Quince meses después de las masivas protestas en Argentina que llevaron a la renuncia de dos presidentes en menos de 10 días, los candidatos a las elecciones presidenciales del mes próximo no han logrado representar la demanda de cambio que sacudió entonces a la sociedad.
La consigna que se vayan todos, que surgió espontáneamente de las protestas de diciembre de 2001, fue burlada por falta de dirigentes de recambio. Casi todos los actuales postulantes participaron en anteriores fracasos, y sus propuestas no son muy transformadoras ni se diferencian más que por matices.
Vecinos que desde la crisis se reúnen en asambleas y grupos de desempleados aseguran que mantienen viva la esperanza de una renovación política, pero las fuerzas que empujaron a la renuncia a dos mandatarios no resultaron tan poderosas como parecían, según diversos analistas.
Las propuestas para los comicios de abril incluyen algunas novedades, no se trata de un cuadro congelado anterior a la crisis, pero tampoco se ven cambios en la dirección esperada, comentó a IPS el politólogo Marcos Novaro, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Las movilizaciones de 2001 reclamaban una renovación más profunda, pero las fuerzas de cambio eran más débiles de lo que ellas mismas creían y no surgió una propuesta electoral capaz de aglutinar a los descontentos, opinó.
Incluso fue una exageración creer que las protestas voltearon a dos gobiernos que fracasaron solos y no podían llegar mucho más lejos cuando las movilizaciones callejeras terminaron de empujarlos, interpretó Novaro.
Algo parecido opina el periodista Eduardo Aliverti. Hay una relación inversamente proporcional entre el estallido que se produjo en 2001 y la posibilidad de construir una herramienta electoral en sintonía con esa rabia y ese hartazgo de la gente que se expresaba en las calles, sostuvo en una columna del diario Página/12.
A su juicio, ese fenómeno es producto de un movimiento de protesta que no vino acompañado de liderazgo ni de un crecimiento de la conciencia popular.
Fernando de la Rúa había asumido la presidencia en diciembre de 1999, renunció el 20 de diciembre de 2001 en medio de revueltas, saqueos y protestas callejeras con golpes de cacerola que dejaron como saldo alrededor de 30 muertos en todo el país. Antes de esa crisis, su popularidad era menos de 10 por ciento y estaba políticamente muy aislado.
Tres días después de la renuncia de De la Rúa, el Congreso designó para reemplazarlo a Adolfo Rodríguez Saá, del opositor Partido Justicialista (PJ), quien duró sólo nueve días en el cargo hasta que nuevas revueltas precipitaron su renuncia.
Desde el 1 de enero de 2002, el mandato de De la Rúa es completado por Eduardo Duhalde, del PJ, también designado por la asamblea legislativa, quien logró sortear la hecatombe económica y social, pero de todos modos debió adelantar al 27 de abril las elecciones que, en principio, estaban previstas para diciembre de este año.
Ningún candidato supera aún 20 por ciento de las preferencias en las encuestas, y Novaro alegó que eso es relativamente bueno, porque nadie debería ilusionarse con una salida fácil de esta crisis. El próximo gobierno va a ser débil y va a tener que enfrentar muchas dificultades, vaticinó.
El PJ mantuvo resolvió suspender sus elecciones internas tras meses de disputas internas, y permitirá que se presenten en su nombre tres candidatos: el gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, apoyado por Duhalde, el expresidente Carlos Menem (1989-1999) y Rodríguez Saá.
Esos tres candidatos fueron los preferidos por las personas consultadas a fines de feberero en una encuesta de la firma IBOPE: Kirchner con 18,8 por ciento, Rodríguez Saá con 15,1 por ciento, y Menem con 14,6 por ciento.
En cuarto lugar estuvo la diputada opositora Elisa Carrió, del centroizquierdista partido Alternativa para una República de Iguales, que se perfilaba en 2002 como el que mejor capitalizaría el malestar social.
Sin embargo, la falta de un liderazgo eficiente y de una clara estrategia frenaron su crecimiento, afirmó Novaro.
Siguió a Carrió el centroderechista Ricardo López Murphy, con apoyo de 7,9 por ciento de los entrevistados por IBOPE. Menos de uno por ciento expresaron preferencia por Leopoldo Moreau, de la Unión Cívica Radical (UCR), un partido centenario, rival tradicional del PJ y del cual es integrante De la Rúa.
Moreau fue postulado tras una puja interna con denuncias de fraude.
Novedades como la división del PJ, el hundimiento de la UCR y la aparición de nuevos dirigentes de centroizquierda y centroderecha no bastan para conformar a los más fervientes miembros del movimiento de asambleas barriales, surgido para organizar protestas durante la crisis de 2001.
Mucho menos satisfacen al creciente movimiento de desempleados que protestan con cortes de rutas y ocupación de edificios, en reclamo de trabajo y subsidios para los más pobres.
Carmen González, participante en una asamblea de barrio desde diciembre de 2001, explicó a IPS que analizar ese movimiento en dos niveles. En el plano de la acción comunitaria tuvimos éxito, pero en el plano político no tenemos peso para cambiar nada, dijo.
Las asambleas fueron el motor de las protestas que dieron el empujón final al gobierno de De la Rúa, pero se debilitaron con el paso de los meses.
En nuestro caso, la asamblea fue un éxito, porque somos unas 100 personas que nos juntamos cada jueves, conseguimos ocupar un predio donde reunirnos y llevamos adelante una serie de propuestas para frenar aumentos de tarifas, dar empleo o ayudar a los más pobres, explicó González.
Pero nos convertimos en sociedades de fomento, sin peso político, y eso nos preocupa, lo estamos discutiendo, admitió.
Las agrupaciones de desempleados, que movilizan a decenas de miles de personas, tampoco logran articular una propuesta común, y muchas llaman a abstenerse de votar en los próximos comicios, porque consideran que cualquiera de los postulantes representa la continuidad de lo que ya se conoce. (