DEPORTE-ARGENTINA: Fiebre patagónica por pesca con mosca

La pesca con mosca es una actividad deportiva que crece en la austral Patagonia de Argentina, basada en principios de preservación de recursos y respeto al ambiente.

Por su modalidad, permite un contacto directo con la naturaleza. Los pescadores se introducen a pie en ríos, lagos y arroyos, y procuran atraer a los peces con un señuelo confeccionado en forma manual, que simula ser una mosca.

Cuando el pez ”pica”, apenas se lastima. Entonces el pescador devuelve al agua su captura, tal como lo indica el Reglamento Patagónico de Pesca Deportiva, que se entrega con la licencia de pesca.

Argentina ofrece algunos de los mejores sitios del mundo para la pesca con mosca y hay una nueva generación de pescadores que ”hacen gala de un acentuado respeto por el medio ambiente”, dijo a Tierramérica José Luis López Reale, de la Asociación de Pesca con Mosca de la sudoccidental provincia de Neuquén.

Junto a zonas de Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Rusia, Argentina posee ámbitos excepcionales para este deporte, no tanto por la abundancia de peces, sino por la conjunción de salmónidos, sobre todo truchas, con un entorno de bellos paisajes, bien conservados y poco poblados.

La temporada austral se extiende de mediados de noviembre a mediados de abril, y las cuatro especies más codiciadas son la trucha marrón (Salmo trutta), arco iris (Oncorhynchus mykiss), y fontinalis (Salvelinus fontinalis), y el salmón encerrado (Salmo salar sebago).

Los salmónidos son especies exóticas en el sur del continente americano. En Argentina fueron introducidos a partir de 1904, con el fin de establecer poblaciones silvestres en lagos y ríos de la Patagonia, y provocaron no pocos impactos en las especies nativas. Pero hoy ya son parte del paisaje.

Los lugares más exclusivos, donde abunda una variedad de trucha marrón (Salmo trutta) de crecimiento excepcional, se encuentran en río Grande, en la austral Tierra del Fuego, y en río Gallegos, provincia de Santa Cruz.

También es valorado el río Santa Cruz, en la provincia del mismo nombre, o en su tramo a través del parque nacional Los Alerces, en la vecina Chubut. Pero los lugares preferidos van variando de un día a otro, en un río, un lago o una desembocadura.

”El conjunto de tierras vírgenes, con baja densidad de población y guías muy preparados, hacen muy grata aquí la pesca con mosca”, señaló a Tierramérica José Mestre, aficionado al deporte y director de Pesca y Acuicultura de la Secretaría de Desarrollo Sustentable.

La mayor agresión que soportan los salmónidos son las represas, que obstaculizan sus viajes hacia las zonas de desove, y la pesca comercial, prohibida en aguas dulces patagónicas, explicó a Tierramérica Carlos Villaggi, presidente de la Asociación Argentina de Pesca con Mosca.

En sus estatutos, la asociación de ”mosqueros” se propone ”proteger la fauna y la flora asesorando y colaborando con entidades públicas y privadas, y promoviendo el sistema de captura con devolución”.

”El pescador con mosca es muy respetuoso del ambiente y aprecia especialmente los lugares controlados”, dijo Villaggi.

La venta de licencias para la práctica del deporte está a cargo de las autoridades provinciales, a las que compete también el control de esta actividad.

Pero el Estado no tiene recursos para desplegar inspectores en la extensa región patagónica, de 780.000 kilómetros cuadrados, admiten los pescadores.

”En pesca deportiva hay cuatro puntos básicos: la investigación aplicada, la legislación, la difusión de información sobre cuidado del recurso y el control. En Argentina, el punto débil es el último”, subrayó.

Según Villaggi, se expiden unas 65.000 licencias por año, la mayoría a deportistas argentinos. Pero muchos extranjeros pescan sin licencia, no por negligencia sino por ignorancia.

”Hay operadores turísticos que venden el viaje con licencia incluida, pero luego no compran la licencia y llevan a los mosqueros a sitios adonde no llegan los controles”, sostuvo.

El pescador comercial furtivo es ”el verdadero flagelo” de los ríos patagónicos, apuntó López Reale. ”Ningún mosquero mataría una trucha de 2 kilos que puede aportar tres mil ovas por año, porque estaría matando tres mil y una posibilidades de vida”, concluyó.

* Publicado originalmente el 14 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/Tierramérica/mv/dcl/cr/en/02

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