Las mujeres cubanas son mayoría en las universidades y en puestos técnicos o profesionales, pero están muy lejos de acceder, en igualdad con los hombres, a ámbitos jerárquicos, donde se toman decisiones y se manejan recursos.
La escasa presencia de mujeres en cargos administrativos, políticos y de gobierno no se ajusta a su progresivo ascenso profesional y laboral.
Este fenómeno lleva a que muchas cubanas consideren que el poder es un asunto aún pendiente, si bien Cuba supera la meta de 30 por ciento de presencia femenina en puestos de dirección, a la que se comprometieron en 1995 los países participantes de la IV Cumbre Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing.
Las mujeres ocupan en Cuba 33,5 por ciento de los cargos de dirección administrativa y casi 36 por ciento de los escaños del Poder Legislativo, la Asamblea Nacional del Poder Popular, según las elecciones generales de enero.
En el Consejo de Estado (Poder Ejecutivo) las mujeres apenas alcanzan 16 por ciento de los cargos.
Esto es considerado insuficiente en el país, donde las mujeres constituyen 44 por ciento de los empleados públicos y 66,6 por ciento de la fuerza técnica y profesional, según datos oficiales.
El exceso de tareas del hogar y atención a la familia es el principal obstáculo para que las mujeres accedan a puestos de gran responsabilidad, según especialistas.
Son indiscutibles los avances en la condición de la mujer, pero en dos esferas (las mujeres) no han alcanzado los intereses deseados en relación con el hombre: la familia y el poder, reconocía la investigadora Mayda Alvarez en un artículo publicado a fines de los años 90 por la revista Temas.
Alvarez dirige el Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), única organización femenina del país, con más de tres millones de integrantes.
La FMC procura facilitar el acceso de las mujeres al poder y al empleo.
La realidad cubana se asemeja a la del resto de América Latina, donde la participación femenina en decisiones de alto nivel es más una excepción que una norma, según documentos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Un estudio de Cepal que analiza la década de 1990, señala que la región sólo tuvo hasta entonces dos presidentas, cuatro vicepresidentas designadas y una primera ministra, más algunas ministras, sobre todo en áreas sociales y de justicia.
Quince por ciento de esos cargos correspondieron a América Central y 22 por ciento al Caribe, única subregión donde la participación femenina en el ámbito político llegaba entonces a 20,5 por ciento.
La mayoría de los cargos que hoy ocupan las cubanas también se concentran en niveles básicos e intermedios, no en los puestos donde se diseñan políticas, se manejan recursos y se toman decisiones.
Hay varias directoras de escuelas, jardines de infantes e instituciones docentes, pero muy pocas encabezan la dirección educación provincial. Ni siquiera una asamblea del Poder Popular en las provincias es presidida por una mujer.
Cuatro ministerios, los de Comercio Exterior, Inversiones Extranjeras, Ciencia y Tecnología, y Control y Auditoría, están encabezados por mujeres.
De los 19 sindicatos nacionales, apenas cinco cuentan con mujeres en su dirección.
Sólo dos mujeres forman parte del Buró Político del gobernante Partido Comunista en este país de régimen unipartidista, y apenas una es primera secretaria provincial, frente a 13 hombres con igual responsabilidad.
Por otra parte, aunque la legislación laboral cubana establece la igualdad salarial para mujeres y hombres, estudios especializados insisten en que los puestos mejor remunerados suelen estar ocupados por hombres.
Pese a todo, algunas señales indican modestos cambios y este es un buen momento para alentar transformaciones, a juicio de algunos observadores.
En las últimas elecciones locales y generales fueron electas más mujeres que en comicios anteriores. Veinticinco por ciento de los escaños de concejales fueron ocupados por mujeres, mientras las candidatas obtuvieron 34 por ciento de los cargos provinciales.
La elección de mujeres no es numerosa porque son pocas las candidaturas femeninas.
En las asambleas de base, primer y definitivo escalón para acceder a un cargo en cualquier ámbito de gobierno, se encuentra la causa principal de la reducida representación femenina, concluía el estudio Las cubanas en el gobierno popular: ¿Dónde se pierden las mujeres?, efectuado en 1999 por Alvarez y Perla Popowski.
Según las especialistas, en la renuencia a proponer candidatas mujeres inciden temores a que no cumplan sus responsabilidades por falta de tiempo, resulten menos eficientes o deban priorizar la maternidad.
También juega su papel un falso paternalismo que alega la necesidad de no sobrecargar a las mujeres con más tareas que las que ya cumplen, como trabajadoras, madres y amas de casa.
Influyen asimismo los reducidos recursos materiales y la escasez de servicios de apoyo al hogar y la carga real que pesa sobre la mujer en la familia.
Además, los efectos de la crisis económica que se desató en los años 90, afecta con mayor severidad a las mujeres, según los expertos.
Para Alvarez y Popowski, estos son obstáculos que condicionan objetivamente a las mujeres, y no es sólo un asunto de autolimitación, como suele afirmarse.
A la hora de proponer y votar por una mujer, emergen otros factores.
Según una encuesta realizada por la FMC a 5.000 personas en la capital cubana, citada por una radioemisora, 60 por ciento de los entrevistados sostuvieron que les daba igual ser dirigidos por mujeres u hombres, pero más de la cuarta parte declaró preferir a los últimos.
Del total de encuestados, 37,9 por ciento de las mujeres y 43,3 por ciento de los hombres estimaron que los hombres son mejores dirigentes.
Los defensores a ultranza de los hombres alegaron que estos tienen más oportunidad y tiempo, y algunos hasta les reconocieron capacidades naturales para dirigir.
La tradición machista, la cultura patriarcal y los estereotipos hacen que las propias mujeres no valoren sus condiciones, advierten especialistas.
Quisiera asumir aún más responsabilidades, creo que tengo capacidades, pero entonces no podré atender como es debido a mi familia y a mis hijos, comentó a IPS la abogada Josefina Blanco, de 30 años.
Como muchas cubanas, Blanco admite su deseo de ser más libre y desarrollar su profesión, pero continúa sintiendo que las obligaciones familiares y hogareñas son propias de su género.
Por eso se abstiene de luchar dentro del hogar por relaciones equitativas y una distribución más pareja de tareas y responsabilidades, que le permitirían liberar su potencial y obtener mejores posiciones en el plano social y laboral.