BRASIL: La fruta amazónica que perdió su nombre

El registro de la fruta amazónica cupuaçú como marca comercial de una empresa japonesa dio pie a una campaña internacional contra la biopiratería, que busca de paso rescatar el nombre del producto natural.

El cupuaçú es de momento una marca exclusiva de la compañía Asahi Foods, con sede en la sudoccidental ciudad japonesa de Kyoto y de su subsidiaria Cupuacu International, gracias al registro del nombre en las oficinas de patentes y marcas de Japón, Estados Unidos y la Unión Europea (UE).

Pequeños exportadores del estado de Acre, en el noroeste de Brasil, se sorprendieron con la novedad en noviembre del año pasado, cuando intentaban vender jaleas y bombones hechos de esa fruta a Alemania.

Los importadores los instaron a sacar la palabra ”cupuaçú” de las etiquetas de los productos, pues el uso de esa marca ajena podía costarles una multa de más de 10.000 dolares, contó a IPS Marcos Rocha, agrónomo del grupo de Investigación y Extensión de Sistemas Agroforestales de Acre (Pesacre, por sus siglas en portugués).

La organización no gubernamental de Acre Amazonlink, fundada en 2001 y presidida por el austríaco Michael Schmidlehner para divulgar por Internet la realidad de los pueblos amazónicos y sus productos, denunció el hecho e inició una movilización para anular el registro de Asahi Foods.

A este paso siguió la Campaña contra la Biopiratería, iniciada a fines de febrero, mediante la articulación de algunas organizaciones no gubernamentales y grupos de productores y coordinada por el Grupo de Trabajo Amazónico (GTA), una red de 513 asociaciones de extractores de productos forestales, pescadores, pequeños agricultores y ambientalistas de la Amazonia brasileña.

La bola de nieve fue creciendo, y poco después se sumaron la Acción Internacional por Recursos Genéticos (GRAIN por sus siglas en inglés) y el Instituto Regenwald de Alemania.

Uno de los argumentos esgrimidos es que las leyes japonesas rechazan marcas con el nombre común de materias primas. La oficina de patentes de Japón posiblemente no habría registrado el cupuaçú como marca comercial ”de haber sabido que se trataba del nombre de una fruta”, dijo a IPS Schmidlehner.

En respuesta a un mensaje de Amazonlink, el director de Asahi Foods, Nagasawa Makoto, alegó que el registro de la marca no buscaba monopolizar el comercio de derivados del fruto, sino defender a la empresa, pequeña aunque con representaciones en varios países.

La organización brasileña no obtuvo réplica, en cambio, a una carta abierta dirigida a Asahi Foods, en la que la exhortaba a renunciar a la marca y a otras solicitudes de patentes para probar su compromiso con el desarrollo sustentable y ”restaurar la reputación de la empresa”.

”No logramos comunicarnos con la empresa desde enero”, informó Schmilehner.

En una carrera contra el tiempo, Amazonlink, GTA, la Asociación de Productores Alternativos y el Instituto Brasileño de Derecho Comercial Internacional lograron introducir un pedido de cancelación del registro ante la oficina japonesa el 20 de marzo, cuando concluía el plazo para esos reclamos.

El proceso demorará de nueve a 18 meses y es probable que tenga éxito, por el principio general que impide convertir en marca el nombre de un producto natural, según el presidente de Amazonlink.

Ni Asahi Foods ni Cupuaçu International contestaron los pedidos de entrevista sobre el tema formulados por IPS.

Los combates legales se abren en otros frentes. La misma compañía solicitó patentes, aún no concedidas, sobre procesos de extracción de aceites y grasas del cupuaçú, en Japón, la UE y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.

Si este intento tiene éxito, la compañía podría monopolizar los derechos sobre el ”cupulate”, una suerte de chocolate hecho de la semilla del cupuaçú, cuyo proceso es conocido en Brasil hace más de diez años.

También la empresa Body Shop International, de Gran Bretaña, busca patentar en ese país derivados cosméticos de la fruta amazónica.

En estos casos, se busca impedir las patentes a través de ”objeciones informales”. Si no resultan, serán necesarias acciones complejas de cuestionamiento, que exigen análisis técnicos, explicó Schmidlehner.

Pero la campaña contra la biopiratería no se limita a la lucha legal ni al cupuaçú.

Son muchos los productos y procesos que buscan empresas internacionales, ”violando los derechos de los indígenas y poblaciones tradicionales” de la Amazonia, al no reconocer sus conocimientos sobre usos de la biodiversidad local, señaló a IPS José Arnaldo de Oliveira, asesor nacional del GTA.

La campaña procura la adopción de una ley en Brasil que ”defienda la biodiversidad y los derechos de los pueblos del bosque”, ante el interés reciente del mundo por las riquezas amazónicas, añadió.

También busca una salvaguarda similar en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

La guerra de patentes tuvo en el pasado otros blancos en Brasil.

Por ejemplo, la andiroba y la copaíba (árboles que producen aceites medicinales, energéticos y cosméticos), el biribiri, una planta cuya semilla tiene sustancias utilizadas como anticonceptivos por los indígenas, y el ayahuasca, un té alucinógeno usado en ritos religiosos nativos.

La repercusión del caso del cupuaçú alentó la lucha contra la biopiratería en varios países. El tema también estará en la reunión ministerial que la OMC celebrará en septiembre en México.

El Congreso legislativo de Brasil realizará una sesión especial para discutir el asunto, anunció Schmidlehner.

Como parte de la campaña, se promueve un boicot a la exportación de semillas del cupuaçú a Japón, donde son usadas para producir el ”cupulate”, acotó Rocha.

La fruta, que llega a pesar más de un kilogramo, ofrece una pulpa abundante con la que se elaboran dulces, jaleas, helados y otros productos.

La cosecha de cupuaçú, en general en manos de asociaciones de pequeños agricultores, debe alcanzar 543 toneladas este año, estima una empresa estatal de investigaciones agrícolas.

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