La historia de Diego, el personaje homosexual del filme Fresa y Chocolate que emigró para ser él mismo, no es pura ficción en Cuba.
Fresa y Chocolate, estrenada hace 10 años y considerada la mejor película cubana de los años 90, contaba esa historia verosímil porque no son pocos los habitantes de la isla que ven la homosexualidad como un defecto.
El filme, dirigido por el fallecido Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, sensibilizó a amplios sectores de la población con el amor de Diego hacia un joven comunista y la amistad que finalmente se establecía entre ellos.
Hasta la aparición de la película en 1993, el personaje del homosexual había sido generalmente usado en obras humorísticas de la televisión, para provocar risa, señaló Aurelio Díaz, médico de familia en La Habana.
Es un debate no cerrado si la obra trascendió al punto de tocar el imaginario colectivo, de alterar jerarquías éticas y develar imperativos humanísticos, más allá de la afirmación o la negación a ultranza, comentó el crítico de cine Joel del Río.
De todos modos, para algunos en la isla la historia tiene un antes y un después de Fresa y Chocolate, opinó.
En una encuesta realizado a fines del año pasado en varias ciudades cubanas, se detectó una mayor aceptación social de homosexuales y lesbianas que hace 10 años, pero mostró la persistencia de prejuicios.
El reporte preliminar sobre una investigación en curso, al que tuvo acceso IPS, incluye los resultados de esa encuesta, en la cual se consultó a 300 personas, y se presentará en el XVI Congreso Mundial de Sexología, que se prevé realizar del 10 al 14 de ester mes en La Habana.
Los resultados se compararon con los de una encuesta similar realizada de 1993 a 1994 por el equipo de investigaciones del periódico Juventud Rebelde, segundo en importancia del país, que fue presentada en 1994 en el VII Congreso Latinoamericano de Sexología.
Hace 10 años, 68,3 por ciento de las personas encuestadas definieron la homosexualidad como una inclinación sexual hacia personas del mismo sexo y no como algo anormal. El año pasado, dieron esa respuesta 78 por ciento de los consultados.
Pero más de la mitad de los entrevistados en 2002 opinaron que homosexuales y lesbianas son como personas con problemas, y 22 por ciento del total de consultados consideraron que se trata de personas enfermas, que necesitan tratamiento médico.
La aceptación de los homosexuales aumentó en relación con los datos de 1993-1994, pero también se constató una fuerte aversión hacia las lesbianas, rechazadas por 86 por ciento de las personas encuestadas y sobre todo por las mujeres, que en su mayoría las catalogaron de manera despectiva.
El rechazo fue especialmente acentuado en ciudades del interior del país, donde la mayoría de las personas entrevistadas respondió lo (la) mato, cuando se les preguntó qué harían si descubrieran que a su hija o hijo le gustan personas de su mismo sexo.
Se desconoce el sufrimiento existencial que la sociedad cubana, aún homofóbica y patriarcal, depara al homosexual, opinó la psicóloga Patricia Arés, al defender un trabajo académico suyo sobre homosexualidad en la Universidad de La Habana.
La legislación nacional excluyó a fines del siglo XX cualquier tipo de penalización de la homosexualidad, pero en la isla no se habla de derechos sexuales o de cualquier otra índole de homosexuales y lesbianas, como ocurre en otros países.
Fuentes de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional aseguraron que en más de 70 países la homosexualidad es considerada un delito y su práctica puede llevar a años de cárcel.
En Cuba, la homosexualidad no es castigada por la ley, pero tampoco se acepta. No existen asociaciones públicas de homosexuales, publicaciones especializadas sobre la cuestión o editadas por la comunidad homosexual, y son muy escasos los sitios de encuentro reconocidos de esa parte de la población.
La ausencia de información sobre el asunto es total. El año pasado, la noticia del reconocimiento legal de las uniones homosexuales en la capital de Argentina no fue publicada en Cuba, como tampoco se divulgan esfuerzos similares en otros lugares del mundo.
Pero la situación ha mejorado si se compara con la de los años 60, cuando numerosos homosexuales fueron recluidos y obligados a trabajar en las llamadas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP).
Tras el periodo del trabajo forzoso en la UMAP, que duró un año, se establecieron una serie de parámetros de selección en las áreas de la educación y la cultura, que excluyeron a no pocos homosexuales por su presunto mal ejemplo para los jóvenes.
Ser homosexual era motivo suficiente para que no te aceptaran en determinadas carreras universitarias o en algún puesto de trabajo. No eras confiable, contó Rogelio Jiménez, un habanero de 67 años que nunca ha ocultado su gusto por los hombres.
En 1980, cuando las autoridades impulsaron el éxodo de más de 100.000 personas hacia Estados Unidos, Jiménez fue uno de los tantos homosexuales citados por la policía como lacra antisocial, para invitarlos a que se fueran del país para siempre.
Me presionaron muchísimo, pero no pudieron obligarme a ir. Conozco a muchos que se fueron, unos porque querían y otros porque no tuvieron fuerzas para negarse. Yo les dije que era maricón, pero cubano, y aquí estoy, dijo a IPS. (FIN/IPS/da/mp/hd/03)