El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva endurecerá la posición de Brasil en la negociación para crear el ALCA a juzgar por los nuevos conductores del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Así lo indica la designación como secretario general de la cancillería, segundo puesto en importancia de esa cartera, de Samuel Pinheiro Guimaraes, quien es un enemigo declarado del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas).
Sus fuertes críticas públicas al acuerdo continental en gestación hicieron que en abril de 2001 el entonces canciller Celso Lafer lo destituyera del cargo de director del Instituto de Investigación de Relaciones Internacionales.
El nuevo jefe de la política exterior brasileña, Celso Amorim, sorprendió a los medios diplomáticos al anunciar a Pinheiro Guimaraes como su principal auxiliar, durante la ceremonia de traspaso del cargo el miércoles por la noche en Brasilia.
Lafer ni siquiera se quedó para recibir los saludos como ministro cesante, después de conocer la decisión de su sucesor.
Pinheiro Guimaraes se convirtió en los últimos dos años en un vocero del movimiento contra el ALCA, divulgando sus argumentos a través de varias entrevistas y artículos.
Con ese perfil se destacó en el Foro Social Mundial, que desde comienzos de 2001 reúne anualmente a activistas del movimiento social, partidos de izquierda y organizaciones no gubernamentales en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre.
El ALCA representa una especie de anexión de los países de América Latina a Estados Unidos, la pérdida de soberanía y la imposibilidad de poner en marcha proyectos nacionales de desarrollo, ha señalado en muchas oportunidades Pinheiro Guimaraes.
Esa era una posición común entre dirigentes del izquierdista Partido de los Trabajadores antes de la campaña electoral que condujo a su líder, Lula, al triunfo de las elecciones presidenciales de octubre.
El propio canciller Amorim es un diplomático identificado con la izquierda y que se destacó en defensa intransigente de los intereses nacionales como representante ante la Organización Mundial de Comercio, con sede en Ginebra, antes de asumir la embajada en Londres el año pasado.
La batalla más polémica llevada a cabo por Amorim en la OMC fue la disputa con Canadá, debido a acusaciones recíprocas de práctica de subsidios en el financiamiento de las exportaciones de aviones de la Empresa Brasileña de Aeronáutica y de la canadiense Bombardier.
El gobierno que hasta el miércoles encabezó Fernando Henrique Cardoso obtuvo una victoria parcial en esa instancia, al obtener un derecho de represalia comercial superior al concedido a Canadá, después de varios años de pelea.
Amorim fue también el negociador de la integración en los primeros años del Mercado Común del Sur (Mercosur), que reúne Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y como miembros asociados a Bolivia y Chile.
Su experiencia es variada. Hace dos décadas dirigía la estatal Empresa Brasileña de Filmes, que subvencionaba la producción cinematográfica nacional, y luego ocupó altos cargos en el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Amorim confirmó, al asumir la cancillería, las orientaciones delineadas por Lula durante la ceremonia de su investidura como presidente de Brasil, realizada el miércoles en el Congreso Nacional.
El Mercosur y la integración de América del Sur serán las prioridades del nuevo gobierno, pero la política externa brasileña no se concentrará en una sola región o grupo de países ni se limitará a una sola dimensión, afirmó el nuevo canciller.
Brasil negociará el ALCA, sin prejuicios, aseguró Amorim, para señalar luego que Pinheiro Guimaraes, su colega en tareas anteriores que permitieron desarrollar relaciones de confianza, ejecutará las políticas definidas por el presidente y el canciller, por encima de sus opiniones personales.
Lula sostuvo que buscará con Estados Unidos mantener relaciones maduras, en base al interés recíproco y el respeto mutuo. Además de las potencias del Norte, Brasil se acercará a los grandes países en desarrollo, como China, India, Rusia y Sudáfrica, agregó.
La política exterior anunciada por Lula y Amorim, que incluye defender la democratización de las relaciones internacionales, el fortalecimiento del multilateralismo y la ampliación del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, coincide en general con la implementada por Cardoso.
Sin embargo, el discurso de asunción y los nombramientos en la cancillería apuntan a una defensa más firme de los intereses nacionales, en la medida que el nuevo gobierno pretende impulsar el desarrollo del país en base al fortalecimiento del mercado interno.
Nuestra política externa reflejará los anhelos de cambio expresados en las urnas y será, antes de todo, un instrumento del desarrollo nacional, destacó Lula en el momento de asumir la presidencia.
Brasil rechazará restricciones inaceptables al derecho soberano del pueblo brasileño de decidir sobre su modelo de desarrollo, afirmó, tras condenar los escandalosos subsidios agrícolas de los países industrializados.
Lula precisó que las negociaciones mundiales comprenden no sólo reducciones arancelarias sino muchas reglas que afectan los destinos de todos. (