Un año después de la liberación de la líder opositora Aung San Suu Kyi, los militares que gobiernan Birmania aún tienen el poder en un puño y no muestran intenciones de iniciar un diálogo hacia la apertura democrática.
Aung San Suu Kyi, líder de la Liga Nacional Democrática (LND) y premio Nobel de la Paz, procuró tender puentes con los militares, pero cuando estaba en prisión domiciliaria tenía más contacto con los representantes de la dictadura que ahora.
La falta de resultados en la frágil transición impidió que se llenaran las expectativas que la liberación de la principal figura opositora creó en la ciudadanía.
Esperábamos que nos dijera cómo acabar con todas estas décadas de represión militar, dijo un veterano dirigente político que pidió reserva de su identidad. Ella podrá estar libre, pero el pueblo birmano aún está preso, dijo el joven May Oo, quien custodia la entrada de la sede de la LND en Rangún.
Desde su liberación, Aun San Suu Kyi manifestó en reiteradas ocasiones su deseo de cooperar con el gobierno. No queremos ser el enemigo, dijo. Somos adversarios ahora, pero podemos trabajar juntos por el bien del país, agregó.
No queremos venganza. Queremos alcanzar un acuerdo que beneficie a todos, incluidos los militares, sostuvo la líder de la LND.
Pero Birmania cambió poco desde el 6 de mayo de 2002, cuando concluyó el arresto domiciliario de la líder de la LND. El frágil diálogo político continúa bloqueado y está en peligro de colapsar.
Los generales birmanos aseguran estar comprometidos con un proceso de reformas políticas de corte democrático, pero hacen poco para mostrar sinceridad mientras la crisis económica se agrava día a día.
La euforia que se apoderó de la ciudadanía birmana tras la liberación de Aung San Suu Kyi abrió paso con el paso de los meses a una frustrante desilusión.
El día de la liberación de la líder opositora, la dictadura birmana anunció a la comunidad internacional que ese acontecimiento daba vuelta una página en la historia política del país.
El enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a Birmania, Razal Ismail, fue quien convenció a los generales de liberar a Aung San Suu Kyi y de iniciar un diálogo con la líder opositora.
Doce meses después, el comienzo de un diálogo político real sigue siendo una vana esperanza.
Uno de los pocos resultados concretos del proceso de diálogo iniciado hace casi tres años fue la liberación de presos políticos, que se enlenteció casi hasta frenarse totalmente. El 4 de este mes, la dictadura informó que había liberado a 21 presos políticos, incluidos 12 de la LND.
Pero el relator de la ONU para los derechos humanos en Birmania, Paulo Pinheiro, calculó que aún se aglomeran en las cárceles del país más de 1.300 presos de conciencia.
La liberación incondicional e inmediata de todos los presos políticos es esencial para el proceso de diálogo, advirtieron al unísono la comunidad internacional y los partidos de la oposición democrática birmana.
La liberación de los presos políticos implicaría un regreso a la normalidad política. A menos que las organizaciones políticas sean libres de hacer su trabajo sin limitaciones ni intimidación de las autoridades, nunca podremos decir que se inició un proceso hacia la democracia, dijo Aung San Suu Kyi.
En las últimas semanas, el bloqueo político degeneró en una guerra de palabras procesada a través de conferencias y comunicados de prensa.
Llegué a la conclusión de que el Consejo de Desarrollo Pacífico Estatal (junta militar) no está interesado en la reconciliación nacional, dijo Aung San Suu Kyi a fines de abril.
Por su parte, el portavoz de la junta militar, coronel Hla Min, insistió en que el gobierno aplaude las sugerencias significativas y constructivas de todos sus ciudadanos en todas las áreas de desarrollo nacional, particularmente en educación, salud pública y desarrollo económico.
Para la mayoría de los birmanos, la calidad de vida cayó en los últimos 12 meses. Ni modo de que un profesional universitario ni un obrero sobrevivan con sus ingresos mensuales. Los trabajadores se ven obligados a utilizar sus ahorros o a buscar fuentes alternativas de ingresos, dijo un economista.
Pagamos más del doble de lo que pagamos el año pasado por alimentos básicos, dijo la ama de casa Tin Tin San en un mercado de Rangún.
El país está sumergido en una grave crisis humanitaria. La ONU calculó que uno de cada tres menores de cinco años están desnutridos. La epidemia de VIH y sida se está saliendo de control: cuatro por ciento de la población estaría infectada con el virus, según la ONU. (