Las promesas formuladas por Estados Unidos sobre la reconstrucción y la democratización de Iraq recuerdan a las aún no cumplidas respecto de Afganistán.
Hace apenas un año, el presidente estadounidense George W. Bush comparó las intenciones de su país en Afganistán con las del Plan Marshall, mediante el cual Washington financió la reconstrucción de Europa tras la segunda guerra mundial (1939-1945).
El secretario de Estado (canciller) George Marshall sabía que nuestra victoria militar contra los enemigos en la segunda guerra mundial debía ser seguida por una victoria moral que resultara en una vida mejor para los seres humanos individuales, dijo Bush en abril pasado.
El mandatario pronunció estas palabras en el Instituto Militar de Virginia, donde estudió el propio Marshall. La paz se alcanzará ayudando a Afganistán a entrenar y desarrollar su propio ejército nacional y a través de un sistema educativo para niños y niñas que funcione, agregó Bush.
Dadas estas aspiraciones, debe haber sido desalentador para el gobierno de Estados Unidos conocer una de las últimas declaraciones a la prensa de Ahmed Wali Karzai, hermano del presidente de Afganistán, Hamid Karzai, y su representante en la meridional región de Kandahar.
No hubo cambios significativos para el pueblo. Ya no sé qué más decirle a la gente, sostuvo Ahmed Wali Karzai.
El gobierno de Karzai ha sido incapaz de mantener el control del territorio más allá de Kabul, la capital, única área vigilada por la Fuerza Internacional de Asistencia de Seguridad (ISAF).
Y, sin control sobre el país, el presidente Karzai no ha podido emprender la reconstrucción de un país devastado por la guerra. El gobierno afgano se instauró en diciembre de 2001, luego de que una coalición militar encabezada por Estados Unidos desalojó del poder al movimiento islámico radical Talibán.
Washington también ha sido incapaz de cumplir su promesa de ganarse los corazones y las mentes de los afganos, en particular de los de la etnia pashtun (patana), que constituye 40 por ciento de la población.
En el área fronteriza con Pakistán en el sur de Afganistán, donde los pashtun son amplia mayoría, los talibán han vuelto a actuar. Eso quedó en evidencia por el asesinato el fin de semana de uno de los más estrechos colaboradores de Karzai, Haji Gilani, y su sobrino.
Fue la última muerte atribuida a los talibán en una serie que incluyó hace 10 días la de un trabajador de la Cruz Roja, nacido en El Salvador. Varias organizaciones internacionales retiraron su personal del sur de Afganistán luego del crimen, lo que dificulta aun más las tareas de reconstrucción.
Cuatro hombres armados con pistolas y montados en motocicletas emboscaron la semana pasada a una patrulla militar de reconocimiento estadounidense, también en el sur. Dos soldados de las Fuerzas de Operaciones Especiales murieron y un tercero fue herido. También resultaron lesionados tres soldados afganos.
Una semana antes, tres guardias afganos fueron muertos en el sur, al parecer atacados por milicias de Talibán o fieles al jefe rebelde pashtun Gulbuddin Hekmatyar.
Pero los comandantes de los 8.000 soldados estadounidenses en Afganistán no se muestran particularmente preocupados, si bien analistas independientes advirtieron que esos incidentes dejan en evidencia que Washington podría estar perdiendo la guerra por la conquista de los corazones y las mentes.
En los últimos 10 días, fuerzas estadounidense realizaron una serie de ataques por aire y por tierra contra supuestos escondites de los talibán en las montañas.
Los enemigos del gobierno en Kabul podrían estar avanzando, dijeron este lunes al diario The Washington Post otro hermano de Karzai, el fundador de la Cámara de Comercio Estadounidense-Afgana Mahmood Karzai, el vicepresidente de la cámara, Hamde Wardak, y el dirigente del gobernante Partido Republicano Jack Kemp.
El principal problema, según la mayoría de los expertos, es que Estados Unidos depende de los señores de la guerra afganos para brindar seguridad en el interior del país más que de la propia ISAF.
En el mejor de los casos, la cooperación de Estados Unidos con los señores de la guerra molesta a los ciudadanos afganos comunes. En el peor, los afganos serán cada vez más vulnerables a la manipulación política de Talibán y de (la organización radical islámica) Al Qaeda, afirmaron Mahmood Karzai, Wardak y Kemp.
Esto es lo que sucede por gastar poco por la seguridad, dijo un funcionario del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense.
Los planes de Washington para entrenar a las nuevas fuerzas armadas y a la policía que se harían cargo gradualmente de la seguridad fuera de Kabul han insumido mucho más tiempo de lo previsto, en parte debido a la falta de recursos para pagar a los reclutas, agregó el funcionario.
Karzai anunció hace poco el lanzamiento de un gran programa de pacificación del país consistente en desmilitarizar a las milicias de los señores de la guerra mediante la contratación de los combatientes como funcionarios públicos.
Pero ni Estados Unidos ni otros donantes comprometieron fondos para la iniciativa. De hecho, el proyecto de presupuesto suplementario que está a punto de aprobar el Congreso estadounidense no incluye ninguna partida adicional para Afganistán. (