De Acapulco a Viña del Mar, las más bellas playas de América Latina se vuelven inaccesibles a los bañistas a causa del embate contaminador de diversas fuentes, pero sobre todo de las descargas al mar de aguas servidas.
Se trata de un fenómeno generalizado en la región, que a menudo enfrenta a organismos sanitarios y grupos ecologistas con autoridades locales y empresarios, quienes buscan preservar la actividad turística.
Acapulco, en la sudoccidental costa de México sobre el Pacífico, la colombiana Cartagena de Indias, en el mar Caribe, y Viña del Mar, en Chile, no son ajenas a estas polémicas.
Tampoco las playas brasileñas de la meridional Río de Janeiro, en el océano Atlántico, donde las autoridades optaron hace dos años por habilitar un balneario junto a un lago artificial.
La construcción del ”Piscinao (piscina grande) de Ramos”, conocido por la taquillera telenovela ”El Clon”, se hizo para evitar que 130.000 habitantes de las cercanas favelas (barrios marginados) siguieran bañándose en las contaminadas playas de la bella bahía de Guanabara.
En Ramos y demás playas internas de la bahía, mediciones realizadas entre 1998 y 2000 mostraron concentraciones de cuatro mil coliformes fecales por cada 100 mililitros (ml) de agua, cuando el límite aceptado internacionalmente es de mil de estas bacterias.
Las aguas servidas son el mayor enemigo de las playas, pero también tienen su parte los derrames de petróleo de embarcaciones, el exceso de basuras arrastradas por las mareas e incluso accidentes naturales, como mortandad de peces y aves marinas.
En Viña del Mar las autoridades aseguran que los bordes costeros ya no están contaminados gracias a la construcción en los años 90 de un colector que lleva las aguas servidas mar adentro, y al funcionamiento de plantas de tratamiento de líquidos en el río Aconcagua y otros cursos fluviales de la zona.
Los desechos municipales son objeto de programas de tratamiento y evacuación en Cartagena de Indias y en Acapulco, donde su alcalde, Alberto López Rosas, del opositor Partido de la Revolución Democrática, salió en defensa de dos playas proscritas por las autoridades sanitarias, bañándose en ellas.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló en un informe que las descargas de aguas residuales municipales ”se han identificado como una de las más graves amenazas al desarrollo costero sostenible en todo el mundo”.
Según el PNUMA, el valor económico de bienes y servicios proporcionados por los océanos es de 23 billones de dólares al año, mientras las enfermedades infecciosas que la contaminación de las aguas costeras provoca en bañistas y consumidores de mariscos tienen un impacto económico anual estimado en 10.000 millones de dólares.
El problema cobra dimensiones adicionales en América Latina y el Caribe, donde 60 por ciento de la población vive a menos de 100 kilómetros del mar.
La recuperación de las playas aparece así como una tarea común a la defensa de las riquezas marinas, empresa que requiere ingentes inversiones, sistemas de control y campañas de educación ambiental entre la población.
Rodolfo Lacy Tamayo, jefe de asesores de la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente de México, dijo a Tierramérica que es fundamental sistematizar la información sobre calidad de las aguas en las costas para alertar a los bañistas sobre riesgos para su salud.
Pero cuando esa secretaría puso un cerco sanitario en vísperas del último feriado de Semana Santa a las playas de Tlacopanocha y Caletilla, en Acapulco, tuvo la repulsa del alcalde, quien consideró estridente, excesiva e inapropiada la medida, y del arzobispo católico Felipe Aguirre Franco, quien propuso echar agua bendita al mar.
En Semana Santa, Acapulco recibió unos 200.000 turistas, 8,6 por ciento más que en el mismo periodo de 2002. Cinco millones de visitantes llegan al balneario por año, señaló el alcalde López Rosas.
El Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas de Cartagena de Indias sostuvo en un informe que la bahía de esa ciudad tiene ”altos niveles de contaminación, sedimentación y deterioro ambiental generalizado”, a causa de las descargas de aguas residuales con desechos orgánicos y combustibles, aceites y fertilizantes de uso industrial.
Sin embargo, el alcalde de Cartagena, Carlos Díaz, aseguró a Tierramérica que esos problemas son del pasado, cuando el sistema de alcantarillado de la ciudad se vio desbordado por nuevas construcciones inmobiliarias, y aseguró que hoy la situación ”es excelente”.
Casi en toda América Latina existen organismos fiscalizadores de las condiciones ambientales de las playas. En Chile esa tarea corresponde a la Comisión Conjunta del Borde Costero, integrada por la policía de Carabineros, la Armada y el municipio respectivo.
En noviembre de 2002, de los 415 balnearios examinados en todo el país se clausuraron ocho, por superar la norma de 1.000 coliformes por cada 100 ml de agua.
Sin embargo, algunos usuarios consideran que la labor de desinfección de las playas no es rigurosa. ”Hace dos años me contagié el pie derecho con una bacteria de estafilococos en Viña del Mar. Tuve que tomar dos meses de licencia médica”, contó Renato Moya.
Las grandes playas turísticas de Río de Janeiro, como Copacabana, Ipanema y Barra de Tijuca, no presentan problemas severos de contaminación por estar a mar abierto, al contrario de las del interior de la bahía de Guanabara, donde el alcalde Anthony Garotinho inauguró en diciembre de 2001 el ”Piscinao de Ramos”.
La activista ambiental Maria do Carmo Serra Lopes contó a Tierramérica que lloró de emoción al ver la belleza del parque construido en torno al lago artificial en una zona donde ella jugaba de niña.
El ”piscinao” es una obra que además de elevar la calidad de vida de los pobres tiene un efecto positivo en la propia bahía, donde los pescadores han visto aumentar la población de peces gracias al tratamiento de las aguas que vuelven allí desde el lago artificial.
* Con aportes de Yadira Ferrer (Colombia), Pilar Franco (México) y Mario Osava (Brasil). Publicado originalmente el 24 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.