SALUD-PERU: Solas y Unidas en ayuda de mujeres con sida

La educadora peruana Sonia Borja no sólo aprendió a los 38 años a convivir con el fantasma del sida, sino que se convirtió en líder de un grupo de mujeres dedicadas a ayudar a las portadoras del VIH (virus de inmunodeficiencia humana).

Borja es fundadora y presidenta de Solas y Unidas, una organización no gubernamental de asistencia social y capacitación laboral conformada por unas 20 activistas, la mayoría infectadas con el VIH, como ella misma.

Solas y Unidas funciona en una casa de dos plantas en Los Olivos, un distrito de clase media baja en la frontera con los populosos barrios del cono norte de Lima.

En el segundo piso de esa vivienda reside Borja, quien se autodefine como ”una activista de 24 horas al día en ayuda de las enfermas de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida, causado por el VIH)”.

Solas y Unidas se diferencia de las demás organizaciones humanitarias no sólo por estar integrada exclusivamente por mujeres sino también por su diferente enfoque y metodología de acción social hacia la población femenina.

”Además de las reuniones de apoyo solidario o de intercambio de experiencias, Solas y Unidas proporciona capacitación ocupacional para ayudar a las amas de casa que han contraído sida a trabajar en sus propios hogares”, explicó Ada Mejía, trabajadora social de la organización no gubernamental Vía Libre.

La posibilidad de trabajar en sus casas es fundamental para que las mujeres con sida puedan resolver el problema económico creado por la enfermedad, señaló Mejía a IPS.

En especial en un país como Perú, que presenta un elevado desempleo y donde la pobreza alcanza a más de la mitad de una población de 26 millones de habitantes. Sólo 30 por ciento de los peruanos están protegidos por el sistema de seguridad social, añadió.

”En los estratos populares, las mujeres, sanas o enfermas, anteponen el cuidado de sus hijos a su propio bienestar y, cuando son abandonadas o no alcanza el sueldo de sus maridos, trabajan en sus propios domicilios. Esa misma actitud se encuentra en las mujeres pacientes de VIH/sida”, apuntó.

Estadísticas oficiales indican que 12.680 peruanos son portadores de VIH, 30 por ciento de los cuales son mujeres, pero se calcula que la cantidad real puede ser de 70.000 contagiados y que 75 por ciento de ellos lo ignoran, según Vía Libre.

Esa organización no gubernamental considera, además, que entre 8.000 y 10.000 personas afectadas requieren atención inmediata, pero sólo unas 1.500 reciben tratamiento con medicamentos antirretrovirales en hospitales del sistema de seguridad social o pertenecientes a las Fuerzas Armadas.

El portavoz de Vía Libre, Eduardo Blume, entiende que esa carencia de atención se agravó debido a que el gobierno de Alejandro Toledo ha desactivado en la práctica el programa de control de enfermedades de transmisión sexual y de lucha contra el sida.

Blume también aseguró que las autoridades suspendieron las campañas masivas de información, educación y prevención de VIH/sida y que ha reducido los presupuestos de acción.

Por su parte, el ministro de Salud, Fernando Carbone, se defiende de las críticas indicando que el Estado hace todo lo que puede.

Carbone detalló que son ”5.000 los enfermos de sida, de los cuales 1.000 son atendidos por la seguridad social, porque están asegurados, y otros 800 son madres y niños que reciben tratamiento a cargo del Ministerio de Salud”.

”Quedan 3.200 personas enfermas a las que no se pueden atender porque el presupuesto fiscal es insuficiente, pero damos prioridad a las madres gestantes pacientes de sida para evitar que contagien a sus hijos antes de nacer”, agregó.

Sin embargo, Blume afirmó que la atención a las madres infectadas por VIH es insuficiente, ”pues se les da AZT (un antirretroviral) desde seis semanas antes del parto hasta seis semanas después, para disminuir la transmisión, pero luego no se les da nada, es decir se les deja morir”.

En Perú existen 12 organizaciones no gubernamentales que se ocupan de los derechos de salud y de los problemas de los portadores de VIH y enfermos de sida, ocho de ellas radicadas en Lima y el resto en el interior del país.

Esos grupos de la sociedad civil ofrecen asistencia médica, medicamentos gratuitos o a precios más bajos que en las farmacias y organizan los llamados GAM, los grupos de ayuda mutua conformado por enfermos.

Sonia Borja, cuando se enteró hace cuatro años que era portadora de VIH, acudió a la organización no gubernamental Prosa, que la incluyó en uno de sus GAM junto con otros en su misma condición de salud.

”Allí comprobé que la solidaridad organizada es una forma eficaz de luchar contra un mal cuyo nombre nos paraliza de terror y de proteger nuestra autoestima tan lesionada por una enfermedad estigmatizante, que mejora nuestras posibilidades de recibir ayuda y de ayudar a otras personas”, comentó.

”Pero los GAM son grupos mixtos y muchas mujeres que asisten a una primera reunión no regresan después, otras permanecen en silencio en las reuniones porque les es difícil hablar de algunas cosas frente a auditorios predominantemente masculinos”, explicó.

Por eso, Borja decidió crear una organización exclusiva ”de mujeres y para mujeres”.

”Tal vez podríamos haber creado un GAM femenino, para mejorar la captación de mujeres enfermas y su reducida participación. Pero encontramos un aspecto fundamental, como fue la diferente actitud de las mayoría de las mujeres con VIH o sida respecto de los varones en la misma situación”, sostuvo.

”Cuando descubren que tienen sida, la mayoría de los hombres se abaten, se sienten miserables, algunos caen en el alcoholismo y otros en la irresponsabilidad y, si se organizan, es para reclamar ayuda o para ser atendidos”, añadió.

La activista puntualizó que ”hay que imaginar lo que pasa en un hogar de una familia que vive en una barriada cuando la pareja descubre que tiene sida. Por más que la ley prohibe discriminar y despedir a los enfermos de ese mal, lo cierto es que los esposos pierden sus empleos o los abandonan en una reacción depresiva”.

”Las mujeres, en cambio, piensan en el impacto familiar, en sus hijos y, en lugar de dejar de trabajar, aprenden a hacer algún trabajo por su cuenta para cuando sus esposos pierdan su empleo o, como ocurre algunas veces, abandonen sus hogares”, narró.

En el local de Solas y Unidas las mujeres infectadas reciben clases en talleres de confección de carteras de cuero, costura, fabricación de velas decorativas y en las pocas semanas más comenzarán cursos de cerámica en frío y juguetería artesanal.

”Tenemos en este momento 14 talleres con grupos de 10 a 15 mujeres, en edades que van de los 22 y 35 años y en su mayor parte son amas de casa, con dos o tres hijos. Vienen dos veces por semana y pueden dejar a sus niños en la guardería que tenemos en el local”, informó Borja. (FIN/IPS/al/dm/he hd/02

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