Los nuevos gobernantes de China rescatan del olvido la imagen del soldado y obrero Lei Feng (1940-1962), símbolo de sacrificio y compasión hacia los necesitados, en un intento de contrarrestar el modelo capitalista del enriquecimiento personal y aliviar tensiones sociales.
Las principales ciudades chinas fueron adornadas en los últimos días con imágenes de Lei, que en su corta vida hizo de las actividades de voluntariado en beneficio de los más pobres un modo de vida que las autoridades pusieron luego como ejemplo.
Los 2.979 miembros del Congreso Nacional del Pueblo (parlamento) elegirán en su sesión anual, que comenzará este miércoles, al sucesor del presidente Jiang Zemin y al nuevo gabinete.
Este miércoles también se cumplirán 40 años de la consagración de Lei por parte del fundador de la China moderna, Mao Zedong (1893-1976), como ejemplo inmortal de la virtud socialista. Mao instó entonces a las siguientes generaciones a imitar al camarada Lei Feng.
China está en transición desde noviembre de 2002, cuando el reformista Hu Jintao fue elegido presidente del gobernante Partido Comunista. Se espera que Jintao se convierta en el nuevo jefe de Estado, mientras Jiang quedará a cargo de la poderosa Comisión Central Militar.
Jiang gobernó durante 13 años con mano de hierro, con la masacre de cientos de estudiantes prodemocráticos en la plaza Tiananmen de Beijing el 4 de junio de 1989, cuando él era primer ministro, como punto culminante.
Se espera también que el viceprimer ministro Wen Jibao suceda al actual primer ministro Zhu Rongji, mientras el actual viceprimer ministro Wu Bangguo accederá a la presidencia del parlamento, ahora ocupada por el veterano Li Peng.
Los principales candidatos al nuevo gobierno ya expresaron su intención de diferenciarse de los actuales líderes. En ese sentido, pretenden destinar más recursos a pobres y desocupados, y ayudar a las zonas menos priviliegiadas, a una de las cuales pertenecía Lei Feng.
Lei, nacido en una pobre familia campesina, fue soldado del Ejército Popular de Liberación y miembro del Partido Comunista. Estudioso y admirador de Mao, predicó una vida de extrema frugalidad, consagrada a ayudar a otros.
Tras décadas de olvido, la imagen de Lei es ahora promovida como ejemplo de solidaridad, en un intento del nuevo liderazgo de subrayar su compromiso para solucionar los acuciantes problemas sociales del país.
También, para contrarrestar el temor de que las reformas se alejen de los principios que rigieron la Revolución China, triunfante el 1 de octubre de 1949.
Se espera que Jintao, de 59 años y rodeado de un equipo relativamente joven, lanzará reformas de libre mercado, pero a la vez procurará calmar el creciente malestar por la brecha en el ingreso que separa a los más ricos del resto de la población.
El gobierno de Jiang construyó en los últimos años una economía mixta, pero parece haber olvidado las tensiones sociales.
La economía china creció ocho por ciento en 2002, pero el desempleo urbano ascendió a cuatro por ciento de la fuerza de trabajo, el más alto en más de dos décadas.
Beijing todavía deberá abrir más su mercado para cumplir con las reglas de la Organización del Mundial del Comercio (OMC), y se espera que esto tenga efectos negativos en los sectores más pobres de la población.
China logró en septiembre de 2001 su ingreso a la OMC, tras 15 años de largas y tensas negociaciones.
Analistas señalan que los nuevos gobernantes intentarán por todos los medios obtener el respaldo de campesinos, obreros y trabajadores inmigrantes, mientras continuarán cortejando al creciente sector privado, fuente de empleo y de capital.
Desde la elección de Jintao como presidente del Partido Comunista en noviembre, crecen las señales de que Beijing iniciará una etapa en su apertura económica y política.
Las autoridades chinas anunciaron en diciembre que la meridional zona especial de Shenzhen, abierta al capital extranjero, será usada como un campo de ensayo para una serie de reformas políticas limitadas, que podrían significar el inicio de un proceso de descentralización.
También en diciembre China tuvo su primera discusión pública sobre la limitación e incluso la abolición de la pena de muerte. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos acusan a Beijing de ordenar ejecuciones arbitrarias.
Según los últimos datos divulgados por la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, China es el país que realizó más ejecuciones en 2001, con 2.468, seguido por Irán (139), Arabia Saudita (79) y Estados Unidos (66).
Pero la política totalitaria continúa a pesar de los signos de apertura. El gobierno acusó el año pasado a dos trabajadores de subversión luego de que protestaran por mejoras laborales en su nororiental ciudad de Liaoyang.
En diciembre, el editor de una revista fue sentenciado a prisión por haber publicado artículos sobre la llamada Revolución Cultural, como se denominó la purga de numerosos dirigentes comunistas dispuesta por Mao entre 1966 y su muerte en 1976. Esos escritos, según la sentencia, incitaban a derrocar el poder del Estado. (