El ejército de Brasil participará en operaciones para contener una ola de violencia en Río de Janeiro, que preocupa al gobierno en especial en víspera del comienzo de los festejos de carnaval, al que asisten cientos de miles de turistas.
La decisión fue adoptada este jueves por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en reunión con los ministros de Defensa, José Viegas, y de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, ante el clima de inseguridad instalado desde el lunes en la capital del carnaval brasileño, que comenzará este viernes y durará hasta el 5 de marzo.
Treinta y cuatro autobuses fueron incendiados en la región metropolitana de Río, la mayoría de ellos el lunes.
También hubo incendios de más de una decena de automóviles, amenazas obligaron a cerrar comercios y escuelas en unos 20 barrios, tres bombas estallaron en el lujoso barrio de Ipanema y algunos supermercados fueron ametrallados o saqueados.
Una mujer de 70 años, que sufrió quemaduras en 60 por ciento de su cuerpo en el incendio de uno de los autobuses, murió este jueves de tarde.
Otras dos mujeres sufrieron heridas graves en los atentados: una fue alcanzada por un tiro, y otra padeció quemaduras en 30 por ciento de su superficie corporal.
Los autores de un texto distribuido a comerciantes afirmaron que los actos de violencia fueron coordinados por el Comando Rojo (en portugués Comando Vermelho, CV), contra el ”abuso de poder” del gobierno local y su política ”de terror” en barrios pobres, y por justicia para los presos de ese grupo criminal, entre cuyas actividades está el narcotráfico.
El gobierno del meridional estado de Río de Janeiro desató una contraofensiva mediante 28.000 policías militares y civiles, con la intención de asegurar tranquilidad en las fiestas de carnaval, a las cuales se espera que asistan 380.000 turistas, 40 por ciento de ellos provenientes de otros países.
La gobernadora Rosinha Matheus pidió al gobierno central apoyo de 3.000 soldados, ahora autorizado por Lula.
La primera medida de la operación ”Río Seguro” fue el traslado en la madrugada de este jueves del preso Luiz Fernando da Costa, conocido como Fernandinho Beira-mar y principal jefe del CV, desde una prisión de Río a otra de máxima seguridad en la ciudad de Presidente Bernardes, del meridional estado de Sao Paulo.
Las autoridades están convencidas de que Beira-mar dirigía las acciones de su banda desde el presidio Bangu I, en un vecindario de Río, pese a que allí se le aplicaban medidas de aislamiento.
La movilización policial intenta controlar 13 ”favelas” (vecindarios pobres hacinados de Río de Janeiro) bajo dominio del CV, en una de las cuales cinco presuntos narcotraficantes murieron este jueves durante un tiroteo con policías.
El CV causó pánico en Río de Janeiro y algunas ciudades vecinas el 30 de septiembre, cuando logró con múltiples acciones y amenazas paralizar actividades comerciales, bancarias, escolares y de transporte, entre otras.
Los hechos prueban que ”la ciudad está dividida” entre áreas dominadas por el CV y por otro grupo del narcotráfico llamado ”Tercer Comando” (TC), dijo a IPS Leda de Azevedo, presidenta de la municipal Fundación Hogar San Francisco de Paula (Funlar), de carácter asistencial.
La unidad central de la Funlar está muy cerca de dos favelas en que viven miles de familias, del tradicional barrio Vila Isabel, cerca del centro de Río, que experimentan con frecuencia momentos de tensión.
Una de las funcionarias de esa institución encontró cinco balas perdidas en salas y corredores de su sede, que en varias ocasiones ha interrumpido sus actividades, y en especial las de una guardería que acoge a 375 niñas y niños, ante amenazas de tiroteos.
La Funlar también ofrece un curso nocturo de preparación para el ingreso a la universidad, entre otros servicios.
Pero la institución y su vecindad estuvieron ”en paz total” esta semana, porque las dos favelas cercanas son controladas por el TC, que nada tuvo que ver con el terror implantado en la ciudad, explicó Azevedo.
Los problemas ocurren cuando hay ataques del grupo rival u operaciones de la policía, indicó.
Los jefes del TC ”respetan” a la Funlar, y castigan a los integrantes de ese grupo delictivo si hacen algún daño a la institucióm, porque la mayoría de los funcionarios y beneficiarios de la misma provienen de las vecinas favelas, observó Azevedo.
Eso se refleja en los muros ”limpios” de la sede del servicio, sin las inscripciones que pueden verse por todas partes en la ciudad, agregó la funcionaria, quien fue subsecretaria municipal de Desarrollo Social.
La violencia y la criminalidad siempre fueron importantes en Río de Janeiro, pero se intensificaron con la organización del narcotráfico, a partir de los años 70.
La imagen de una ciudad dominada por el crimen organizado es acentuada por una ”táctica que aterroriza” mediante acciones simultáneas, señaló Azevedo.
Algunas decenas de hombres armados son suficientes para crear un clima de pánico al actuar dispersos, porque ”parecen miles”, comentó.
La violencia causa inseguridad entre los habitantes de la ciudad, pero atemoriza sobre todo a quienes no residen en Río y ahuyenta al turismo, opinó una profesora que vive en el barrio turístico de Copacabana, ”cada día mas violento”, e imparte clases en el de Ramos, cerca de varias favelas.
”Tengo familiares en el sur de Brasil que siquiera se atreven a pasar por el aeropuerto o por la terminal de autobuses de Río, cuando viajan para visitar a parientes que viven en otra ciudad cercana”, relató a IPS esa profesora, que sólo aceptó identificarse como Luiza. (