Pakistán procura fortalecer su influencia sobre el gobierno que sucedió en Afganistán al régimen islámico de Talibán en diciembre de 2001, como lo demuestra la donación de equipo bélico entregada esta semana al nuevo ejército del país vecino.
Además de la donación de 75 disparadores de granadas, 5.000 subametralladoras y 180 morteros con 10.000 municiones, Islamabad prometió la entrega de 100 millones de dólares y el entrenamiento de militares para ayudar al gobierno del presidente Hamid Karzai a la reconstrucción de las fuerzas armadas afganas.
Islamabad informó en un comunicado oficial que el aporte se inscribe en el compromiso pakistaní de apoyar y fortalecer el gobierno central, incluido el reflotamiento del ejército nacional de Afganistán.
Pakistán era uno de los tres países que mantenían relaciones diplomáticas con Afganistán – – los otros eran Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos – – durante el régimen de Talibán, instaurado en 1996, hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, que dejaron 3.000 muertos.
El gobierno de George W. Bush atribuyó los ataques a la red islámica radical Al Qaeda, cuyo líder, Osama bin Laden, estaba entonces refugiado en Afganistán al amparo de Talibán y cuyo destino hoy se desconoce, al igual que el de las principales figuras del derrocado régimen de Kabul.
Islamabad se distanció del régimen afgano a raíz de los atentados. Pocas semanas después, brindó su cooperación a la guerra con que una coalición internacional encabezada por Estados Unidos desalojó a Talibán del poder en diciembre de 2001.
El ex canciller de Pakistán Tanvir Ahmed Khan dijo que los últimos gestos del gobierno de Pervez Musharraf hacia su vecino muestran determinación en fortalecer a Karzai, amenazado por docenas de señores de la guerra.
Ganarse la amistad de Afganistán deparará beneficios estratégicos a Pakistán, que procura impedir un aumento de la influencia en Asia meridional y central de otras naciones, como Irán, Rusia y su principal adversaria, India.
Hoy, el objetivo es impedir, ayudando a consolidar la institucionalidad en Kabul, que naciones hostiles como India obtengan una base de apoyo en Afganistán que les permita lanzar acciones contra Pakistán, sostuvo Khan.
Por su parte, el presidente del Instituto de Investigaciones Políticas de Islamabad, Pervez Iqbal Cheema, sostuvo que al respaldar al nuevo ejército afgano, Pakistán dejó claro que no apoya a ningún señor de la guerra y que la estabilidad económica, social y militar lo beneficiaría en el largo plazo.
Irán apoya a (el señor de la guerra) Ismail Khan, Rusia al general Rashid Dostum, India al general Mohammed Fahim. Pakistán es el único país vecino de Afganistán que demuestra, con hechos, su respaldo inequívoco al proceso de reconstrucción del país fijado por la ONU, agregó Cheema.
El 31 de enero, el representante especial del secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para Afganistán, Lakhdar Brahimi, dijo ante el Consejo de Seguridad que el proceso de paz estaba lejos de consolidarse, a pesar de los impresionantes logros alcanzados el año pasado.
Karzai viajó el jueves a Japón, donde 61 países y 22 organizaciones internacionales se comprometieron en enero de 2002 a reunir un paquete de asistencia de 4.500 millones de dólares para la reconstrucción de Afganistán en los próximos cinco años.
El presidente afgano procura desmovilizar las milicias lideradas por los señores de la guerra antes de las elecciones del año próximo, ofreciéndole a sus integrantes trabajo en la construcción de carreteras, puentes y represas, así como en las fuerzas armadas.
La Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad (ISAF) instalada en Afganistán cuenta con apenas entre 3.000 y 5.000 efectivos y su radio de acción se limita a Kabul, la capital.
Las milicias irregulares se han hecho cargo de la seguridad en más de 90 por ciento del territorio afgano, pero sus 200.000 combatientes, liderados por numerosas señores de la guerra, deben ser desarmados.
Mientras, resurgen células de Al Qaeda y de Talibán en el sur y deben mantenerse las actividades de desarme en el norte, donde operaban las principales fuerzas opositoras al régimen islámico.
Para garantizar la seguridad de Afganistán, la ISAF debe aumentar sus efectivos a 20.000 o adelantar el parto del nuevo ejército. Karzai prevé que las fuerzas armadas cuenten en el futuro con 70.000 efectivos, pero ahora tienen menos de 2.000, entrenados por Estados Unidos, Francia y Turquía.
Los únicos entrenadores con experiencia militar en Afganistán son los turcos, que participaron, como muchos combatientes procedentes de todo el mundo islámico (mujahidines), en la guerra civil contra la invasión del país por parte de la hoy disuelta Unión Soviética entre 1979 y 1988.
En ese periodo, Pakistán, con la ayuda financiera de Arabia Saudita y Estados Unidos, entrenó a más de una docena de señores de la guerra que combatían contra los invasores soviéticos.
Las claves de la política pakistaní hacia Afganistán han sido el fin de la guerra civil, la restauración de la paz, el establecimiento de un gobierno multiétnico de amplia base y la repatriación de los refugiados afganos, muchos de ellos radicados en el norte pakistaní, dijo el experto Babar Shah, del Instituto de Estudios Estratégicos. (