El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, no prevé una purga radical en el gobierno de Iraq tras la caída de Saddam Hussein, pues desea garantizar la estabilidad en el país y en Medio Oriente, una estrategia que rechaza el ala más conservadora de Washington.
Los conservadores liderados por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, pretenden aplastar al gobernante partido Baath y alentar la creación de una institucionalidad totalmente nueva, como sucedió tras la segunda guerra mundial (1939-1945) en Alemania occidental y en Japón.
Pero Cheney y Rumsfeld ya tomaron nota de que Bush ha cedido a la presión de Arabia Saudita, Kuwait y Turquía, países que prefieren proscribir solo a los funcionarios y dirigentes más cercanos a Saddam Hussein y no a todos los que apoyan su régimen, con el fin de mantener cierta calma en los países vecinos.
El temor de los conservadores se consolidó tras la reunión el fin de semana entre el representante especial de Bush, Zalmay Khalilzad, y opositores iraquíes. Khalilzad, estadounidense nacido en Afganistán, convocó el diálogo en el norte de Iraq, zona controlada por fuerzas de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Allí, el representante de Bush informó sobre el plan de imponer luego de la guerra un gobernador militar estadounidense en Bagdad, quien supervisará por un año la transición, asistido por un consejo consultivo y un comité judicial a cargo de redactar una nueva constitución.
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Pero también anunció que Washington no prevé realizar una purga radical de la estructura que gobernó Iraq por más de un cuarto de siglo, sino sólo cesar al principal funcionario del Baath en cada ministerio o, a lo sumo, a los principales dos, dijeron opositores iraquíes al diario The Washington Post.
El debate continúa mientras Washington consolida su presencia militar alrededor de Iraq, en previsión de una guerra que involucrará hasta 250.000 soldados estadounidenses y que se librará con o sin la luz verde de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Es muy difícil para mí concebir el establecimiento de instituciones democráticas en Bagdad con la mayoría de las estructuras de poder del Baath intactas, dijo el director ejecutivo del Comité para la Liberación de Iraq (CLI), Randy Scheunemann.
Sería como sacar a (el líder de la Alemania nazi Adolf) Hitler y a (el comandante de la policía política Gestapo Heinrich) Himler y dejar al resto en su lugar, agregó Scheunemann.
El CLI fue fundado en noviembre y cuenta en sus filas con destacadas figuras conservadoras, como el presidente de la Junta de Políticas de Defensa, Richard Perle, y el ex secretario de Estado George Schulz.
Los planes formulados por Khalilzad tienden a impedir que el Congreso Nacional Iraquí (CNI) en el exilio, aliado hasta hace poco de los conservadores en Washington, asuma un papel principal en un gobierno de transición tras la eventual caída de Saddam Hussein.
El poder en Iraq será servido en bandeja al segundo nivel del Baath y del gobierno actual, dijo a The Washington Post el dirigente del CNI Kanan Makiya, quien participó en la reunión con Khalilzad y antes se había entrevistado con Bush en la Casa Blanca.
Makiya y otras fuentes del CNI dijeron que Khalilzad favoreció los intereses de los países vecinos, en particular Arabia Saudita y Kuwait, que manifestaron preocupación por las consecuencias en Iraq y en la región de una gran purga en el aparato gubernamental y militar montado por Saddam Hussein.
Llegaron a una conclusión arrogante. ¿Por qué alentar a la oposición? ¿Por qué no utilizar mecanismos que satisfagan más a los países árabes?, dijo Makiya al diario canadiense Globe and Mail luego de la entrevista con Khalilzad.
El mismo fin de semana, Khalilzad advirtió a los líderes kurdos del norte de Iraq que no deberían ejercer resistencia alguna a las tropas de Turquía una vez que comience la invasión estadounidense.
Ankara ya cuenta con 2.000 soldados en la región y está preocupada por que los kurdos aprovechen la invasión para capturar las localidades de Kirkuk y Mosul con el objetivo de establecer en ellas la base de un estado independiente.
Ese paso, a su vez, reactivaría la insurgencia de los kurdos en la propia Turquía.
Según versiones insistentes, Washington dio a Ankara luz verde para que envíe sus propias tropas a territorio kurdo iraquí a cambio del uso de las bases militares turcas para la invasión de Iraq desde el norte.
La exigencia de contención formulada por Khalilzad al CNI y a los kurdos constituye una derrota para Cheney y Rumsfeld y un triunfo de los denominados realistas de la administración estadounidense, concentrados en el Departamento de Estado (cancillería) y en la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Tanto el Departamento de Estado como la CIA, al igual que oficiales militares con experiencia en Medio Oriente, rechazan al CNI y no adhieren a la doctrina de Rumsfeld sobre la región, según la cual la caída de Saddam Hussen causaría un efecto dominó democratizante en los países cercanos.
El líder del CNI, Ahmed Chalabi, visitó el norte de Iraq el mes pasado con la supuesta intención de preparar un gobierno provisional cuando Estados Unidos deponga a Saddam Hussein.
La organización opositora también promovió el entrenamiento de 3.000 voluntarios en una base militar en Hungría para trabajar como policías militares, intérpretes y guías de las fuerzas estadounidenses.
Khalilzad también se reunió la semana pasada con el ex canciller iraquí hoy en el exilio Adnan Pachachi, quien, según el diario estadounidense The New York Times, podría ocupar un alto cargo en el gobierno de transición.
El CNI y allegados a Rumsfeld cuestionan a Pachachi porque defendió, entre 1961 y 1999, la anexión de Kuwait por parte de Iraq e incluso puso en duda el derecho a la existencia del estado de Israel.