El régimen de Saddam Hussein llegó a su fin, pero la guerra no termina para muchos civiles iraquíes, sobre todo niños, que pueden seguir muriendo en los próximos años por los efectos del uso de armamento letal, una custión crucial de la posguerra.
Los 750 misiles Tomahawk y las 18.000 municiones disparadas en los primeros 21 días del conflicto por la coalición británico- estadounidense sobre Iraq dejaron un considerable saldo de muertes civiles, imposibles por ahora de cuantificar.
Los primeros conteos de bajas civiles reportaron 1.300 muertes. Pero la cantidad real puede ser mucho más alta y aumentar en el futuro, si la población es presa de los letales efectos de las bombas de racimo, tal como sucedió en las guerras de Kosovo (1999) y Afganistán (2001).
Pese al exhorto de organizaciones civiles estadounidenses meses antes del inicio de la guerra, Estados Unidos usó en Iraq bombas de racimo o de dispersión que liberan cientos de sub-municiones más pequeñas de letal poder contra civiles y que pueden permanecer en el suelo por años, convirtiéndose de facto en minas antipersonales.
El Pentágono (Departamento de Defensa de los Estados Unidos) admitió el dos de abril haber utilizado bombas de racimo en la ciudad de Al Hilla, a 80 kilómetros al sur de Bagdad. El Comité Internacional de la Cruz Roja reportó decenas de civiles muertos y 300 heridos a causa del ataque.
Según informes de la prensa internacional en el terreno, el uso de bombas de racimo fue detectado en otras operaciones en diversas zonas del país.
Las bombas de racimo datan de los años 60 y, como elemento estándar del arsenal militar, fueron utilizadas extensivamente en conflictos armados en Vietnam (1965-1975), la Guerra del Golfo (1991), Kosovo y Afganistán.
Se estima que durante la Campaña Tormenta del Desierto se lanzaron más de 10.000 bombas de racimo, 1.200 en Kosovo y 600 en Afganistán.
Existen diferentes tipos de bombas de racimo pero su funcionamiento es el mismo, explicó a Tierramérica Patrick Garret, analista de temas de defensa y seguridad de GlobalSecurity.org con sede en Washington.
Están constituidas por un contenedor en forma de proyectil que tiene en su interior pequeñas bombas o sub-municiones. Una vez que son lanzadas desde un bombardero, el contenedor se abre dispersando las sub-municiones en una amplia superficie, dependiendo de la altura.
El área de impacto puede cubrir hasta dos campos de fútbol.
Las sub-municiones están diseñadas como anti-tanques, anti- personales y anti-material o de efecto combinado con capacidades de fragmentación e incendiarias. Son similares en tamaño a una lata de soda (refresco) y poseen un pequeño paracaídas que les facilita su descenso.
Según Amnistía Internacional, Estados Unidos usó bombas de racimo de tipo CBU-97 en la ciudad iraquí de Hilla. Cada una cuenta con cerca de 200 sub-municiones tipo BLU97 que, según el Pentágono, tienen un margen de error de cinco por ciento.
Es decir, existe un porcentaje de sub-municiones que no explota sino que permanece en el área afectada. Su colorido atrae a los niños quienes las pueden confundir con juguetes.
Durante el ataque contra Afganistán a fines de 2001 para derrocar al régimen Talibán, Estados Unidos difundió mensajes radiales y panfletos para que la población pudiera distinguir las sub-municiones de las raciones de comida lanzadas como parte de la ayuda humanitaria.
Ambas en este caso eran de color amarillo y difíciles de diferenciar a la distancia.
Especialistas sugieren que el porcentaje de sub-municiones que no explota puede ser mayor en el campo de combate que en las pruebas de laboratorio.
Nuestra experiencia en las operaciones de limpieza en Kosovo indica que podríamos hablar de un 15 por ciento, dijo a Tierramérica José A. Martínez-López del Centro de Acción y Coordinación de Acción de Minas de las Naciones Unidas, (UNMACC por sus siglas en inglés) en Kosovo.
Durante los primeros dos años posteriores a la primera Guerra del Golfo fallecieron más de 1.400 kuwaitíes y alrededor de 200 iraquíes por incidentes relacionados con sub-municiones de las bombas de racimo, según el Grupo Británico de Minas Antipersonales.
Se estima en más de cien las fatalidades en Afganistán.
Y en Kosovo, se puede atribuir a las sub-municiones 45 por ciento de las víctimas de artefactos explosivos, que totaliza al día de hoy 103 muertos y 372 heridos desde la finalización del conflicto, según Martínez-López.
Las bombas de dispersión pueden tener graves impactos en el medio ambiente. En Afganistán, según Naciones Unidas, un área de 800 kilómetros cuadrados, que abarca tierras de cultivo, pastizales, canales de riego y áreas residenciales, está aún contaminada con minas.
Las operaciones de limpieza de Naciones Unidas en Afganistán esperan prevenir que alrededor de 170.000 civiles sean afectados, disminuir el número de refugiados así como recuperar tierras. Esto representaría un ahorro para el país de 730 millones de dólares.
Para Garret de GlobalSecurity.org es aún pronto para saber cuál será el resultado del uso de bombas de dispersión en Iraq. El Comando Central de Operaciones estadounidense ha afirmado que en su mayoría se están utilizando municiones con control de precisión, afirmó.
Según el Pentágono, las bombas de racimo usadas en Iraq son más precisas ya que tienen innovaciones que permiten sortear, entre otras cosas, el factor viento.
Las bombas de racimo no están clasificadas como minas anti- personales y no forman parte de la convención de 1999 que prohíbe su uso.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y otras organizaciones civiles exigen una moratoria en el uso de estas armas hasta que se logre minimizar su nivel de error. Otros piden incluirlas en tratados de prohibición.
La comunidad internacional creó acuerdos sobre armas nucleares, químicas y biológicas, pero hoy el armamento convencional puede tener un poder tan destructivo como las denominadas armas de destrucción masiva, sostuvo Ricardo Aguilar, director del Centro de Investigaciones para la Paz, en España.
El tema del poder de destrucción de civiles de nuevos tipos de armamento es crucial en el debate de la posguerra, advierten especialistas.
Los Estados deben construir mecanismos encargados de evaluar las armas en desarrollo. Esas evaluaciones son hoy secretas y el CICR demanda más transparencia, dijo a Tierramérica Dominique Loye, asesor en Armas y Derecho Internacional Humanitario del CICR, con sede en Ginebra.
Tras el cese de las hostilidades se deberá evaluar el grado de violaciones al marco legal que busca evitar que los ejércitos recurran a cualquier método para eliminar al enemigo, sostuvo Loye.
* Publicado originalmente el 12 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Con aportes de Lidia Hunter (España) y Pilar Franco (México). (