La periodista israelí Amira Hass siente el choque de culturas cada vez que recorre la corta distancia entre la central ciudad cisjordana de Ramalá, en territorio autónomo palestino, y Jerusalén occidental, de predominio judío.
Hass, corresponsal del diario liberal israelí Ha'aretz, se asombra ante la completa ignorancia de los israelíes sobre lo que ocurre tan cerca de sus hogares. Ni un solo periodista israelí, excepto ella, vive en territorio palestino.
El público siempre quiere saber cómo es vivir en territorio autónomo. Se trata de un mundo diferente, y es difícil de imaginar para un israelí, dijo Hass a IPS, en un café de Jerusalén occidental.
Esta periodista de 46 años se enorgullece de haber recibido a comienzos de mes el premio de la holandesa Fundación Príncipe Claus de Cultura y Desarrollo, que galardona a artistas e intelectuales por su contribución a la armonía entre diferentes comunidades.
Se trata de un premio a su trabajo, y no solo al hecho de que viva en territorio palestino, dijo.
Hass se considera una corresponsal de la ocupación israelí en Cisjordania y Gaza. Todo aspecto de la vida palestina está afectado por la ocupación, dijo.
La periodista se mudó a Gaza en 1993. Entonces comenzaba el proceso de paz de Oslo, un periodo que recuerda con afecto. Tengo muchos amigos en Gaza. La gente allí me parece un poco más cálida que la de Ramalá, dijo.
Luego de prolongar cada vez más sus estancias en Gaza, consideró lógico convertirse en una residente permanente en esa ciudad palestina con costas en el mar Mediterráneo. Luego se trasladó a Ramalá, centro político e intelectual de Cisjordania.
La relación entre palestinos e israelíes se enrareció considerablemente durante la actual intifada (insurrección de la población árabe contra la ocupación), iniciada en septiembre de 2000. Pero Hass no se ha dejado amedrentar.
El ejército trata de desalentar el ingreso de israelíes a Cisjordania y Gaza por razones de seguridad, pero Hass suele ser la primera en llegar al escenario de las noticias cuando algo ocurre.
Eso la ha convertido en una representante del otro Israel, ajeno a las políticas del gobierno, un aspecto involuntario de su trabajo.
Logré entrar en el campamento de refugiados de Jenín luego de su destrucción. El ejército israelí aún estaba allí. La atmósfera era muy tensa y alguien me reconoció como judía. Pero otro dijo conocerme porque había compartido una celda en Israel con un amigo mío. Así, me aceptaron como una 'israelí diferente', recordó.
Hass explica los problemas de Palestina a lectores israelíes, pero en su vida diaria suele terminar explicándole los problemas de Israel a sus vecinos palestinos. Luego de nueve años de convivencia, dice estar preparada discutir cualquier cosa, pero no gasta su tiempo en hablar con antisemitas irredimibles.
Desde sus primeros días en Gaza, le negó la entrada a su casa a cualquier persona que realizara comentarios antisemitas o que negara la veracidad histórica del holocausto cometido por el régimen nazi de Alemania contra los judíos europeos.
Creo que ayudé a muchos palestinos, incluidos algunos miembros del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), a entender cuánto daño habían inferido a su propia causa al negar el holocausto judío, dijo Hass.
Hija de sobrevivientes de las matanzas en Rumania y Bulgaria, Hass siempre estuvo interesada en el holocausto y hasta le consagró investigaciones académicas. En visita por Europa, le chocó el modo en que las sociedades habían aceptado, después de la guerra, la desaparición de comunidades judías enteras.
Como conocedora de los dos episodios históricos, rechaza cualquier comparación entre las atrocidades nazis y la actitud de Israel hacia Palestina. Por supuesto que no son lo mismo, y cualquiera puede darse cuenta. Es una comparación falsa, cada vez más frecuente en círculos izquierdistas europeos, dijo.
Hass, quien se considera una sólida izquierdista, sospecha que la comparación le sirve a los europeos para expiar la culpa del holocausto. Así, pueden decir que los judíos son malos, explicó.
Pero esa percepción no resta agudeza a sus críticas a la política israelí hacia Palestina. Que el gobierno no sea igual que los nazis no significa que no sea malo, dijo.
Israel no quiere desprenderse de sus privilegios coloniales, afirmó. Los acuerdos de paz firmados en Oslo con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1993 fueron una oportunidad de oro que se desperdició, según Hass.
Los asentamientos judíos en territorio palestino se incrementaron, mientras el ejército israelí se retiraba de los centros poblados, aunque convirtió todos y cada un de ellos en una cárcel, sostuvo la periodista.
A pesar de la brecha entre el primer mundo y el tercer mundo tan cercanos en el área palestino-israelí, Hass también nota similitudes entre las dos naciones. La calidez, la solidaridad y, naturalmente, la rudeza y el machismo son iguales en ambos lados, afirmó.
Pero los árabes parecen más dispuestos a perdonar, agregó. La periodista está convencida de que los palestinos habrían dejado atrás el conflicto si los acuerdos de Oslo hubieran conducido a la creación de su propio estado independiente.
Ahora podría ser demasiado tarde, porque Israel cruzó demasiadas líneas rojas. Para Hass, sería conveniente que el ejército se retirara de las ciudades palestinas.
Los bombardeos, las muertes, los daños, las restricciones al tránsito y la pobreza que la ocupación ha causado amarga la vida de los palestinos, dijo Hass.
Por supuesto, los palestinos también cruzaron algunas líneas rojas, como, por ejemplo, al atacar objetivos civiles, pero no se puede comparar la posición del ocupante con la del ocupado, advirtió la periodista. (FIN/IPS/tra-eng/fb/ss/mj/ip/02