudar en abril y mayo de ese año a los militares y paramilitares que mataron en Ruanda a cerca de un millón de integrantes de la minoría tutsi y dirigentes moderados de la mayoría hutu.
Además de esas intervenciones eventuales, Francia cuenta con bases militares permanentes en Chad, Gabón, Djibouti y Senegal.
Los conflictos en Africa representan para Francia la oportunidad de restablecer el equilibrio diplomático de poder con Estados Unidos y Gran Bretaña tras la crisis en Iraq, dijo el periodista Henri Vernet, del diario Le Parisien.
La crisis en Iraq y su resultado debilitaron la posición de Francia en Medio Oriente, una región que París siempre consideró estratégica. Ahora, Francia vuelve a mirar hacia Africa, hacia sus antiguas colonias, donde puede jugar al muchacho bueno y obtener beneficios diplomáticos, sostuvo Vernet.
Francia pretende guiar sus intervenciones en Africa con la brújula de la legalidad internacional. Mientras Estados Unidos lanzó una guerra unilateral en Iraq, Francia prefiere jugar por medios legales y sólo interviene a través de instituciones multilaterales, dijo un diplomático francés.
El presidente francés Jacques Chirac invitó a representantes de Africa a una sesión extraordinaria de la Cumbre del Grupo de los Ocho países más poderosos del mundo (G-8), celebrada a comienzos de mes en la ciudad de Evian.
Chirac también incluyó en la agenda de la cumbre la Nueva Sociedad para el Desarrollo de Africa (NEPAD, por sus siglas en inglés), plan elaborado por la Unión Africana que reúne a todos los países del continente. Pero la reunión en Evian no arrojó logros sustanciales para el continente.
De todos modos, Chirac aprovechó la ocasión para proyectarse como un sincero defensor de los intereses de Africa.
La intervención francesa en ese continente no ha sido siempre motivo de orgullo. Francia envió tropas a Ruanda en octubre de 1990 para apoyar el gobierno del entonces presidente Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu.
París continuó respaldando a Habyarimana a pesar de la evidencia de matanzas de tutsis a manos de hutus. Y mantuvo su apoyo hasta meses después del genocidio registrado en abril y mayo de 1994. Observadores franceses e internacionales acusaron a Francia de brindar asistencia a los hutu en su masacre.
Diversas versiones atribuyen a las tropas francesas la apertura de una franja de territorio segura para permitir que militares y paramilitares hutu huyeran hacia RDC tras el derrocamiento de su gobierno.
El activista Jean Carbonare, que visitó Ruanda a comienzos de los años 90 en misiones de derechos humanos, acusó a Francia de ayudar a los genocidas a sabiendas de sus crímenes.
Vi lo que instructores militares franceses hicieron en el campamento de Bigogwe, entre Gisenyi y Ruhengery, en el noroeste de Ruanda. En presencia de soldados franceses, los hutus condujeron prisioneros tutsis en camiones para torturarlos y matarlos luego, dijo Carbonare en 1994.
Esos recuerdos regresan ahora a la mente de los franceses cuando el gobierno dispone el envío de un contingente a Bunia, cerca de la frontera de RDC con Ruanda, país cuyo gobierno advierte que la presencia militar de Francia podría alentar a los hutus a cometer nuevas atrocidades.
Numerosos hutus pertenecientes al ejército y a grupos paramilitares ruandeses se refugiaron en el este de RDC después de la masacre de 1994.
Criminales hutu refugiados podrían pensar que las tropas francesas vuelven a la región a protegerlos otra vez, advirtió el enviado especial del gobierno de Ruanda a RDC y a Burundi Patrick Mazimhaka.
Pero Francia acotó que la aprobación del gobierno del presidente ruandés Paul Kagame era una condición ineludible para enviar los soldados. La presión internacional obligó a Kigali a aceptar tal despliegue cerca de la frontera el 28 de mayo. (