La marihuana es revalorizada en países industrializados por sus virtudes terapéuticas, pero en América Latina sigue proscrita y satanizada como antesala de drogas más dañinas, mientras unos pocos científicos y políticos abogan por autorizar su uso médico.
En México y Brasil diputados afinan proyectos de ley para legalizar con fines curativos a la yerba, cuyo nombre científico es Cannabis sativa, pero el gobierno de Colombia planifica un referendo para revocar la autorización de su consumo personal, vigente desde los años 70.
Investigaciones desarrolladas sobre todo en Europa y América del Norte indican la efectividad de la marihuana para controlar náuseas y dolores provocados por tratamientos contra el cáncer y el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
El agente químico activo de la marihuana es el tetrahidrocannabinol (THC), que se puede ingerir al fumar o mascar sus hojas, o en cápsulas, y sirve también para tratar glaucomas y aliviar dolores de la artritis y la esclerosis múltiple, además de mitigar el estrés y ser tranquilizante.
Las cápsulas se fabrican actualmente en Estados Unidos bajo la marca Marinol.
Sin embargo, las supuestas virtudes de la planta se conocían hace siglos. En 1545, el rey Felipe II de España ordenó plantar hileras de Cannabis o cáñamo en todo su imperio, entusiasmado por las dotes médicas y alimenticias de la planta y sus aplicaciones en la fabricación de papel, cuerdas y toscas vestimentas para los pobres sin acceso a telas de algodón o lino.
En Brasil, el diputado Fernando Gabeira, del gobernante Partido de los Trabajadores, prevé presentar este año un proyecto de ley para autorizar usos terapéuticos de la marihuana.
En México, el legislador Elías Moreno, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, tiene listo un proyecto similar y aunque anunció que lo presentaría en septiembre pasado, aún no lo ha hecho.
Además, el flamante partido político de izquierda México Posible, que participará por primera vez en las elecciones legislativas de julio, informó que en su plataforma política incluye la despenalización del tráfico y consumo de la marihuana como el puntal de la batalla contra los narcotraficantes, los principales beneficiarios de las políticas prohibitivas, según señala.
En Colombia, la droga fue usada hasta mediados del siglo XX por las clases populares para aliviar dolores del reuma y la artritis. Era común llevar a locales policiales un frasco con alcohol para que se le agregara marihuana decomisada, y fabricar así un emplasto medicinal.
Tras la despenalización del uso de dosis personales, se extendió la costumbre de fumar marihuana con fines analgésicos, pero esa práctica de medicina alternativa se realiza sin control científico o institucional.
La ausencia de leyes sobre uso terapéutico de la marihuana es un patrón común en América Latina, al igual que la existencia de normas antidrogas que privilegian la represión del tráfico y el consumo, inspiradas en la doctrina estadounidense de tolerancia cero, lo cual impide debates públicos sobre el tema.
Canadá es el único país americano donde está despenalizado el consumo y se autoriza el uso terapéutico, lo mismo que en algunos estados de Estados Unidos, pese a la legislación federal prohibitiva sustentada por la Corte Suprema de ese país, dijo a Tierramérica el psiquiatra Pedro Naveillán, presidente del Instituto Chileno de Salud Mental.
Naveillán aboga por despenalizar la marihuana, debido a sus virtudes como medicamento y a que, según afirma, no produce adicción, pues está comprobado que la mayoría de sus consumidores la dejan luego de tres a cuatro años.
Los factores que inducen al consumo de drogas y a la represión del mismo son sociales y culturales, y las adicciones se desarrollan en individuos predispuestos a la dependencia, sostuvo.
Pero su colega argentino, Oscar Ramírez, de la Fundación Gradiva, no está de acuerdo. El psiquiatra aceptó que la Cannabis sativa tiene propiedades sedativas y calmantes, pero menores que las de otros sedantes y ansiolíticos, y advirtió sobre el papel precursor que la marihuana puede tener en relación con el uso de otras drogas.
Algo en lo que coincide Miguel Angel Astariz, médico y director general de la Fundación Edusalud, de Argentina: la marihuana, además de alterar la conducta y ser nociva para la salud, es una droga que, junto con el alcohol, actúa como precursora del consumo de otras sustancias más peligrosas.
En Perú, la prohibición de la marihuana no distingue entre su uso recreativo o terapéutico.
Los médicos peruanos Edmundo Hernández y Carlos San Martín reconocieron en diálogo con Tierramérica que la droga puede atenuar efectos de la quimioterapia y otros dolores, pero agregaron que hay varias sustancias con efecto similar.
El oftalmólogo Moisés Lu, director del Instituto Peruano de la Visión, admitió que está comprobada la efectividad de la marihuana para tratar el glaucoma, pero destacó que hay en el mercado gotas (de otros medicamentos) muy efectivas, seguras y fáciles de usar.
En Venezuela, desde la promulgación en 1993 de la ley sobre sustancias estupefacientes y psicotrópicos no se han recibido solicitudes para usar marihuana con fines terapéuticos, según la farmacéutica Carmen Zambrano, jefa del Departamento de Psicotrópicos de la Dirección de Drogas y Cosméticos del Ministerio de Salud de Venezuela.
Entre la indiferencia y la satanización, continúa en América Latina el debate en torno al uso médico de la marihuana. Por lo pronto, hay una sola idea que genera consenso: pasarán muchos años antes de que el consumo de la planta se despenalice en la región.
* Publicado originalmente el 18 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Colaboraron Viviana Alonso/Argentina, Mario Osava/Brasil, Yadira Ferrer/Colombia, Diego Cevallos/México, Abraham Lama/Perú y Humberto Márquez/Venezuela. (