Quemar banderas de Estados Unidos e imágenes del presidente de ese país, George W. Bush, ya es rutina en frecuentes movilizaciones callejeras de los partidos religios derechistas de Pakistán, que ven en el ataque a Iraq su primera oportunidad de llegar al poder.
Las más ruidosas condenas de ese ataque proceden de los partidos religiosos de la coalición Muttaheda Majlis-i-Amal (MMA), que cuenta con un tercio de los integrantes del parlamento.
La MMA gobierna la Provincia de la Frontera Noroccidental, es mayoría en la alianza gobernante de la sudoccidental de Balochistan, vecina a Afganistán, y tiene importante presencia en la oriental de Punjab y la meridional de Sindh, lo cual suma peso político en casi todo el país.
Esa coalición convocó a una huelga general el viernes, exitosa sólo en las provincias en cuyos gobiernos participa.
Los partidos religiosos intentan capitalizar el extendido sentimiento panislámico, típico de los musulmanes de Asia meridional, y presentan la guerra en Iraq en blanco y negro, como un conflicto entre el cristianismo, al cual identifican con todo Occidente, y un país islámico.
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La propaganda que realizan ignora la oposición de la mayoría de los países europeos a la guerra, y las manifestaciones contra ella realizadas en el mundo por millones de personas de todas las religiones y por ateos.
Esta guerra no tiene justificación: se realiza contra la Carta de las Naciones Unidas, y es un duro golpe al foro mundial y al derecho internacional, dijo a IPS el dirigente de la MMA Naimatullah Khan, alcalde de Karachi, la capital de Sindh, y con fama de moderado y ecuánime.
Khan es un político astuto, y no mencionó cuestiones religiosas porque sabía que se dirigía a una audiencia internacional.
Los partidos religiosos nunca han logrado acceder al gobierno, pero tradicionalmente tienen gran capacidad de movilización.
La influyente minoría laica que se opone a la guerra por razones políticas y legales afronta un dilema, ya que sus manifestaciones tienen menos éxito que las convocadas por grupos religiosos.
Por otra parte, los grandes partidos laicos derechistas del país y los militares que controlan el gobierno tienen estrechas relaciones con Estados Unidos, pero suelen emplear una retórica islámica para ganar apoyo de la población, y eso fortalece a los grupos religiosos.
Mientras tanto, la MMA aprovecha el extendido sentimiento antiestadounidense al usar consignas antimperialistas típicas de la izquierda, pero negocia mayor participación en el poder con el resto de la derecha y con los militares.
El presidente Pervez Musharraf, quien tomó el poder en octubre de 1999, es la verdadera autoridad tras el primer ministro Zafarullah Jamali, quien ocupa su cargo desde noviembre de 2002, en forma técnicamente democrática tras las elecciones parlamentarias del mes anterior.
Musharraf y los militares están en aprietos para definir qué actitud adoptar en la actualidad ante el ataque contra Iraq liderado por Estados Unidos, que apoyan en silencio.
Por un lado, deben reflejar el estado de ánino de la población y acercarse a las posiciones de la MMA, pero también tienen que mantenerse alineados con Washington, de cuyo apoyo dependen para mantenerse en el poder. El resultado puede ser que no logren ninguno de los dos objetivos.
Los políticos derechistas laicos son mantenidos a raya por los militares o los apoyan desde el partido de Jamali, la Liga Musulmana de Pakistán-Quaid (LMP-Q), surgida de la Liga Musulmana Pakistaní del ex primer ministro Nawaz Sharif, pero están a la sombra de Musharraf y no son tomados muy en serio por gran parte de la población.
El Partido Popular Pakistaní de la ex primera ministra Benazir Bhutto, la segunda fuerza en las elecciones del año pasado después de la LMP-Q y antes que la MMA, se mantiene al margen de las manifestaciones antiestadounidenses y casi en silencio sobre la guerra, para no irritar a Washington.
En la actualidad, los seguidores de Sharif tienen escaso peso en el parlamento y en la opinión pública, y su retórica es muy similar a la de la MMA.
La izquierda es sólo un pálido recuerdo de lo que fue hace décadas, y sus fragmentos se repartieron entre numerosas organizaciones no gubernamentales. Los partidos nacionalistas regionales que fueron sus aliados sin compartir profundamente sus posiciones están divididos y se vuelven rápidamente irrelevantes.
De esos partidos, sólo tiene importancia política en la actualidad el Movimiento Muttahida Quami, liderado por Altaf Hussain y base del gobierno de Sindh, acusado por sus críticos de tener tendencias proestadounidenses e incluso fascistas.
Uno de los dirigentes de ese movimiento, el ex senador Nasreen Jalil, criticó el ataque a Iraq con argumentos ante todo humanitarios.
Van a perderse en forma innecesaria demasiadas vidas iraquíes, y no hay justificación para eso. Es claramente cuestionable que (el presidente iraquí) Saddam Hussein posea armas de destrucción masiva, pero no es el único. Muchos otros las tienen, y en especial Israel. ¿Estados Unidos va a atacar a todos?, comentó.
El profesor Hamza Alvi, un típico intelectual izquierdista, dijo a IPS que el conflicto no tiene nada que ver con un choque de civilizaciones o de religiones.
Estados Unidos trata de afirmar una versión actualizada del imperialismo, y su objetivo inmediato puede ser el petróleo y aumentar la seguridad de Israel, pero a largo plazo busca cerrar un cerco en torno a China y minimizar la influencia rusa en Asia. Ya se aseguró Asia meridional y avanza hacia el dominio de Asia central, opinó.
Los posibles enemigos de Washington son reacciones y luchas populares que pueden parecer muy improbables, pero quizá no lo son tanto, porque muchos estadounidenses han sido engañados y quizá se den cuenta de eso, añadió Alvi.