La matanza de 25 hindúes en Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, puso en aprietos al nuevo gobierno estadual, elegido con el mandato de pacificar ese territorio disputado por India y Pakistán.
El hinduista Partido Bharatiya Janata (BJP), líder de la coalición nacional de gobierno, acusa al ministro jefe de Cachemira, muftí Mohammed Sayed, de incitar los ataques mediante una política de reconciliación con grupos radicales de Pakistán y la liberación de varios de sus líderes de la cárcel.
La masacre del domingo nos preocupa y es resultado de la debilidad del gobierno estadual hacia los responsables de la violencia contra los hindúes en el valle de Cachemira, declaró Mujtar Abbas Naqvi, portavoz del BJP.
Cientos de miles de hindúes huyeron del septentrional estado de Jammu y Cachemira desde 1989, cuando un incipiente movimiento separatista islámico se volvió violento.
Como parte de su supuesto esfuerzo para pacificar el disputado territorio, Sayed ha estimulado a la minoría hindú a abandonar el estado.
Ante las críticas de Nueva Delhi al gobierno estadual, varios observadores advirtieron que los enfrentamientos políticos sólo ayudarán a los grupos separatistas violentos.
La respuesta a la última tragedia debe ser de un frente unido, porque en el combate al terrorismo en Jammu y Cachemira no puede haber divisiones entre el gobierno y la oposición, señaló el periódico Indian Express este martes.
De hecho, el diario culpó al BJP por permitir que la situación en Cachemira se saliera de control desde que su partido aliado en ese estado, la Conferencia Nacional, fuera expulsado del poder en las elecciones realizadas del 16 de septiembre al 8 de octubre pasados.
Nueva Delhi ha obstaculizado la llamada 'política de cicatrización' emprendida por el gobierno de coalición de Muftí Mohammed Sayed, afirmó el Indian Express.
La matanza del domingo fue perpetrada por hombres armados no identificados cerca de la localidad de Shopian, en el distrito de Pulwama.
Las víctimas fueron hindúes que habían optado por seguir viviendo en el estado pese a los intentos de limpieza étnica de grupos militantes islámicos, la mayoría de los cuales tienen sus bases en la parte de Cachemira controlada por Pakistán.
El BJP y la Conferencia Nacional fueron derrotadas en los últimos comicios estaduales por una alianza formada por el independentista Partido Democrático Popular y el opositor partido del Congreso, que obtuvieron respectivamente 16 y 20 de las 87 bancas del parlamento estadual.
La última matanza de hindúes en Cachemira decidió a la Comisión de Seguridad del gabinete nacional de gobierno a realizar el lunes una reunión de emergencia, que fue presidida por el propio primer ministro Atal Behari Vajpayee.
También asistieron al viceprimer ministro Lal Krishna Advani, el canciller Yashwant Sinha, el ministro de Defensa George Fernandes y el jefe del ejército, general N.C. Vij.
Sinha declaró a la prensa que la reunión fue convocada para analizar tanto la situación en Iraq como la surgida de la masacre en Jammu y Cachemira.
Este martes, Advani visitó el distrito donde se produjo la matanza.
La violencia en Jammu y Cachemira continúa por causa de nuestro vecino Pakistán, afirmó, aunque la cancillería pakistaní condenó la masacre el lunes.
India y Pakistán ya pelearon dos guerras abiertas y una no declarada por Cachemira desde 1947, cuando Gran Bretaña dividió el subcontinente según grupos religiosos antes de abandonarlo.
Pakistán nunca aceptó la decisión del gobernador hindú de Cachemira ese año de incorporar parte de la región a India, e insiste en que Nueva Delhi debe cumplir una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas que exige un referendo de autodeterminación en ese territorio.
India, por su parte, considera a Cachemira parte integrante del país, no pasible de ninguna negociación internacional.
Grupos separatistas armados luchan desde 1989 por la autodeterminación de la parte india de Cachemira, en un conflicto que causó la muerte de 30.000 a 60.000 personas, según distintas fuentes.
Nueva Delhi acusa a Islamabad de ofrecer entrenamiento y armas a esos guerrilleros, pero Pakistán afirma que sólo les brinda apoyo moral y diplomático. (