Organizaciones no gubernamentales prevén una dura crisis humanitaria a causa de la invasión a Iraq, mientras exiliados de ese país temen que el régimen de Saddam Hussein sea reemplazado por un sistema colonial bajo dominio de Estados Unidos.
El futuro posbélico de Iraq está condicionado, en gran medida, por la duración de la guerra lanzada este jueves por Estados Unidos y sus aliados.
El oficial de inteligencia y capitán de fragata de la armada española Juan Ruiz Casas cree que la guerra puede llevar de seis días a seis semanas, aunque aclaró que eso no excluye que después prosigan incidentes aislados.
En el otro extremo está la opinión de quien dio la orden de iniciar los combates, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, quien advirtió a los ciudadanos de su país este jueves que la guerra podría ser más larga y difícil de lo que algunos predicen.
Los mandatarios de los 15 países miembros de la Unión Europea (UE) se reunieron este jueves en Bruselas para estudiar la situación de posguerra en Iraq, proponiéndose lograr que ese proceso sea regido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y evitar que se produzca un gran flujo de exiliados hacia Europa.
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Romano Prodi, el presidente de la Comisión Europea, órgano ejecutivo del bloque, declaró al comenzar la reunión que, tras la polarización de las posiciones de sus países miembros respecto de Iraq, ahora la UE debe restaurar su unidad con rapidez para mirar hacia el futuro.
Algo que no será fácil de lograr dada la firmeza de algunos países al defender sus posiciones, como Gran Bretaña y España en línea con la política estadounidense y Francia y Alemania en el otro extremo.
Mientras, la presidenta de la organización no gubernamental Manos Unidas, Ana Alvarez de Lara, dijo a IPS que se está ante una guerra de rumbo incierto, sin el respaldo de la ONU y desoyendo la opinión pública, que se ha expresado con fuerza en contra.
Tras señalar que esa no es la mejor de las soluciones, deploró el recrudecimiento del conflicto, que viene a añadir más dolor, miseria y muerte al sacrificado pueblo iraquí.
Esta guerra, como todas, traerá muerte de inocentes, refugiados, destrucción y una mayor incomprensión entre los universos culturales y religiosos que conforman nuestro mundo, apuntó.
La también organización no gubernamental Cáritas calcula entre 200.000 y 500.000 la cantidad de refugiados que podrían salir de Iraq en los próximos días, por lo que está sumando sus esfuerzos a los de otros grupos humanitarios para afrontar el problema.
En tanto, el exiliado iraquí Muhsin Al-Ramli, premio de literatura en Bagdad en 1988 y director en Madrid de la revista literaria Alwah, cree que la guerra terminará a corto plazo porque el pueblo y los soldados (de su país) esperan a tener alguna protección para sacudirse a Saddam (Hussein) de encima.
Pero, añadió a IPS, la gente también teme que tras la caída de la dictadura ésta sea reemplazada por otra colonización.
Al-Ramli concluyó precisando que el pueblo de su país se pasó casi todo el siglo XX combatiendo contra el colonialismo inglés y que podría pasarse ahora otro siglo luchando para liberarse del colonialismo norteamericano.
El pronóstico de Al-Ramli coincide con el del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Estados Unidos, que celebró el martes un encuentro para examinar la situación.
Bart Fisher, uno de los dirigentes de ese Centro, dijo que Iraq no se convertiría en un simple protectorado estadounidense sino que se convertiría en un régimen dictatorial norteamericano, donde las (firmas) transnacionales extenderían su dominio.
Fisher, profesor de la estadounidense Universidad George Washington, criticó la selección realizada por el gobierno de Bush de una decena de empresas de ese país para concederles los primeros contratos de reconstrucción de Iraq, por 900 millones de dólares.
Xavier Balcells, de la organización no gubernamental española Escudos Humanos para el Pueblo de Iraq, comunicó este jueves desde Bagdad que las autoridades iraquíes les advirtieron del riesgo que corren y les ofrecieron que abandonen el país en cuanto lo decidan.
Su respuesta es que se quedarán y llamaron a la población española a que se tomen todas las medidas posibles para parar esta cruel e injusta invasión y se respeten las leyes internacionales.
El jefe del gobierno español, José María Aznar, ratificó su apoyo a Estados Unidos y Gran Bretaña horas después de que comenzaran los bombardeos contra Iraq.
Aznar, refiriéndose a la oposición, pidió un espacio para la aproximación y el acuerdo de futuro una vez concluida la guerra.
La respuesta no se hizo esperar y toda la oposición volvió a criticarlo.
El líder de la mayor fuerza opositora, el Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero, negó que la implicación española sea sólo humanitaria, como dice el gobierno, pues es logística, o sea de apoyo a la acción militar estadounidense, al margen de la legalidad internacional.
Al mismo tiempo, en todas las ciudades españolas se sucedieron manifestaciones espontáneas, más numerosas en unas que en otras, pero en todas condenando la guerra y criticando al gobierno.
En Madrid, una columna de miles de estudiantes que intentó llegar hasta el Congreso de los Diputados fue dispersada por la policía. Dos estudiantes resultaron heridos.
Las dos centrales sindicales, la Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras, emitieron un comunicando expresando su rotunda condena a los cuatro gobiernos (de Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Australia) por comenzar una guerra de agresión, al margen de la legalidad internacional.
Llamaron además a todos los trabajadores a movilizarse para que se ponga fin a la guerra, una convocatoria que se suma a la de la Plataforma de la Cultura contra la Guerra, a la de los partidos de oposición y de numerosas organizaciones no gubernamentales.