El cultivo de opio en Afganistán no deja de prosperar pese al establecimiento de un gobierno representativo y a la presencia de una fuerza internacional de paz de 4.800 hombres en Kabul, concluyó una oficina de la ONU.
El nuevo informe de 222 páginas de la Oficina contra la Droga y el Delito de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) plantea preguntas difíciles de responder, señaló Antonio María Costa, director ejecutivo del organismo.
¿Por qué la presencia internacional en Afganistán no es capaz de controlar un fenómeno conectado con el terrorismo internacional y el crimen organizado? y ¿Por qué el gobierno central de Kabul no puede aplicar la prohibición del cultivo de opio tan eficazmente como lo hizo el derrocado régimen Talibán en 2000 y 2001?, preguntó Costa.
No existen respuestas simples a estas interrogantes, dijo, porque la economía del opio en Afganistán es un fenómeno muy complejo, interligado con la historia del país, su estructura política, su sociedad y su economía.
Creada a través de décadas de conflictos civiles y militares, esa economía colocó a una población rural pobre (agricultores, desempleados, pequeños comerciantes, mujeres y niños) a merced de señores de la guerra y organizaciones criminales internacionales que continúan dominando vastas áreas en el sur, norte y este de Afganistán, dice el estudio.
La producción nacional de opio se multiplicó por más de 15 desde 1979, el año de la intervención soviética, sostiene el informe lanzado el lunes, con el título de La economía del opio en Afganistán: Un problema internacional.
El comercio de opio era legal antes de que el grupo extremista islámico Talibán tomara Kabul en 1996 y hasta 1999. Luego, en 2000, Talibán prohibió el cultivo de opio, pero no el comercio.
Para ese año, Afganistán se había convertido en la fuente de 70 por ciento del opio ilícito producido en todo el mundo. Tras una disminución en 2001, la producción volvió a crecer en 2002, convirtiendo a ese país en el mayor productor mundial de opio (seguido por Birmania y Laos), con casi tres cuartos de la producción mundial.
En enero de 2002, el gobierno de Hamid Karzai, instalado por iniciativa de Estados Unidos, prohibió el comercio de opio.
Pese a la prohibición, el comercio es cada vez más floreciente. Los ingresos derivados del opio aumentaron de unos 720 millones de dólares en 2000 a más de 1.400 millones en 2002.
El establecimiento de un régimen democrático y las medidas del gobierno contra el cultivo, el tráfico y el abuso del opio han sido medidas cruciales hacia la resolución del problema, señaló Costa.
Sin embargo, la cosecha de opio el año pasado fue una de las más abundantes de la historia nacional, con más de 3.400 toneladas, observó el funcionario.
Además, el consumo de la droga aumentó notablemente en los últimos años debido a las prolongadas privaciones humanas, el colapso de los controles sociales tradicionales, el retorno de refugiados y la disponibilidad casi ilimitada de opiáceos en el territorio nacional, señala el estudio.
La economía del opio en Afganistán sólo puede desmantelarse si el gobierno, con la ayuda de la comunidad internacional, se aboca a resolver las raíces del problema y no sólo sus síntomas, dijo Costa.
Ciertos elementos serán esenciales en cualquier política sostenible contra el cultivo y tráfico de narcóticos.
Esos elementos incluyen la ayuda a los agricultores pobres para que se vuelquen a los cultivos lícitos, el reemplazo de la 'narcousura' por un sistema apropiado de créditos y microcréditos, y empleos para mujeres y trabajadores itinerantes, señaló Costa.
Otros son la educación infantil, en particular de las niñas, la conversión de las ferias de opio en mercados modernos de productos básicos, y la neutralización de los esfuerzos de los traficantes y señores de la guerra por mantener vivo el tráfico.
Según el estudio, las ganancias derivadas del tráfico de opiáceos en países vecinos sumaron unos 4.000 millones de dólares en 2002, cerca de dos por ciento del producto interno bruto de Afganistán.
Entre 80 y 90 por ciento de la heroína hallada en mercados europeos (tanto de Europa oriental como occidental) llega en general a través de la llamada ruta de los Balcanes, que va de Afganistán a Europa pasando por Irán, Turquía y los países balcánicos.
Estas cifras demuestran que el problema exige un compromiso internacional.
En otras palabras, concluyó Costa, todos los países que forman parte del problema de las drogas en Afganistán deberían ser parte de su solución. (