La inminencia de un ataque a Iraq es el marco para el debut de los nuevos líderes comunistas de China, el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, que prometieron impulsar las reformas económicas y mantener el sistema político.
Wen ofreció su primera conferencia de prensa este martes, horas después de que el presidente estadounidense George W. Bush diera a su par iraquí Saddam Hussein y a los hijos de éste un plazo de 48 horas para abandonar Iraq. El ultimátum fue rotundamente rechazado por Bagdad.
Como única reacción, Wen dijo que China es partidaria de una solución pacífica de la crisis de Iraq dentro del marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero no ofreció ninguna propuesta para evitar la guerra.
China – – igual que Francia y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – – había advertido que no votaría ninguna resolución del Consejo que autorizara la invasión de Iraq, pero el lunes Estados Unidos, Gran Bretaña y España decidieron no someter a la votación del foro mundial ninguna moción.
Wen concentró su discurso en la necesidad de cuidar la estabilidad, olvidar las perturbaciones políticas del pasado y transformar a China, el país más poblado del mundo, en una superpotencia económica.
Asimismo, prometió poner fin a las discriminaciones contra el sector privado en materia de impuestos y créditos bancarios.
El nuevo primer ministro, un tecnócrata de 60 años, intentó proyectarse como un hombre de origen humilde y prometió que la ayuda a los campesinos y al creciente ejército de desempleados será la prioridad de su mandato de cinco años.
A diferencia de su predecesor, Zhu Rongji, Wen otorgó prioridad a la resolución de los problemas domésticos sobre las obligaciones de Beijing ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), a la que se incorporó en diciembre de 2001.
El mandatario advirtió que un ritmo de reformas económicas demasiado rápido podría causar más dificultades a los 900 millones de campesinos que habitan el interior de China, en una población total de 1.300 millones.
Conozco profundamente las expectativas del pueblo chino y no las defraudaré, dijo Wen en su primera y única conferencia de prensa del año, un ritual de los primeros ministros al final de la sesión anual del Congreso Nacional del Pueblo (parlamento).
La sesión parlamentaria de este año puso el sello de aprobación a un cambio generacional de gobernantes que comenzó el pasado otoño boreal.
Durante el 16 Congreso del Partido Comunista, en noviembre de 2002, el entonces presidente Jiang Zemin cedió la secretaría general del Partido a Hu Jintao, en la primera transición de gobierno pacífica de la China moderna.
El pasado sábado, Jiang abandonó la presidencia, y Hu – – el único candidato a la sucesión, ya decidida por el Partido Comunista – – fue designado por el parlamento para ocupar su puesto, considerado ceremonial.
El Congreso Nacional del Pueblo también confirmó la elección de Wen, ex viceprimer ministro, como sucesor de Zhu Rongji, que deja como principal legado el impresionante crecimiento económico nacional de los últimos cinco años.
Zhu logró con éxito que China esquivara la crisis financiera estallada en el sudeste asiático en 1997 e ingresara en la OMC en 2001, a través de duras reformas económicas que incluyeron la reducción de la burocracia, la reestructuración de empresas públicas y la limpieza de créditos morosos.
Zhu entendía claramente que la entrada de China a la OMC significaría dolorosas pérdidas para muchos, por eso decidió usar la presión internacional para impulsar las reformas, comentó Ma Licheng, analista político del oficial Diario del Pueblo.
Los chinos no tendrán a otro Zhu, pero probablemente no necesiten otro, dijo Jonathan Anderson, director ejecutivo de investigaciones para la firma financiera Goldman Sachs en Hong Kong.
Pese a los logros de Zhu, Wen hereda una economía asolada por el desempleo, el descontento rural y la mayor brecha entre ricos y pobres de la economía moderna.
El nuevo primer ministro se explayó sobre su programa económico, pero dijo poco sobre sus planes políticos.
Sin embargo, Wen consideró necesaria la sangrienta represión del movimiento por la democracia en 1989 y, al igual que sus predecesores, rechazó el modelo occidental de democracia multipartidaria y señaló que China está democratizando al gobernante Partido Comunista.
Cuando hablamos de reestructuración política, hablamos de qué tipo de partido deseamos construir, declaró.
Por su parte, Hu destacó en su primer discurso público desde que asumió la presidencia el sábado que el Partido Comunista continuará gobernando el país, como lo ha hecho desde la revolución de 1949.
Sólo el socialismo puede salvar a China, afirmó el presidente, aunque subrayó la importancia de las reformas económicas.
El nuevo gobierno lanzó el fin de semana un claro mensaje de que no tolerará el disentimiento político, cuando censores del departamento de propaganda del Partido Comunista clausuraron un semanario por publicar un pedido de reforma política formulado por Li Rui, que fue secretario del líder comunista Mao Zedong.
Li, miembro del Partido Comunista de 1937, arguyó en el semanario 21st Century World Herald que China debe adoptar la democracia y el libre discurso o arriesgarse al estancamiento. (