EEUU-COREA DEL NORTE: Más voces en Washington piden negociación

El gobierno de Estados Unidos está bajo creciente presión de opositores y partidarios para realizar negociaciones bilaterales con Corea del Norte sobre su programa nuclear.

Aunque gran parte de la presión procede del opositor Partido Demócrata, en particular de veteranos de la administración de Bill Clinton (1993-2001), destacados republicanos también insistieron en que la negativa de Washington a negociar con Pyongyang pone en riesgo la seguridad nacional.

Uno de esos republicanos es Brent Scowcroft, ex asesor de seguridad nacional de George Bush padre (presidente entre 1989 y 1993), quien instó al actual presidente George Bush hijo a negociar con el gobierno norcoreano en una columna publicada en el diario The Washington Post.

”La urgencia de la crisis no admite demoras sobre cuestiones de forma”, escribieron Scowcroft y Dan Poneman, especialista en asuntos asiáticos, en lo que pareció ser una carta abierta al presidente.

”Las conversaciones directas no significarían una concesión sustancial a Pyongyang; permitir el reprocesamiento de plutonio, sí”, advirtieron en la columna, publicada el domingo.

La crisis comenzó cuando Corea del Norte admitió en octubre pasado tener un programa secreto de enriquecimiento de uranio, en contra de los términos de un tratado bilateral con Estados Unidos que preveía ayuda económica y petrolera a Pyongyang a cambio del congelamiento del programa nuclear norcoreano.

En enero, la crisis se agravó cuando Pyongyang anunció su retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Estados Unidos, que amenaza con acciones militares contra Iraq con la excusa de que ese país no cumplió con su obligación de destruir sus armas de destrucción masiva, no asumió una posición similar respecto de Corea del Norte, por temor a que Pyongyang tome represalias contra Corea del Sur y Japón.

La recomendación de Scowcroft a Bush es la opinión casi consensual entre los expertos de seguridad nacional.

Al resistirse a una negociación bilateral, Washington podría contribuir a una crisis que el vicealmirante Lowell Jacoby, el máximo funcionario de inteligencia del Pentágono (Departamento de Defensa), calificó como ”el más grave desafío a los intereses regionales de Estados Unidos en una generación”.

Jacoby, director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, advirtió que la reactivación en Corea del Norte del reactor atómico de Yongbyon y el reprocesamiento de varas de plutonio podrían llevar a la producción de hasta media docena de bombas nucleares en cuestión de meses.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) cree que Pyongyang ya podría haber desarrollado una o dos bombas antes de que la central nuclear fuera cerrada como resultado del tratado bilateral de 1994 con la administración Clinton, llamado el Acuerdo Marco.

Lo que está en juego es muy importante, porque tal capacidad nuclear, combinada con el programa de avanzados misiles balísticos de Pyongyang (también congelado hace cinco años), seguramente desataría una carrera nuclear en el noreste de Asia, según especialistas de la región.

Como advirtió Jacoby al Senado la semana pasada, ”el resultado de esta crisis moldeará las relaciones en el noreste de Asia por muchos años”.

Además, una central de Yongbyon plenamente operativa podría producir muchas más bombas cada año, las cuales podrían ser vendidas a otros países, al igual que los misiles balísticos y Scud de Pyongyang.

Tal situación sería una pesadilla para Washington, preocupado por el nexo entre el terrorismo y las armas de destrucción masiva.

Corea del Norte arguyó que reanudó su programa nuclear para producir electricidad, luego de que Corea del Sur, Estados Unidos y Japón decidieron suspender los envíos de petróleo al país.

Sin embargo, Seúl, Tokio y Washington atribuyeron la suspensión de su ayuda a la convicción de que Pyongyang había continuado en secreto con su programa de desarrollo de armas nucleares, en violación del acuerdo de 1994 que determinó la asistencia petrolera.

Corea del Norte renegó en enero de ese acuerdo bilateral al declarar unilateral y públicamente su intención de reanudar su programa nuclear.

Además, expulsó a dos inspectores de desarme de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que estudiaban sus instalaciones nucleares y anunció su retiro del internacional Tratado de No Proliferación Nuclear.

Al mismo tiempo, las autoridades retiraron las cámaras de vídeo instalados por la ONU en los reactores nucleares del país y retiraron los sellos que impedían la apertura de los recipientes donde se guardaba el material radiactivo.

Pyongyang insistió a través de toda la crisis en que todas las preocupaciones de seguridad de Estados Unidos, empezando por los programas nucleares, podrían solucionarse si Washington firmara un nuevo acuerdo bilateral.

Ese acuerdo incluiría un pacto de no agresión, el reconocimiento formal de la soberanía de Corea del Norte y la promesa de no obstruir el desarrollo económico de Pyongyang, por ejemplo negándole acceso a créditos de instituciones financieras multilaterales.

Pero los ”halcones” de Washington (políticos de línea dura y unilateralistas, presentes en la oficina del vicepresidente Dick Cheney y en el Pentágono) arguyeron que acceder a las demandas de Pyongyang equivaldría a recompensar el mal comportamiento.

En cambio las ”palomas” (políticos moderados y proclives a la negociación multilateral, encabezados por el secretario de Estado Colin Powell) arguyen que Washington tendría poco que perder si se sentara a negociar con Pyongyang, en particular porque aliados de Estados Unidos en Asia, como Corea del Sur, le exhortan a hacerlo.

El resultado ha sido una parálisis agravada por la fijación de Bush con Iraq, al que la mayoría de los analistas creen menos peligroso para la seguridad mundial que Corea del Norte.

El peso de la opinión de los expertos, en especial tras la intervención de Scowcroft, está inclinando la balanza hacia las palomas.

”En pocas semanas, Corea del Norte podría empezar a reprocesar 8.000 barras de combustible nuclear gastado con suficiente plutonio para cinco o seis armas atómicas. Hoy no tenemos buenas opciones para hacer frente a la amenaza, pero si no actuamos ahora, las opciones serán peores”, advirtieron Scowcroft y Poneman.

”El hecho es que no sabemos si (Corea del Norte) está seriamente determinada a desarrollar su capacidad nuclear sin importar lo que hagamos, o si sólo lo hace para presionar”, comentó Alan Romberg, un antiguo experto en asuntos asiáticos del Departamento de Estado.

”Lo que intentamos destacar es que somos la potencia más fuerte, y podemos darnos el lujo de hacer ese gesto” de negociación, que sería la única forma de averiguar las verdaderas intenciones de Pyongyang, concluyó Romberg, actual miembro del Centro Henry L. Stimson, un influyente grupo de expertos. (

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