Pacifistas occidentales convertidos en ”escudos humanos” en Iraq tomaron posición en una central de energía del sur de Bagdad, con la intención de evitar un ataque militar encabezado por Estados Unidos.
Cerca de 200 voluntarios llegaron en la última semana a la capital iraquí para actuar como escudos y se espera que lleguen miles más, afirmó un líder pacifista, pero la mayoría se instalaron en lugares menos riesgosos, como hospitales y museos.
En cambio, el grupo que llegó el domingo en dos típicos autobuses londinenses de dos pisos decidió instalarse junto a un blanco muy probable de ataques. Los pacifistas fueron recibidos con vivas por los trabajadores de la central de energía, que exhibían retratos del presidente iraquí Saddam Hussein.
Cámaras de televisión mostraron al primer grupo de 15 voluntarios en un edificio junto a la central en que se habían dispuesto camas decoradas con guirnaldas.
”Sólo espero que no fumen aquí”, bromeó Godfrey Meynell, el líder británico del grupo, mientras colocaba su mochila detrás de un enorme retrato de Saddam Hussein.
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Los obreros de la central manifestaron alegría por la llegada de los activistas extranjeros. ”Si esto ayuda (a evitar la guerra), bienvenido”, declaró uno de ellos.
Algunos pacifistas expresaron sorpresa por los intentos de Bagdad de asimilarlos al régimen.
”Estamos aquí por el pueblo, no por el gobierno”, aclaró Katarina Soederholm, de Noruega, y manifestó su oposición a que la presencia de los activistas sea utilizada para fines de propaganda.
Los escudos humanos son los más visibles de los numerosos pacifistas que han acampado en Bagdad.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, advirtió al gobierno iraquí que el uso de civiles para proteger potenciales blancos militares constituye un crimen de guerra.
”El despliegue de escudos humanos no es una estrategia militar, sino un asesinato, una violación de las leyes de la guerra y un crimen contra la humanidad, y será tratado como tal”, advirtió Rumsfeld.
Pero los activistas no opinan de la misma forma y creen que Estados Unidos será el culpable de crímenes de guerra si ataca Iraq. ”Ellos serán quienes arrojen las bombas sobre nosotros y los iraquíes”, dijo un voluntario británico.
El gobierno iraquí otorgó a los pacifistas plena libertad para organizar sus protestas, paga el alojamiento en hoteles de muchos de ellos y les ofrece servicios telefónicos y de Internet.
Soederholm no se instalará en la central nuclear porque lo considera ”demasiado arriesgado”. ”Iré a un hospital”, anunció.
Aunque se llaman escudos humanos, algunos de los activistas no están dispuestos a llevar su lucha hasta el final y tienen previsto irse de Iraq antes de que empiece el ataque.
”No estoy diciendo que llevaremos esto hasta el final”, aclaró Meynell.
Diplomáticos occidentales opinaron que los escudos humanos se transformarán en una carga para el gobierno iraquí si estalla la guerra y también podrían ser vistos como un riesgo de seguridad.
Pero Ken Nichols O'Keefe, el estadounidense veterano de la guerra del Golfo (1991) que inició el movimiento de los escudos humanos, está convencido de que Bagdad les permitirá quedarse.
Las acusaciones de que su movimiento es usado para apoyar al gobierno iraquí y no al pueblo no preocupan a O'Keefe. ”No se los puede separar”, y además Estados Unidos y Gran Bretaña apoyaron en otros tiempos al régimen de Saddam Hussein, arguyó.
Impedir el ataque es todo lo que importa, porque si se concreta, ”será el comienzo de la tercera guerra mundial”, advirtió el activista.
Algunos escudos humanos tienen apenas una vaga idea de por qué están en Iraq. ”Quiero contribuir a la sanación espiritual del pueblo de aquí”, dijo un voluntario belga que se negó a discutir la situación política.
Al igual que O'Keefe, muchos de los ”escudos” lucen tatuajes, perforaciones y cortes de cabello extraños.
”En los años 70, la policía detenía a personas como esas y las obligaba a vestirse normalmente y a cortarse el pelo”, comentó un residente de Bagdad.
Otra iraquí que quedó atrapada en un embotellamiento de tránsito causado por una procesión de pacifistas se quejó: ”¿Por qué no se van a su casa? De todas formas no ayudarán”.
Un voluntario de Sudáfrica, con su largo cabello atado bajo una gorra tejida, señaló que las diferencias culturales entre los pacifistas son motivo de cierta tensión. ”Pero si lo que tratamos de impedir es una guerra, eso es lo que menos debe importar”, dijo.
El activista rechazó cualquier comparación entre el movimiento contra la guerra en Iraq y el movimiento contra el apartheid sudafricano.
”En Sudáfrica nadie nos invadió ni nos dijo cómo organizar nuestras vidas después. Eso es lo que Estados Unidos y Gran Bretaña tratan de hacer aquí”, declaró.