FRANCIA-IRAQ: El nacionalismo gaullista vuelve al camino

El profundo recelo del general Charles de Gaulle hacia los anglosajones renació en Francia esta semana con la decisión de vetar en la OTAN la defensa de Turquía en caso de guerra en Iraq, como pretendía Estados Unidos.

Al oponerse a la iniciativa estadounidense, el gobierno francés dio una muestra del nacionalismo gaullista y puso en cuestión el liderazgo militar de Estados Unidos en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

Francia y Bélgica arguyeron el lunes que Washington intentaba imponer una ”lógica de guerra” a la OTAN, ignorando el proceso de desarme pacífico de Iraq aprobado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Alemania respaldó el argumento, y así la alianza atlántica se sumió en una profunda crisis.

La negativa de Francia a aceptar incondicionalmente el liderazgo de Estados Unidos tiene una larga historia y se remonta a los primeros días de la alianza atlántica.

La OTAN fue fundada en 1949 como una alianza militar entre Estados Unidos y 12 países de Europa occidental, para hacer frente al bloque soviético.

Aunque Francia es miembro fundador de la OTAN, sus autoridades, más allá de su color político, siempre han considerado a la alianza ”un caballo de Troya anglosajón” en el corazón de Europa continental.

”Más que nada, los estrategas franceses inspirados en el general Charles de Gaulle querían asegurarse de que Francia pudiera defenderse a sí misma en caso de guerra y no tuviera que depender de una potencia militar extranjera”, comentó el historiador Charles Zorgbibe, autor de una historia de la OTAN.

Esta fue la lección que el estadista y militar francés extrajo de la amarga experiencia de su país en la segunda guerra mundial (1939-1945).

De Gaulle, quien combatió en la primera guerra mundial (1914- 1918), reclamó a fines de los años 30 la modernización de la capacidad militar francesa para poder hacer frente a la creciente amenaza de Alemania.

Pero su reclamo cayó en saco roto, y sus peores temores se confirmaron cuando Francia cayó en poder de la Alemania nazi, a principios de 1940. Francia no disponía de artillería antiaérea ni tanques comparables a los ”panzers” alemanes, y fue incapaz de repeler la invasión.

En junio de 1940, De Gaulle se rebeló contra las autoridades francesas que habían aceptado colaborar con los invasores (régimen de Vichy) y escapó a Londres, desde donde encabezó la Resistencia Francesa contra el ejército de Adolf Hitler y sus colaboradores franceses.

Así, De Gaulle se ganó el perpetuo reconocimiento de los franceses como el hombre que salvó el honor de la nación y dijo no a una capitulación humillante, y se convirtió en la encarnación del deseo nacional supremo de independencia y soberanía.

Durante la segunda guerra mundial, el primer ministro británico Winston Churchill y el presidente estadounidense Franklin Roosevelt intentaron reducir el papel de De Gaulle en la futura Francia.

Esto y su propio patriotismo llevaron a De Gaulle a desconfiar de quienes llamaba en forma peyorativa ”los anglosajones”.

”Estas experiencias reforzaron su convicción de que Francia debía estar en condiciones de defenderse a sí misma, en forma independiente de una potencia extranjera, y también de la OTAN, controlada por los 'anglosajones' que habían intentado humillarlo”, escribió Franz-Olivier Gisbert, biógrafo de De Gaulle.

Luego de la segunda guerra mundial, Francia intentó aumentar la autonomía militar de Europa, y en 1954 convocó una conferencia para establecer una Unión de Defensa Europea.

La conferencia fracasó, pero pocas semanas después nació otra organización europea, también por iniciativa de Francia: la Unión de Europa Occidental, destinada a fortalecer la defensa colectiva del continente en forma paralela a la OTAN.

Sin embargo, la Unión nunca funcionó, y sólo en 1992 sus acuerdos se integraron en el Tratado de Maastricht, que definió y reguló la cooperación europea moderna en materia económica, política, social y militar.

A través de los años, Francia continuó sus esfuerzos para garantizar su propia defensa.

En 1960, bajo la presidencia de De Gaulle, las Fuerzas Armadas francesas anunciaron que poseían armas nucleares, igual que Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y China.

Ese anuncio precedió a la decisión de De Gaulle de abandonar el comando militar unificado de la OTAN, el 21 de febrero de 1966. El general no estaba dispuesto a permitir que oficiales extranjeros dieran órdenes a soldados franceses.

Sin embargo, este retiro fue más simbólico que real. Francia siguió integrando las instituciones políticas de la organización, y sus tropas participaban en operaciones conjuntas con otros países miembros.

París continuó presionando a otros países europeos, en especial a Alemania, para que participara en una estrategia de defensa continental, que incluía la creación de una industria militar capaz de competir con la de Estados Unidos.

Como resultado, Francia y Alemania establecieron el llamado Eurocorps, una unidad militar que actualmente incluye fuerzas de casi todos los países miembros de la Unión Europea.

La Compañía Europea de Defensa Aeronáutica y Espacial, una alianza de industrias militares francesas, alemanas, españolas y británicas, también es resultado de esos esfuerzos.

Curiosamente, el presidente Jacques Chirac, que se considera un discípulo de De Gaulle, impulsó la reintegración a la OTAN en 1995.

Luego de realizar nuevas pruebas nucleares en territorios franceses en el Pacífico Sur, Chirac anunció que Francia se reincorporaría a la estructura militar de la alianza atlántica.

La medida pareció ser la consecuencia lógica de la participación francesa en operaciones de la OTAN en la antigua Yugoslavia y del progreso de la cooperación militar europea, reflejado en el Tratado de Maastricht, pero tuvo corta vida.

En 1997, cuando Estados Unidos se negó a entregar el Comando Sur de la OTAN a un oficial militar europeo, Francia confirmó que permanecería fuera del ”comando militar unificado”.

Al bloquear esta semana el envío de equipos militares a Turquía, Chirac siguió el consejo de De Gaulle de ”decir no” cuando la conciencia y la oportunidad así lo indican, sin importar las consecuencias. El general estaría encantado. (

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