Nueve muertos y 50.000 evacuados es el saldo hasta ahora de las inundaciones en el nororiente de Argentina, las mayores en la historia de esa zona a causa según expertos del aumento inusual de lluvias por el recalentamiento del planeta.
”En media hora el río entró en la casa y lo cubrió todo, tuvimos que subir al techo y esperar toda la noche que nos rescaten”, fue el dramático testimonio brindado a IPS por Edgardo Berdasquera, uno de los afectados en la provincia de Santa Fe.
Las intensas lluvias de los últimos días provocaron una crecida sin antecedentes del río Salado, que en pocas horas alcanzó para dejar anegada más de la mitad de los barrios y hasta el centro de la capital provincial, también llamada Santa Fe, de 350.000 habitantes.
El Ministerio del Interior provincial confirmó este miércoles que los muertos ya suman nueve.
La cantidad de evacuados por sus propios medios y por las autoridades y organizaciones de socorristas, como la Cruz Roja, crece a cada momento a medida de que avanzan las aguas, debido a que en las últimas semanas se registraron las lluvias más intensas en la historia de la cuenca del río Salado.
Datos oficiales indican que cayeron 1.400 milímetros de agua en lo que va del año y 1.200 milímetros en el segundo semestre de 2002, cuando la media anual histórica de esa cuenca es de 100 a 150 milímetros.
Pero la excepcionalidad del fenómeno no significa que haya sido una catástrofe del todo inexplicable.
La repentina inundación está relacionada con el aumento de la temperatura global, explicó a IPS Osvaldo Canziani, experto en clima y miembro del Panel Intergubernamental de expertos en Cambio Climático.
”Hace tiempo que estamos advirtiendo que en los últimos 30 años aumentó sustancialmente la temperatura del planeta como consecuencia de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases a la atmósfera, y sabemos que esto provoca alteraciones en el clima como inundaciones, sequías y huracanes”, remarcó.
”En Argentina, en la zona de la pampa húmeda —en el centroeste del país— está aumentando el nivel de las lluvias en los últimos años”, precisó.
Al igual de lo que ocurre con las sucesivas inundaciones en áreas rurales de la pampa, en los últimos días aumentaron de modo violento las lluvias y con ellas el caudal del río Salado, que desbordó y sus aguas llegaron hasta zonas antes nunca alcanzadas.
El Salado es un río de llanura que viene de la provincia vecina de Santiago del Estero e ingresa a Santa Fe por el oeste para cruzarla en sentido sudeste hasta su desembocadura en el río Paraná.
Por eso los técnicos estudian la posibilidad de drenar hacia el Paraná parte de la masa de agua que se desbordó por barrios completos de Santa Fe, autopistas y de varias rutas.
Canoas y lanchas navegaban este miércoles por lo que hasta horas antes eran calles y avenidas de la capital de la provincia, y esquivaban copas de árboles, cables de electricidad y de teléfonos para rescatar a los vecinos que esperaban sobre los techos de las viviendas es ayuda.
Berdasquera estaba tranquilo —aunque preocupado por los demás, el martes mirando por televisión los efectos de la crecida del río Salado, que pasa a tres kilómetros de su casa del barrio santafecino de Centenario.
Un locutor en ”la radio aseguraba al mediodía que no había peligro, pero a la noche, un vecino nos advirtió que el agua estaba cerca”, narró a IPS.
”Nos asomamos, vimos la calle cubierta, y en apenas media hora ya teníamos tres metros de agua adentro de la casa. Tuvimos que subirnos al techo, yo, mi esposa y mi madre de 56 años. Esperamos allí bajo la lluvia, sin comida, sin luz y con la ropa mojada hasta que a las siete de la mañana un vecino con una canoa nos rescató”, comentó.
La casa de este trabajador de un restaurante árabe del centro de la ciudad estaba construida de materiales fuertes, con dos dormitorios, una cocina comedor y un baño. Estaba equipada con heladera, televisor y todos los bienes de una familia de clase media. ”Perdimos todo y ahora tendremos que empezar de cero”, se lamentó.
Berdasquera está alojado junto a otros 200 evacuados en el Colegio Lasalle, de la ciudad de Santa Fe, ubicado en un barrio alto adonde todavía no llegó el agua.
El director de ese colegio, Pascual Alarcón, dijo a IPS que ofrecieron recibir a 100 personas, pero los damnificados no paran de llegar y ya duplicaron esa cantidad.
”Recibimos también enfermos del hospital Cuyén, que debió ser evacuado. Tenemos personas que estaban internadas y estamos formando grupos de emergencia con padres del colegio que son enfermeros o médicos para asistirlos, pero necesitamos medicinas, pañales, alimentos, colchones… Todo se perdió”, sintetizó Alarcón.
Otra mujer que está en la escuela, Nélida Tolosa, de 72 años, contó que el martes al mediodía ella se lamentaba al ver por televisión a gente que debía dejar su casa en barrios cercanos, y sólo unas horas después se encontró en esa misma situación junto a su madre de 97 años y su hija y sin poder llevar ninguna de sus pertenencias.
”Nos llevaron al centro, pero la ciudad estaba sin luz, sin transporte, estuvimos en la calle un rato, después fuimos a un club y de ahí a la casa de una amiga hasta que el agua le llegó a ella también y debimos venirnos para acá con lo que teníamos puesto”, relató Tolosa. ”En toda mi vida no había visto algo así”, aseguró.
En tanto, como la capital de Santa Fe está en un pozo, se llenó literalmente de agua hasta el centro, el casco histórico, la casa de gobierno y la plaza central de la capital.
El gobernador de Santa Fe, el ex piloto de automovilismo de Fórmula 1 Carlos Reutemann, declaró a la provincia en estado emergencia y pidió ayuda al gobierno nacional, que se comprometió a enviarle 40.000 raciones de comida y siete millones de pesos (145.000 dólares).
”Es una catástrofe nacional”, reconoció este miércoles el presidente Eduardo Duhalde, para luego también decretar el estado de emergencia.
Reutemann también clamó por ayuda del Banco Mundial para resconstruir la infraestructura provincial.
”Tenemos 33 por ciento de la provincia afectada por el agua y la infraestructura destruida. El hospital de niños de alta complejidad tiene tres metros de agua. Evacuamos a los niños pero allí quedaron tomógrafos, computadoras, todo”, se lamentó.
El gobernador destacó que en la noche del martes lograron rescatar a 2.000 personas que estaban en los techos de sus casas, con ayuda de baqueanos que orientaron a personal del ejército y la Cruz Roja por los espejos de agua que hasta horas antes eran las calles.
”Sabemos que aún hay mas gente, pero algunos no se quieren ir”, agregó.
Es lo que ocurre cuando hay que evacuar a los damnificados de las inundaciones que temen abandonar las casas y perder todas sus pertenencias por el agua o después por los saqueos. (